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El tiempo de las muchachas en flor

Sorayda Peguero Isaac
06 de julio de 2024 - 05:05 a. m.

Sabía que la historia de Liliana se convertiría en uno de esos dolores que se extiende por el cuerpo sin que pueda distinguir su centro de gravedad. Retrasé la lectura del libro durante dos años. A veces hojeaba sus páginas con la prevención que provoca un animal por el que se siente atracción y algo de miedo. No podía seguir evitándolo. Tenía una cita para conversar con Cristina Rivera Garza sobre el libro en el que cuenta cómo era su hermana antes y después de conocer al hombre que la mató.

El archivo de Liliana Rivera Garza estaba compuesto por un buen número de cartas. No solo conservaba las cartas que recibía de sus amigas, también guardaba copias de las que ella misma enviaba. Su hermana Cristina escribió que “tal vez no existan en el mundo cartas de amor más ardientes que las que se hacen llegar, ya por correo o ya en persona, las adolescentes”. La frase me levantó del sillón y me puso delante de una pequeña caja que llevaba varios años sin abrir.

Era algo que hacíamos. Las adolescentes que crecían en México en los años 80. Las que íbamos a la secundaria en República Dominicana una década más tarde y las que tenían prohibido aprender a leer y escribir en la provincia china de Hunan hace cientos de años. No fue fácil para ellas. Con un lenguaje inventado, el nushu, se comunicaban a través de cartas que eran quemadas cuando moría la mujer que las escribió.

En El invencible verano de Liliana, Cristina Rivera Garza dedica algunas páginas a las cartas manuscritas de su hermana, una práctica en desuso que ha sido sustituida por veloces herramientas de comunicación que nos sirven la correspondencia en pantallas de cristal líquido. Las cartas de Liliana tuvieron un papel relevante en la reconstrucción de esa etapa vital que su hermana describe como el tiempo de las muchachas en flor: “Las cartas eran una manera de avanzar juntas, protegiéndose la una a la otra, a medida que se alejaban de la tierra firme de la obediencia y la docilidad”.

La tradición nos enseñaba que debíamos competir y recelar de nuestras intenciones, como hacían las malas y las buenas de las telenovelas y las princesas y las brujas de los cuentos, pero las consecuencias de transitar la adolescencia sin amigas era una experiencia poco apetecible para cualquier chica que quisiera sobrevivir al fango movedizo de las dudas. ¿Éramos realmente nuestras? ¿A quiénes les pertenecían estos cuerpos que empezaban a descubrir un deseo que no sabíamos nombrar? ¿A quién podíamos revelarle un secreto sin temor a ser juzgadas o señaladas como hierbas de dudoso perfume? ¿A quién debíamos ofrecerle el corazón sin temor a que quisiera adueñárselo, aprisionarlo dentro de un puño? Los misterios de la vida se abrían lentamente, revelando su aroma a rosas nocturnas o su hedor a desechos putrefactos.

He conservado mi propio hatillo de cartas anudado con una cinta. Las de ella están escritas con tinta rosada y verde. Páginas de cuaderno que tienen los bordes adornados con dibujos y las variantes de mi nombre por las que ella solía llamarme. Encuentro cosas en común entre sus cartas y las de Liliana y sus amigas. Hay reproches, disculpas, gratitud, promesas, amor, celos. Hay belleza y voluntad de eternidad. “Amigas por siempre”. “Cuenta conmigo siempre”. “Nos tendremos siempre”.

En un momento de su vida, del mismo modo que lo hizo Liliana una vez, ella desobedeció las leyes que pretendían controlar ciertas demarcaciones de su cuerpo. Me había ido del país. No contestó mi llamada del 7 de julio para felicitarla por su cumpleaños. No supe si alguien la acompañó a la clínica. No conocí los detalles de su convalecencia. No sé cómo fueron sus últimas horas, después de someterse a un procedimiento ejecutado clandestinamente por ser considerado ilegal. Hubo un tiempo en que creíamos que avanzar juntas nos protegería de todos los males, incluso de la tragedia de perdernos.

sorayda.peguero@gmail.com

 

Maribel(27840)07 de julio de 2024 - 03:41 p. m.
Es mejor ser ese que se va pero sobre todo no volver nunca, porque cuando oigas que alguien que amabas murió o casi murió no habrá ya un mañana, irse de una vez y para siempre.
myriam(sys5t)06 de julio de 2024 - 11:10 p. m.
Sorayda, me encantan tus escritos, tienen magia, añoranza, belleza. Escritos como los tuyos hacen los recuerdos mas hermosos .Felicitaciones
Edgar(40706)06 de julio de 2024 - 07:06 p. m.
Lo comparto totalmente
jorge(20292)06 de julio de 2024 - 06:49 p. m.
Increible, Felicitaciones por recordarnos
Mar(60274)06 de julio de 2024 - 03:13 p. m.
¡Todas sus columnas son excelentes!
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