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“Hay que aprender de Javier Milei”, dijo Mauricio Cárdenas quien (de acuerdo con la prensa) está “en el sonajero de posibles precandidatos presidenciales”. Cárdenas habló de recortar los gastos del Estado, tal y como lo prometieron Trump y Milei, e hizo un llamado a defender la libertad. “Tenemos que reivindicar la libertad” dijo el economista de la Universidad de los Andes que ha pertenecido a gobiernos nacionales desde 1993.
A los 31 años y con menos de 6 años de experiencia laboral (el resto lo había dedicado a estudiar) Cárdenas fue nombrado viceministro de Desarrollo de Virgilio Barco. Como pocos en Colombia, Cárdenas tuvo la libertad de cambiar de trabajo solo tres semanas después, cuando Jaime Castro, quien era para ese momento el alcalde de Bogotá, lo nombró gerente general de la Empresa de Energía. Como pocos en Colombia, Cárdenas tuvo la “libertad” de volver a cambiar de trabajo menos de un año después, cuando fue nombrado ministro de Desarrollo Económico de César Gaviria. Y de volver a cambiar cuatro años después, cuando fue nombrado ministro de Transporte de Andrés Pastrana. De hecho, según narra su biografía, Cárdenas es conservador del ala pastranista y durante su gobierno, además de ministro, fue director de Planeación Nacional.
Su padre es Jorge Cárdenas Gutiérrez, ex gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, y expresidente de la Junta Directiva de la Federación Nacional de Biocombustibles. Cárdenas hijo llegó eventualmente a la cartera de Minas y Energía en el gobierno Santos (Juan Manuel). “No tengo la menor duda de que este sector minero-energético es la mejor oportunidad que tiene Colombia para avanzar hacia el desarrollo”, afirmó entonces. Pocos meses después fue nombrado ministro de Hacienda.
Luego de más de 30 años definiendo las vidas de millones de colombianos, Cárdenas nos habla de recuperar la libertad.
“Dejemos que los politiqueros se sigan reuniendo entre ellos, en su burbuja, tomando whiskey a manteles blancos... en el 2026, los vamos a derrotar” afirmó Vicky Dávila, refiriéndose a políticos como Cárdenas o Santos (Juan Manuel). En discursos reminiscentes a los mejores tiempos de Uribe Vélez, Dávila manifiesta su odio contra los cocteles y las roscas de la capital del país y se proyecta como una alternativa alejada de las élites, los clubes sociales y la política.
La otrora directora de La FM, que también habla de recuperar la Colombia que se ha perdido (en los menos de tres años de la Presidencia Petro), nos pone como ejemplo a Guyana, país que luego de un gran hallazgo petrolero ha recibido ganancias por 3.500 millones de dólares en menos de cinco años y está dando 300 libras esterlinas en efectivo (por concepto de dividendos) a todos sus ciudadanos. Al igual que Cárdenas, la precandidata apuesta todas sus fichas al sector minero-energético.
Lo que no nos cuenta Dávila es que la hiperinflación en Guyana ha encarecido los alimentos básicos, y que en el vecino país gobierna un partido populista parecido a los que gobernaron y gobiernan a Venezuela. Tampoco nos cuenta que trabaja en llave, desde hace varios años, con el Grupo Gilinski. Es decir, en llave con la élite que “toma whiskey” (el multimillonario Jaime Gilinski Bacal es hoy ser el segundo colombiano más rico en el mundo con una fortuna de US$7.700 millones de dólares de acuerdo con la Revista Forbes)
Lo que no nos cuenta Dávila es que no solo comparte las ideas económicas y las amistades elitistas de Cárdenas. Sino que también busca el mismo futuro, que no es sino una vuelta a nuestro pasado reciente. Por esto, como Cárdenas, Dávila elogia a “Javier Milei, el candidato de la Libertad”.