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Trópicos tóxicos


Tatiana Acevedo Guerrero
14 de julio de 2024 - 05:05 a. m.

La clordecona se utilizó por primera vez en las fincas bananeras de Guadalupe y Martinica contra el “picudo”, una plaga que afectó la producción en 1972. A lo largo de los 70 y 80, los y las trabajadoras del banano la usaron en su presentación de polvo blanco, aplicándola debajo de la fruta para protegerla. Este trabajo se hacía sin guantes ni otra protección. “Nos solían decir que no bebiéramos o comiéramos nada cuando lo echábamos”, explicó un hombre martiniqués a la prensa. En los noventa a algunos se les recomendó ducharse luego del trabajo y usar guantes y máscaras.

La clordecona fue prohibida en Estados Unidos (donde era conocida como Kepone) en 1976, luego de que los trabajadores de la propia fábrica del pesticida sufrieran daños neurológicos. Tres años después, en 1979, fue clasificada como posible carcinógeno para los humanos por la Organización Mundial de la Salud. En Francia se prohibió en 1990. Menciono a Francia, porque tanto Guadalupe como Martinica, islas del Caribe, son departamentos franceses. Hacen parte de esa nación, aunque no tanto, pues pese a la prohibición del pesticida, una exención ministerial permitió que sus fumigaciones con clordecona continuaran hasta 1993. Entonces, como ahora, la mayoría de grandes productores de banano eran descendientes directos de los productores esclavistas de azúcar, una pequeña minoría blanca (con control económico de las islas) conocida como los békés.

De la Musa paradisiaca, el pesticida se extendió al suelo. Del suelo a las aguas subterráneas. De estas aguas a los ríos y a las costas del mar. Se contaminaron las plantas y los pastos que alimentan los animales. Al menos un tercio de las zonas agrícolas útiles para el cultivo y al menos un tercio de las costas marinas están contaminadas (y como la molécula se degrada despacio en el suelo, es difícil hacer predicciones). Es por esto que hay hoy estrictas restricciones a la agricultura y la pesca locales y las poblaciones de ambas islas tienen que importar más del 70 % de los alimentos que consumen.

Hay estudios que señalan un vínculo entre los niveles de exposición a la clordecona durante el embarazo y un mayor riesgo de parto prematuro. Y que señalan una relación entre la aparición de cáncer de próstata y la exposición a este pesticida. En Martinica, según estudios oficiales, alrededor del 90 % de la población tiene un nivel detectable de moléculas de clordecona en la sangre.

Desde París, algunos intentan lavarse las manos y no asumir responsabilidades. “No debemos decir que es cancerígeno. Está establecido que este producto no es bueno, hay prevalencias que han sido reconocidas científicamente, pero no debemos llegar a decir que es cancerígeno”, declaró Macron en 2019. Sin embargo, se implementa hoy el “Plan Clordecona”: un paquete de medidas para paliar los estragos mediante inversiones en el territorio afectado (130 millones de euros entre 2021 y 2027) y se regula el acceso a indemnizaciones.

“Viví toda mi infancia en la península de San José”, le cuenta Isabelle, una mujer en sus cuarenta, a la periodista Jessica Oublié, “Cuando éramos pequeños teníamos que cruzar los platanales para ir a la escuela. Durante los recreos veíamos pasar los aviones rociando el pesticida sobre las hojas de plátano y lo recibíamos sobre la piel. Para nosotros era como un juego”. Hoy, haciendo frente a varias enfermedades y a las de su pequeño hijo, Isabelle confiesa “solo después comprendí las consecuencias”.

La historia de estas dos islas, con las que Colombia comparte el Caribe, resuena desde varias coincidencias. Por una parte, empresas bananeras poderosas hicieron sus propias leyes por tantas décadas y conocemos poco sobre sus prácticas tóxicas. Por otra, hemos sido testigos de aspersiones aéreas de glifosato, decididas además por una pequeña élite de gobernantes presionados por los Estados Unidos. Vale la pena pensar en los legados tóxicos en nuestros suelos, aguas subterráneas, ríos, mares. Como en estas islas, hay poblaciones con trazos tóxicos en la sangre que merecen hoy reconocimientos y reparaciones.

 

Radar(44002)14 de julio de 2024 - 06:19 p. m.
Hay que seguir levantando la voz ante estos atropellos que desde escritorios suntuosos, y lejos de quienes sufren con sus decisiones, se mantienen "los poderosos".
GONZALO(02bph)14 de julio de 2024 - 05:54 p. m.
Importante y valiente columna.
Caminante(31598)14 de julio de 2024 - 02:39 p. m.
Tatiana Acevedo está aquí los domingos para recordarnos las bellezas del sistema capitalista, del buen corazón de los empresarios y de todos los esfuerzos que hacen estos insignes seres humanos por el progreso y el bienestar de la humanidad y el cuidado del medio ambiente.
NAVY(47439)14 de julio de 2024 - 01:02 p. m.
De acuerdo; tambien el M-19 debe reconocer y reparar a sus victimas, ademas de decir la verdad sobre sus acciones.
Marco(96110)14 de julio de 2024 - 12:44 p. m.
Muy buen artículo.
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