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Recuerdos.
Siempre las Navidades. El pesebre, el olor de la lama, en aquel entonces arrancarles la piel a las montañas para poner en tierra firme a los reyes magos, José y María, y el niño que nacería el 24, no era un delito ecológico, sino apenas un recurso para darle forma a una inverosímil mezcla de tiempos, animales, y otras criaturas que poblaban ese espacio de celebración. Era entonces el calor de hogar, te recuerdo con mi padre, la preparación de la Nochebuena, a las doce con seguridad llegaría el Niño Dios, “pero te tienes que ir a dormir”, me decías, y en efecto se cumplía el milagro, al otro día, en la cabecera de mi cama, el regalo que había soñado. Tú siempre al lado de mi padre, en las duras y en las maduras, en las de cal y en las de arena. Siempre el optimismo cuando más me hacía falta, cuando uno veía que ya casi todo estaba perdido. Y esa mirada ingenua que tenías a pesar de todo lo que habías visto en tu larga vida de cien años. Celebramos tu siglo de paso por este mundo en abril de 2024, hacía mucho tiempo que no veías a tu familia completa, hijos, nietos, bisnietos, la familia extensa, tú, Georgina, también celebrabas el milagro de la vida. Y después, poco a poco, cuando sentiste el amor que te rodeaba, cuando ya estuviste segura de que habías creado lazos indestructibles entre nosotros, entonces fue el momento en que empezaste, poco a poco, a dejar este mundo, y tu existencia física se apagó. Pero ahí estás, en la certeza que tengo de que siempre hay una esperanza.
Juventud.
Luis Carlos Galán o Gerardo Molina, por quién votar. Usted se la jugó por Galán, no por el viejo socialista, al que respetaba, pero prefería algo más real, no esa utopía por la que íbamos a votar unos cuantos miles. Eso era 1980. Ahí empezó nuestro diálogo político, ah, y también el cine, desde los hermanos Acevedo, hasta Pura Sangre. Las culturas populares, Jesús Martín Barbero nos abrió los ojos, no todo era en blanco y negro, al final el melodrama era lo nuestro, tenía profundos hilos comunicantes con el caudillismo. Nos acercamos a las telenovelas como expresión de esa gran paradoja llamada América Latina. Usted, Juan Guillermo, y yo nos metimos a estudiar también historia, la carrera completa, pero lo que nos interesaba de verdad eran las diversas teorías de los historiadores, y nuestro país, cómo aportar. Llegamos a El Espectador, Don Guillermo le abrió las puertas a una nueva generación, los Martes de la Juventud, con nuestros amigos y compañeros, Marisol, Santiago, Patricia, Carlos, María Raquel. Nos reunimos muchas veces, la rumba, la salsa, lo de la época, el Goce Pagano, Quiebracanto, la Teja Corrida, toda la música que había salido de la resistencia a las dictaduras del Cono Sur, lo que se cantó durante la Unidad Popular, y después; y la extraña sensación de ver Cuba como una dictadura y también como una esperanza, al menos en su cine, en la literatura, en el teatro. Pero todo era muy militante, con algunas excepciones, la trova cubana, los Van Van. Y se dedicó a explorar las medicinas alternativas, las culturas indígenas, esa otra vida tan alejada del frenesí urbano. Y siguió en el cine, en las artes audiovisuales, en cómo entender a un país tan complicado bajo otro signo que no fuera el lenguaje plano, crudo, de la política. Hermano, ahí usted brilló, fue director de la escuela de cine y televisión de la Universidad Nacional. Lo suyo era formar a las nuevas generaciones en la disciplina y el arte de contar historias novedosas, diversas, creativas, sobre nuestro histórico despelote. Un día, un mensaje de texto de un amigo común llevaba la noticia “se nos fue nuestro querido Juan Guillermo”. De inmediato se prendió esa película de nuestras historias de juventud, de nuestra amistad, de un recorrido por un país que hemos amado a pesar del odio y de la violencia. Usted dejó testimonio de esa pasión, y sé que sus alumnos quedaron marcados por su esfuerzo por entender, desde diferentes perspectivas, una realidad abrumadora y bella. Ese es su legado.
Proyectos.
Para Jorge Enrique el periodismo, la literatura, el cine o la música, o todos juntos, eran la manera para acercarse al mundo y tratar de entenderlo. Siempre creyó en la revolución, es decir, en una manera distinta, novedosa, de hacer y sentir las cosas. Y de cambiarlas, para algo mejor. Siempre le interesó abrir nuevos espacios, experimentar. Así lo conocí, hace cerca de treinta años, cuando trataba de aprovechar un espacio institucional, en la subdirección de comunicaciones de Colcultura, y después en el Ministerio de Cultura, para producir documentales y series que trataran de escudriñar nuestra a veces indescifrable realidad. Con la creación del Ministerio de Cultura nació también La Franja, una programación especial para el canal público, en la que había de todo: programas de opinión, documentales, cine a la lata, Historias de Bolsillo (serie histórica que escribí y dirigí), musicales, programas infantiles. Se creó una especie de productora con los dineros que provenían de los pagos que hicieron RCN y Caracol al Estado para convertirse en canales privados. Por primera vez en la televisión pública, fue posible crear una programación que fuera de verdad una alternativa real, refrescante, a la comercial. Y el gran inspirador y líder fue Jorge Enrique. Era además un reportero que atravesó el país cubriendo temas políticos. Pero fue en ese cruce entre documental, reportaje y literatura, que este reportero, escritor y documentalista, logró mostrarle a Colombia y al mundo los horrores de la guerra. Creyó siempre en la paz, y en la democracia, una democracia de verdad, sin el lastre autoritario de los políticos de siempre. Porque vivió y padeció la violencia de manera directa. Era un hombre solidario, divertido, generoso, tenía la capacidad de sorprenderse y admirar el trabajo de los demás. Y de ser, por cierto, un crítico implacable. “Hermanito, el mandamiento décimo primero es no dar papaya”, me dijo alguna vez. Así pudo sobrevivir a muchas dificultades y amenazas por su compromiso con la solución negociada al conflicto armado. Nunca dejó de creer en esa alternativa. Se fue en agosto, la noticia de su muerte me impactó. No lo veía desde hacía un buen tiempo. Sus libros y documentales son el testimonio de esa aventura de creer en un país distinto. Ese fue su proyecto de vida y su gran aporte al país.