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                                                                                                                                Una deuda con las madres: el derecho al placer después de los hijos

                                                                                                                                "Necesitamos liberarnos de las tradiciones sobre el rol del cuidado. Cuidar no debería ser una carga: es un proyecto colectivo": Teresita Goyeneche.
                                                                                                                                Foto: AFP - Agencia AFP

                                                                                                                                El otro día conversaba con amigos sobre las habilidades de conquista de una mujer a la que todos admiramos. Había regocijo en pensar en su talento para conseguir lo que quiere cuando está de fiesta y en lo astuta que es para ser atractiva, no solo por bella, sino por elocuente. Así estuvimos por varios minutos hasta que a mí, que tengo hijas, se me ocurrió hablar de que lo bueno de ser mamá más joven era que ahora, al final de los treinta, ella podía aventurarse en la noche sin pensar en madrugar al día siguiente. El silencio invadió el círculo y en el rostro de mis amigos apareció el remordimiento. Nadie lo dijo, pero lo supe de inmediato. Había reproche por desear y admirar el placer de una madre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Existen datos que hablan de brechas salariales y de ocupación. Según ONU Mujeres, por cada 100 hombres ocupados en Colombia hay 67 mujeres. También está la privatización de la vida social; los espacios comunitarios son cada vez menores. Los hijos son asunto de sus madres –no necesariamente de sus padres—, obligadas a encerrarse en una burbuja para sostener la vida del otro y abandonar la propia. Por eso, el placer —cada vez más— se ha vuelto privilegio. “Si decidieron tener hijos, pues que los cuiden ellas”, dicen. Como si esos niños y niñas no fueran después a convertirse en adultos, parte del tejido al que pertenecemos todos, decisiones andantes que definirán, para bien o para mal, el destino de los demás.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Si la solución al martirio de una madre es ser rica —mínimo, financieramente estable— o divorciada —si se tiene la suerte de que el ex no desaparezca—, estamos frente al verdadero dilema: saldar o no la deuda política con la maternidad. Ofrecer o no garantías para una vida digna y gustosa. Se puede seguir ignorando el impacto económico y social que tiene la precarización de las madres, pero el desconcierto es evidente. Cada vez hay más renuncia a gestar. No solo por el impacto ambiental sino porque se piensa, con razón, que implica abandonar la autonomía y el goce. También hay una deuda social. Para que la política pública que venga sea efectiva, necesitamos liberarnos de las tradiciones sobre el rol del cuidado. Cuidar no debería ser una carga: es un proyecto colectivo. Y gozar de la vida debería no solo ser un derecho sino motivo de admiración, sin importar si en el útero se ha cargado, o no, a una o más hijas.

                                                                                                                                "Necesitamos liberarnos de las tradiciones sobre el rol del cuidado. Cuidar no debería ser una carga: es un proyecto colectivo": Teresita Goyeneche.
                                                                                                                                Foto: AFP - Agencia AFP

                                                                                                                                El otro día conversaba con amigos sobre las habilidades de conquista de una mujer a la que todos admiramos. Había regocijo en pensar en su talento para conseguir lo que quiere cuando está de fiesta y en lo astuta que es para ser atractiva, no solo por bella, sino por elocuente. Así estuvimos por varios minutos hasta que a mí, que tengo hijas, se me ocurrió hablar de que lo bueno de ser mamá más joven era que ahora, al final de los treinta, ella podía aventurarse en la noche sin pensar en madrugar al día siguiente. El silencio invadió el círculo y en el rostro de mis amigos apareció el remordimiento. Nadie lo dijo, pero lo supe de inmediato. Había reproche por desear y admirar el placer de una madre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Existen datos que hablan de brechas salariales y de ocupación. Según ONU Mujeres, por cada 100 hombres ocupados en Colombia hay 67 mujeres. También está la privatización de la vida social; los espacios comunitarios son cada vez menores. Los hijos son asunto de sus madres –no necesariamente de sus padres—, obligadas a encerrarse en una burbuja para sostener la vida del otro y abandonar la propia. Por eso, el placer —cada vez más— se ha vuelto privilegio. “Si decidieron tener hijos, pues que los cuiden ellas”, dicen. Como si esos niños y niñas no fueran después a convertirse en adultos, parte del tejido al que pertenecemos todos, decisiones andantes que definirán, para bien o para mal, el destino de los demás.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Si la solución al martirio de una madre es ser rica —mínimo, financieramente estable— o divorciada —si se tiene la suerte de que el ex no desaparezca—, estamos frente al verdadero dilema: saldar o no la deuda política con la maternidad. Ofrecer o no garantías para una vida digna y gustosa. Se puede seguir ignorando el impacto económico y social que tiene la precarización de las madres, pero el desconcierto es evidente. Cada vez hay más renuncia a gestar. No solo por el impacto ambiental sino porque se piensa, con razón, que implica abandonar la autonomía y el goce. También hay una deuda social. Para que la política pública que venga sea efectiva, necesitamos liberarnos de las tradiciones sobre el rol del cuidado. Cuidar no debería ser una carga: es un proyecto colectivo. Y gozar de la vida debería no solo ser un derecho sino motivo de admiración, sin importar si en el útero se ha cargado, o no, a una o más hijas.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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