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                                                                                                                                Un blues para Betto

                                                                                                                                A José Alberto Martínez, Betto, mi querido compañero de página.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El humor elegante y el chiste insustancial están separados por un margen estrecho. Mientras que el primero concentra sus esfuerzos en quitarle kilos de carga a la realidad —una labor que requiere dosis adecuadas de inteligencia, ternura y compasión—, el segundo puede ser despiadado y caer en la burla fácil. Una vez le dije a Betto que pocos caricaturistas cultivan una elegancia sostenida en el tiempo como lo había hecho él. Sospecho que esa lealtad a ciertos modos de hacer debía ser otra de sus mañas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La última vez que nos vimos, Betto dispuso sus acuarelas de la isla de Johnny Cay sobre su mesa de dibujo. Después me asignó la difícil tarea de escoger una. Yo contemplaba los trazos verdes, blancos y azules bajo la luz de un foco. Atenta a cualquier pálpito que pudiera señalarme la deseada. Contenta de recibir la belleza inmutable de un paisaje como no hay otro en el mundo. Una isla cautiva por la insistencia de sus ojos.

                                                                                                                                Cuánto se puede extrañar una sonrisa amplia. Una nobleza singular. Una melancolía no resuelta y el armónico sonido de la música preferida. Cuánto se puede extrañar la instantánea en blanco y negro acompañada de su saludo sabatino: “Feliz amanecer, querida compañera de página”. No podemos expresar la nostalgia en valores cuantificables. Por eso se inventó el blues.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                sorayda.peguero@gmail.com

                                                                                                                                A José Alberto Martínez, Betto, mi querido compañero de página.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El humor elegante y el chiste insustancial están separados por un margen estrecho. Mientras que el primero concentra sus esfuerzos en quitarle kilos de carga a la realidad —una labor que requiere dosis adecuadas de inteligencia, ternura y compasión—, el segundo puede ser despiadado y caer en la burla fácil. Una vez le dije a Betto que pocos caricaturistas cultivan una elegancia sostenida en el tiempo como lo había hecho él. Sospecho que esa lealtad a ciertos modos de hacer debía ser otra de sus mañas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La última vez que nos vimos, Betto dispuso sus acuarelas de la isla de Johnny Cay sobre su mesa de dibujo. Después me asignó la difícil tarea de escoger una. Yo contemplaba los trazos verdes, blancos y azules bajo la luz de un foco. Atenta a cualquier pálpito que pudiera señalarme la deseada. Contenta de recibir la belleza inmutable de un paisaje como no hay otro en el mundo. Una isla cautiva por la insistencia de sus ojos.

                                                                                                                                Cuánto se puede extrañar una sonrisa amplia. Una nobleza singular. Una melancolía no resuelta y el armónico sonido de la música preferida. Cuánto se puede extrañar la instantánea en blanco y negro acompañada de su saludo sabatino: “Feliz amanecer, querida compañera de página”. No podemos expresar la nostalgia en valores cuantificables. Por eso se inventó el blues.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                sorayda.peguero@gmail.com

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