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                                                                                                                                La hermosa cátedra de los estudiantes

                                                                                                                                Llevo tantos años siendo profesor que ya no recuerdo el tiempo cuando no lo era. Y me gusta igual que cuando arranqué en 1992 en el Externado a dictar una materia que se llamaba Reportaje y crónica.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La docencia terminó siendo el sello de mi vida junto con la escritura. Y quizás en esa conjunción venturosa está la clave de haber perdurado tantos años, porque casi todo el tiempo en el Externado y en la Javeriana me han permitido combinar las dos cosas que amo: escribir y enseñar. Y como no existe pensamiento sin lenguaje, entonces de alguna manera enseñar a escribir es enseñar a pensar, a pensar mejor. Y concibo ese pensar mejor en poder conectar cada vez más ideas, añadir más significados, interrelacionar más conceptos, desentrañar más simbolismos, y en últimas sentir con más humanidad y empatía lo que le acontece al otro y lo que sucede en el mundo. De todos modos, una de las conquistas que me va dejando la vida es la humildad para reconocer que enseñar va mucho más allá de traspasar o imbuir un conocimiento ya establecido, y más bien es facilitar un proceso íntimo en el que cada quien encuentra sus claves y decide qué quiere apropiar y hasta dónde lo va a desarrollar en su espacio y su tiempo. Y, sin duda, eso rige todavía más cuando se “enseña” a escribir y a pensar en un país que se aprecia inconcluso, pospuesto, inequitativo y brutal. El que nos tocó, al que hay que enderezarle el rumbo y donde hay que combatir ignorancia y olvido.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El viernes, un grupo de estudiantes de una maestría en Derecho, del mismo Externado, envió carta a las directivas para expresar que no quieren seguir teniendo clase con Francisco Barbosa, fiscal general. Emocionante eso de unos muchachos que no se dejan deslumbrar por el alto rango que ostenta un docente y se atreven a desafiar su enorme poder porque no lo consideran moralmente apto para ser su maestro pues “defiende el asesinato de marchantes y el abuso de poder”. La carta es toda una objeción de conciencia a seguir en clase con él por sus declaraciones sobre la posible expropiación de vehículos que obstaculicen las vías y por su aval al concepto de la Fiscalía que liberó de responsabilidad al capitán Manuel Cubillos, determinador directo en la muerte de Dilan Cruz. Según ese fallo, el oficial sufría de exceso de estrés y carga de trabajo, y además Dilan aceptó tiempo atrás haber efectuado robos menores (cuando tenía 10 años), y admitió consumir marihuana y bóxer, y poseer una navaja (cuando tenía 14). O sea, Dilan no era el ciudadano ideal y eso atenúa la responsabilidad de su muerte.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La gran diferencia con las marchas de hace 20 años, o 30 o 40, es que hoy las están moviendo básicamente los jóvenes; ya no se ve solo a los maestros de siempre ni a los sindicalistas que peleaban por lo suyo año tras año. Hasta diría que son minoritarios frente a este arrollador fenómeno de la muchachada marchando hombro a hombro, de universidades privadas y públicas, y sobre todo de ninguna. Gente que no logró ingresar a la educación superior.

                                                                                                                                Vienen empujando y eso sugiere que esto no es episódico, que los cambios ya se ven venir y son irreversibles pues hay unas generaciones nuevas con muchas décadas hacia adelante para asumir ese país distinto, y ojalá mejor, que hoy están reclamando. Una hermosa y magistral cátedra de fe.

                                                                                                                                Llevo tantos años siendo profesor que ya no recuerdo el tiempo cuando no lo era. Y me gusta igual que cuando arranqué en 1992 en el Externado a dictar una materia que se llamaba Reportaje y crónica.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La docencia terminó siendo el sello de mi vida junto con la escritura. Y quizás en esa conjunción venturosa está la clave de haber perdurado tantos años, porque casi todo el tiempo en el Externado y en la Javeriana me han permitido combinar las dos cosas que amo: escribir y enseñar. Y como no existe pensamiento sin lenguaje, entonces de alguna manera enseñar a escribir es enseñar a pensar, a pensar mejor. Y concibo ese pensar mejor en poder conectar cada vez más ideas, añadir más significados, interrelacionar más conceptos, desentrañar más simbolismos, y en últimas sentir con más humanidad y empatía lo que le acontece al otro y lo que sucede en el mundo. De todos modos, una de las conquistas que me va dejando la vida es la humildad para reconocer que enseñar va mucho más allá de traspasar o imbuir un conocimiento ya establecido, y más bien es facilitar un proceso íntimo en el que cada quien encuentra sus claves y decide qué quiere apropiar y hasta dónde lo va a desarrollar en su espacio y su tiempo. Y, sin duda, eso rige todavía más cuando se “enseña” a escribir y a pensar en un país que se aprecia inconcluso, pospuesto, inequitativo y brutal. El que nos tocó, al que hay que enderezarle el rumbo y donde hay que combatir ignorancia y olvido.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El viernes, un grupo de estudiantes de una maestría en Derecho, del mismo Externado, envió carta a las directivas para expresar que no quieren seguir teniendo clase con Francisco Barbosa, fiscal general. Emocionante eso de unos muchachos que no se dejan deslumbrar por el alto rango que ostenta un docente y se atreven a desafiar su enorme poder porque no lo consideran moralmente apto para ser su maestro pues “defiende el asesinato de marchantes y el abuso de poder”. La carta es toda una objeción de conciencia a seguir en clase con él por sus declaraciones sobre la posible expropiación de vehículos que obstaculicen las vías y por su aval al concepto de la Fiscalía que liberó de responsabilidad al capitán Manuel Cubillos, determinador directo en la muerte de Dilan Cruz. Según ese fallo, el oficial sufría de exceso de estrés y carga de trabajo, y además Dilan aceptó tiempo atrás haber efectuado robos menores (cuando tenía 10 años), y admitió consumir marihuana y bóxer, y poseer una navaja (cuando tenía 14). O sea, Dilan no era el ciudadano ideal y eso atenúa la responsabilidad de su muerte.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La gran diferencia con las marchas de hace 20 años, o 30 o 40, es que hoy las están moviendo básicamente los jóvenes; ya no se ve solo a los maestros de siempre ni a los sindicalistas que peleaban por lo suyo año tras año. Hasta diría que son minoritarios frente a este arrollador fenómeno de la muchachada marchando hombro a hombro, de universidades privadas y públicas, y sobre todo de ninguna. Gente que no logró ingresar a la educación superior.

                                                                                                                                Vienen empujando y eso sugiere que esto no es episódico, que los cambios ya se ven venir y son irreversibles pues hay unas generaciones nuevas con muchas décadas hacia adelante para asumir ese país distinto, y ojalá mejor, que hoy están reclamando. Una hermosa y magistral cátedra de fe.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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