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Entre perros y gatos

Sergio Otálora Montenegro
21 de septiembre de 2024 - 05:00 a. m.
"El último tramo de la campaña presidencial ha mostrado el grado de tensión que se registra en las redes sociales": Sergio Otálora
"El último tramo de la campaña presidencial ha mostrado el grado de tensión que se registra en las redes sociales": Sergio Otálora
Foto: EFE - SARAH YENESEL

MIAMI.- El último tramo de la campaña presidencial en Estados Unidos ha mostrado, en tiempo real, el grado de tensión y pugnacidad que se registra sobre todo en las redes sociales, y en las diatribas de Trump y su fórmula, J.D. Vance, contra los inmigrantes.

Están a todo vapor: desde la patraña de que los haitianos, en Springfield, Ohio, secuestran perros y gatos, y después se los comen, hasta la ya clásica de la invasión de locos, criminales, y toda clase de gente rara (es decir, que no es blanca ni habla inglés) proveniente de países que “nadie conoce”. Pero Trump le ha dado un giro muy peligroso a lo anterior, con un concepto preocupante, según lo reseña la revista Mother Jones: remigración, es decir, devolver a los migrantes (incluso a los que hayan adquirido la ciudadanía estadounidense) a sus países de origen. A esto lo califican como una “sutil limpieza étnica”. Por lo tanto, ya no se trataría sólo de las deportaciones masivas de indocumentados.

Según Trump, “Vamos a suspender todos los vuelos de migrantes y su entrada ilegal… revocar la inmunidad para la deportación, suspender la reubicación de refugiados, y devolver a los inmigrantes ilegales que trajo Kamala a sus países de origen -también conocida como remigración. Voy a salvar nuestras ciudades y pueblos en Minnesota, Wisconsin, Michigan, Pennsylvania, North Carolina, y a través de América. MAGA 2024″.

Remigración es un término que utiliza la extrema derecha xenófoba europea para “forzar o promover la repatriación de personas que no son europeas desde el punto de vista étnico”, según Wikipedia. Por ejemplo, ciudadanos alemanes o franceses de origen africano.

Como bien lo dijo el gobernador de Ohio, el republicano Mike DeWine (quien apoya a Trump y su fórmula vicepresidencial) “los haitianos que viven en Springfield trabajan en esa ciudad de manera legal, aprovechando que muchas empresas se han trasladado allá; ellos son muy buenos trabajadores y su presencia, para ser francos, ayuda a la economía”.

La razón de que J.D. Vance se haya inventado esa historia nace de una estrategia perversa: poner el tema migratorio en la agenda noticiosa, así sea a punta de exageraciones o falsedades, como lo reconoció el candidato a vicepresidente en una entrevista con CNN. La idea era quitarle fuerza al debate sobre el aborto, que es criptonita para los republicanos, y disparar el espantapájaros de la frontera y la supuesta caravana de “millones y millones de ilegales” que se están tomando por asalto al país, un argumento que cae muy bien en la base trumpista, pero no en una porción importante de los independientes.

Trump y sus aliados están desesperados, pero eso no los hace menos peligrosos, y aún tienen varias opciones de volver a ocupar la Casa Blanca. Sin embargo, las últimas encuestas, de manera persistente, tienen a Kamala Harris ganando por un estrecho margen en los estados péndulo, donde se deciden las elecciones: Michigan, Wisconsin y Pennsylvania. Pero la actual vicepresidenta está empatada con Trump (47%-47%) en la última encuesta nacional del New York Times/Siena.

Los dos atentados contra el expresidente y delincuente convicto - hay que recordarlo – pintan un panorama desolador, en el que cualquier cosa puede pasar el día de la elección presidencial (el 5 de noviembre) y horas después de cerradas las urnas, sobre todo si el ex animador de televisión y supuesto multimillonario es rechazado una vez más por electorado. Los resultados totales no se conocerán esa noche, pero sí habrá una clara tendencia, y lo más probable es que el hombre naranja no acepte los resultados si le son adversos.

Hace cuatro años la dirigencia republicana, los medios de comunicación conservadores, y abogados de la franja lunática se prestaron para insistir, contra toda evidencia, que a Trump le habían robado la elección. Fox News perdió una demanda por difamación interpuesta por la empresa Dominion Voting Systems. Al canal de los Murdoch le tocó pagar una multa de $787.5 millones de dólares por decir mentiras sobre las máquinas de votación durante los comicios presidenciales de 2020. A Rudy Giuliani –el más locuaz y demente del “equipo legal” de Trump- le suspendieron su licencia de abogado en Nueva York también por dar falsos testimonios ante los tribunales durante las demandas por supuesto fraude electoral, y debe pagar una cifra millonaria por difamación. Las otras dos abogadas de la defensa de Trump –Jenna Ellis y Sidney Powell- están metidas en serios líos legales por tratar de justificar lo injustificable y de torcer la verdad: el triunfo limpio de Joe Biden en las urnas.

Con este precedente, no es claro si los medios de comunicación de ultraderecha y el liderazgo republicano más extremista quieran de nuevo revolcarse en el lodo con Trump, y seguir su juego negacionista. Pero hay unas milicias armadas y unos fanáticos que podrían seguir al pie de la letra los llamados a la violencia del expresidente. Ya lo hicieron una vez, el 6 de enero de 2021.

Lo que sí es claro es que un triunfo de Trump lanzaría a este país por el despeñadero del autoritarismo. El plan está listo y hecho a la medida de sus impulsos fascistoides, lo mismo que el piso legal para que el nuevo presidente pueda abusar aún más del poder, con un elemento nuevo: la Corte Suprema le otorgó una inmunidad casi total a la institución presidencial.

Esta elección del nuevo “líder del mundo libre” será la primera en la historia moderna de Estados Unidos en la que no se sabe a ciencia cierta si habrá o no una aceptación pacífica de los resultados y una posesión sin brotes de violencia del nuevo mandatario de esta potencia cada vez más parecida a lo que tanto despreció y manipuló: las llamadas repúblicas bananeras.

 

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