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                                                                                                                                La costa no fue nostra

                                                                                                                                "Si todo esto queda evidenciado con el episodio, también queda la comprobación de que hay unos contrapoderes dispuestos a dar la pelea. Periodistas como Laura, como Juanita León, quien fungió en este libro como editora periodística, dejan la ilusión en el aire de que la prensa sigue siendo una reserva de este país" - Sergio Ocampo.
                                                                                                                                Foto: Cortesía

                                                                                                                                Una radiografía completa, en sus negros profundos, sus opacos y sus transparencias, una radiografía de lo que somos, del poder en Colombia, y de los contrapoderes. Así leo yo el episodio que protagonizó editorial Planeta la semana pasada cuando decidió no publicar el libro de Laura Ardila, “La Costa Nostra”, una investigación periodística de largo aliento y a profundidad sobre el clan Char, el grupo hegemónico de Barranquilla y del Caribe colombiano.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                En ese sentido, es imposible negar que luego del lodazal político en que llegó a hundirse Barranquilla, con dos de sus alcaldes encarcelados (Bernardo Hoyos y Guillermo Hoenisberg), y con el atraso urbanístico y el marasmo de una clase dirigente permeada y cooptada por el paramilitarismo, el arribo de Alejandro Char trajo un aire de renovación. La ciudad se transformó de modo rotundo en 15 años, y eso lo viene notando el país entero. Imposible no reconocer que mejores vías, buena infraestructura, nuevos espacios y proyectos públicos dignifican la vida del barranquillero; sin embargo, lo que no se dice es que detrás del milagro están los mismos megacontratistas de siempre, cercanos a los Char, en una circulación de dinero que no es clara del todo, y en cuyo flujo terminan convergiendo capitales de cualquier origen. Y que la transformación urbana se ha quedado más en el cuerpo que en el espíritu y definitivamente no ha constituido mayor equidad y una mejor distribución de la riqueza, algo que sería lo verdaderamente revolucionario.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Si todo esto queda evidenciado con el episodio, también queda la comprobación de que hay unos contrapoderes dispuestos a dar la pelea. Periodistas como Laura, como Juanita León, quien fungió en este libro como editora periodística, dejan la ilusión en el aire de que la prensa sigue siendo una reserva de este país. Y en esa misma senda van actitudes valientes y dignas como la del director literario de Planeta, Juan David Correa, al presentar su renuncia por no compartir los motivos de la editorial ni la decisión de reversar el libro. Y hubo más pues Ana Cristina Restrepo le hizo saber a Planeta que no va a publicar un libro periodístico que tenía comprometido con ellos, y luego se vino la reacción de la comunidad de escritores, de periodistas, de académicos, artistas, intelectuales, para apoyar a Laura, rodearla, y a Juan David, inclusive con una carta a la editorial solicitando publicar el libro y no aceptar la renuncia del director literario. Una osadía, quizá, pero ante todo la comprobación de que en la conciencia de quienes creamos y escribimos, Planeta no es solo una firma que pertenece a unos socios, y sí una insignia, una referencia, un orgullo de quienes hablamos este idioma, que es nuestra patria común.

                                                                                                                                Y entonces, esto dejó de ser el simple veto a un libro, el mero juego de intereses políticos y comerciales, el cuidarse la espalda entre poderosos, y se volvió una lucha contra la censura, una cruzada por la palabra, un clamor por conocer la verdad. Es relativamente usual que intelectuales y artistas firmen cartas para respaldar o rechazar, promover o proscribir, pero no lo es que lo hagan para pedir que se publiquen libros. Eso es toda una gran novedad.

                                                                                                                                "Si todo esto queda evidenciado con el episodio, también queda la comprobación de que hay unos contrapoderes dispuestos a dar la pelea. Periodistas como Laura, como Juanita León, quien fungió en este libro como editora periodística, dejan la ilusión en el aire de que la prensa sigue siendo una reserva de este país" - Sergio Ocampo.
                                                                                                                                Foto: Cortesía

                                                                                                                                Una radiografía completa, en sus negros profundos, sus opacos y sus transparencias, una radiografía de lo que somos, del poder en Colombia, y de los contrapoderes. Así leo yo el episodio que protagonizó editorial Planeta la semana pasada cuando decidió no publicar el libro de Laura Ardila, “La Costa Nostra”, una investigación periodística de largo aliento y a profundidad sobre el clan Char, el grupo hegemónico de Barranquilla y del Caribe colombiano.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                En ese sentido, es imposible negar que luego del lodazal político en que llegó a hundirse Barranquilla, con dos de sus alcaldes encarcelados (Bernardo Hoyos y Guillermo Hoenisberg), y con el atraso urbanístico y el marasmo de una clase dirigente permeada y cooptada por el paramilitarismo, el arribo de Alejandro Char trajo un aire de renovación. La ciudad se transformó de modo rotundo en 15 años, y eso lo viene notando el país entero. Imposible no reconocer que mejores vías, buena infraestructura, nuevos espacios y proyectos públicos dignifican la vida del barranquillero; sin embargo, lo que no se dice es que detrás del milagro están los mismos megacontratistas de siempre, cercanos a los Char, en una circulación de dinero que no es clara del todo, y en cuyo flujo terminan convergiendo capitales de cualquier origen. Y que la transformación urbana se ha quedado más en el cuerpo que en el espíritu y definitivamente no ha constituido mayor equidad y una mejor distribución de la riqueza, algo que sería lo verdaderamente revolucionario.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Si todo esto queda evidenciado con el episodio, también queda la comprobación de que hay unos contrapoderes dispuestos a dar la pelea. Periodistas como Laura, como Juanita León, quien fungió en este libro como editora periodística, dejan la ilusión en el aire de que la prensa sigue siendo una reserva de este país. Y en esa misma senda van actitudes valientes y dignas como la del director literario de Planeta, Juan David Correa, al presentar su renuncia por no compartir los motivos de la editorial ni la decisión de reversar el libro. Y hubo más pues Ana Cristina Restrepo le hizo saber a Planeta que no va a publicar un libro periodístico que tenía comprometido con ellos, y luego se vino la reacción de la comunidad de escritores, de periodistas, de académicos, artistas, intelectuales, para apoyar a Laura, rodearla, y a Juan David, inclusive con una carta a la editorial solicitando publicar el libro y no aceptar la renuncia del director literario. Una osadía, quizá, pero ante todo la comprobación de que en la conciencia de quienes creamos y escribimos, Planeta no es solo una firma que pertenece a unos socios, y sí una insignia, una referencia, un orgullo de quienes hablamos este idioma, que es nuestra patria común.

                                                                                                                                Y entonces, esto dejó de ser el simple veto a un libro, el mero juego de intereses políticos y comerciales, el cuidarse la espalda entre poderosos, y se volvió una lucha contra la censura, una cruzada por la palabra, un clamor por conocer la verdad. Es relativamente usual que intelectuales y artistas firmen cartas para respaldar o rechazar, promover o proscribir, pero no lo es que lo hagan para pedir que se publiquen libros. Eso es toda una gran novedad.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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