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En la introducción de “El atroz redentor Lazarus Morell”, Jorge Luis Borges le adjudicó más de 18 consecuencias a la llegada de los negros a América. Mencionó los blues de Handy, los 500.000 muertos de la guerra de Secesión, la admisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia, el musical ¡Aleluya!, la cruz y la serpiente en Haití (símbolos del vudú), el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, el candombe y esa “rumba deplorable” conocida como El manisero.
Borges pensaba que los problemas de violencia con los negros, y la “devoción” hacia ellos que observó durante el tiempo que vivió en Estados Unidos, tenían sus orígenes en un error: educarlos. “Yo estuve en un congreso donde se discutían los problemas de la traducción y había poetas negros que afirmaban que ellos constituían una raza superior, una especie de hitleristas al revés y con menos razón, porque convengamos en que, de alguna manera, Alemania ha sido más importante para el mundo que el Congo”.
¿Cómo solucionar semejante entuerto? ¿Acudiendo a la vieja táctica de limitar las posibilidades de desarrollo de un grupo para que se mantengan mansitos y las cosas no se salgan de control?
La abuela de Borges solía decirle que los negros carecían de memoria histórica. Afortunadamente, el profesor de primaria de Arturo Schomburg opinaba lo mismo. Un día, en su natal Puerto Rico, Schomburg le escuchó decir a su maestro que los negros no tenían historia ni héroes que admirar. Ese comentario fue la semilla de una obsesión. Schomburg dedicó su vida a crear una de las más importantes colecciones de obras de arte del legado africano, miles de libros y un archivo que incluye manuscritos de mujeres y hombres esclavizados en América. Está de más decir que algunos elementos de dicha colección jamás serían valorados por los honorables artífices de nuestra historia oficial.
Mi abuelo solía decir que no hay sabio que lo sepa todo ni ignorante que no sepa nada. ¿Borges escuchó alguna vez la versión de El manisero de Dámaso Pérez Prado? ¿Visitó el Centro Schomburg de Investigación en Cultura Negra de Nueva York? ¿Conoció la historia de Patricia Bath?
Hablemos un poco de la doctora Bath. Cofundadora del Instituto Americano para la Prevención de la Ceguera. Hija de dos vecinos de Harlem, la señora Gladys, ama de casa, descendiente de esclavos africanos y americanos cherokees, y el señor Rupert, un inmigrante de Trinidad y Tobago. La doctora Bath obtuvo el título de licenciada en química en la Hunter College de Nueva York. En 1968 se graduó con honores en Howard University. Un error le permitió, disculpen, quiero decir que una beca le permitió completar su formación en la Universidad de Columbia, donde fue la primera residente afroamericana que se especializó en oftalmología. Todo esto ocurría cuando algunas comunidades negras de Estados Unidos ni siquiera tenían escuela secundaria.
Vámonos rápidamente al miércoles 3 de agosto de 1977. Estamos en el auditorio del Teatro Coliseo de Buenos Aires. Borges entra del brazo de una mujer. Elegante, como siempre. Con su aplomo de hombre genial, como nos tiene acostumbrados. Busca a tientas el borde de la mesa donde le han colocado dos micrófonos y un vaso de agua. La mujer lo ayuda a sentarse. “¿Y el agua dónde está?”, pregunta Borges. Antes de abandonar el escenario, la mujer comprueba que la mano de él reconoce el camino que va hasta el vaso de agua. Borges está a punto de dictar una charla sobre un tema que le atañe directamente: la ceguera. Al final de su charla dirá que “un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista. Todo lo que pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte; tiene que aprovecharlo”.
No nos olvidemos de la doctora Bath. No quiero dejar de contarles que el primer despacho que le asignaron estaba en un sótano, junto a los animales del laboratorio. La doctora Bath no alegó un trato sexista o racista. Simplemente solicitó un espacio con mejores condiciones. Muchos de sus antepasados tuvieron que acallar su dignidad para mantenerse con vida. La doctora Bath estaba dispuesta a aprovechar la arcilla que le habían dado sin doblar la espalda. Fue la primera mujer en el Departamento de Oftalmología de la Universidad de California en Los Ángeles y la inventora del Laserphaco Probe, un dispositivo y una técnica para eliminar una de las principales causas de la ceguera.