Los Char se enriquecen con un “ecoproyecto” dañino
En el marco del día mundial del medio ambiente, el pasado 4 de junio, El Heraldo de Barranquilla aplaudió las nuevas atracciones del “Ecopark” Ciénaga Mallorquín. El diario, que celebra cotidianamente todas las operaciones de la casa Char, alardeó sobre el “círculo virtuoso de proyectos de infraestructura azul y verde” que germina en la ciudad. Círculo que jalonará un “turismo sostenible a partir de un óptimo uso de recursos ambientales”.
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En el marco del día mundial del medio ambiente, el pasado 4 de junio, El Heraldo de Barranquilla aplaudió las nuevas atracciones del “Ecopark” Ciénaga Mallorquín. El diario, que celebra cotidianamente todas las operaciones de la casa Char, alardeó sobre el “círculo virtuoso de proyectos de infraestructura azul y verde” que germina en la ciudad. Círculo que jalonará un “turismo sostenible a partir de un óptimo uso de recursos ambientales”.
En video y por escrito, la editora general Érika Fontalvo habló con entusiasmo de estas atracciones: “un loop de avistamiento de aves”, “un imponente sendero en forma de caracol de 11 metros de altura que hace grata la observación de 155 especies… y disfrutar de los mangles en un ejercicio de contemplación único, casi sublime” y una “zona para la práctica de deportes náuticos”. Aclaró, no obstante, que la práctica de deportes náuticos deberá hacerse en embarcaciones “sin motor”. Esta aclaración se hace probablemente para poner de relieve el carácter súper ecológico (el “círculo virtuoso azul y verde”) del Ecopark de la casa Char y de la ciudad misma.
Aunque no lo noten Fontalvo, ni los Char ni El Heraldo, tanto los pájaros, como los manglares y barquitos sin motor, están rodeados por una construcción frenética de torres de apartamentos, comercios y parqueaderos. Y los pájaros, manglares y barquitos sin motor podrán avistarse entre las nubes de polvo que se levantan de unos suelos en que se construye con cemento. Unos suelos en los que antes había bosque seco. Esto, pues a solo 8 kilómetros del mentado “loop de avistamiento”, se construyen 18.000 nuevas unidades de vivienda en la llamada “Ciudadela Mallorquín”. Estos 8 kilómetros son, además, los que bordean la dichosa ciénaga. La del Ecopark y el círculo virtuoso. Son, además. los que alojaban más de 50 hectáreas de bosque seco tropical
“Indudablemente”, opina El Heraldo sobre el Ecopark, “este megaproyecto situado… entre los populosos sectores de Las Flores, tradicional barrio de pescadores de Barranquilla, y del corregimiento La Playa, es mucho más que un centro de ocio o disfrute en medio de la naturaleza”.
Indudablemente, podríamos contestarles, el megaproyecto está acabando con la pesca y vida cotidiana en el corregimiento La Playa. Alfredo Santos, juez de paz de La Playa, declaró ante la prensa que “se están vulnerando los derechos fundamentales, principalmente porque este proyecto no beneficia a la comunidad del corregimiento ni a los pescadores”. Indudablemente, podríamos contestarles, el megaproyecto está acabando con la pesca y vida cotidiana en las Flores. En 2022, residentes de las Flores que vivían de vender comida y bebidas a turistas de clase media y baja que viajaban hasta allí para conocer el estuario y comer pescado frito, fueron desalojados por el Esmad.
Puede pensar el lector dominical que el Ecopark (y el frenesí inmobiliario que desató) sólo afecta a pescadores y familias de corregimientos y barrios empobrecidos. Y se trata entonces de una concesión razonable frente al progreso. Sin embargo, debe quedar claro que los efectos del Ecopark y la Ciudad Mallorquín van a afectar a toda la ciudad, incluso a los barrios del norte. Los aguas residuales del proyecto urbanístico Ciudad Mallorquín, a cargo de la constructora Argos, serán vertidas aguas abajo del río Magdalena.
Indudablemente, podríamos recordar, de cara al editorial de El Heraldo, este megaproyecto es mucho más que “un centro de ocio”. Contribuye al enriquecimiento de contratistas, constructores, y otros avispados que, en contubernio con las administraciones de Barranquilla, han contribuido a la degradación ambiental de toda la zona metropolitana –y ahora se hacen más exitosos en la ciénaga, al norte de Barranquilla.