¿Por qué Estados Unidos no detiene a Israel?
Tomás Molina
Estados Unidos es tal vez el único país que por sí solo puede presionar a Israel para detener las violaciones de DD. HH. y la posible anexión de territorios que hoy hacen parte de Gaza. Su poder político y económico debería ser suficiente incluso para que los israelíes se vayan de algunos asentamientos ilegales y dejen de sabotear el surgimiento de un Estado palestino real.
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Estados Unidos es tal vez el único país que por sí solo puede presionar a Israel para detener las violaciones de DD. HH. y la posible anexión de territorios que hoy hacen parte de Gaza. Su poder político y económico debería ser suficiente incluso para que los israelíes se vayan de algunos asentamientos ilegales y dejen de sabotear el surgimiento de un Estado palestino real.
¿Por qué no lo hace? En parte, por la influencia israelí en la política estadounidense. Veamos un par de ejemplos tomados de los estudios de John Mearsheimer (UChicago) y Stephen Walt (Harvard) al respecto:
En el 2002, las fuerzas de defensa israelíes lanzaron la operación Escudo Defensivo, retomando el control de Cisjordania. Bush no estuvo de acuerdo, de manera que Condoleezza Rice, su asesora de seguridad nacional, pidió a Israel salir inmediatamente de Cisjordania. Lo hizo incluso en un tono fuerte: “Sin demora significa sin demora. Significa ahora mismo”.
Después de conversaciones internas con grupos pro-Israel y con los israelíes mismos, sin embargo, Washington dejó de presionar la salida de los segundos de Cisjordania. Y Ariel Sharon, el PM israelí, mágicamente se convirtió en un hombre de paz de acuerdo con la Casa Blanca.
Otra muestra reveladora de la influencia israelí la podemos encontrar en la guerra de Irak. La gran estrategia de Bush implicaba exportar la democracia a todas partes. Sin embargo, el presidente no estaba seguro de ir a la guerra en ese caso. Hizo falta el lobby de los israelíes para que se decidiera, pues percibían a Irak como una grave amenaza para su seguridad nacional, mientras EE. UU. no.
Además, como está bien documentado, la inteligencia israelí hizo reportes falsos que indicaban que Saddam Hussein podía usar armas no convencionales contra Israel. Para ambientar y justificar la invasión, Ehud Barak escribió un editorial en The New York Times y Netanyahu escribió una columna en The Wall Street Journal. Ambos apoyaban la idea de que Irak tenía armas nucleares, de manera que había que invadir ese país.
No hay que imaginar, como en las fantasías antisemitas, que los judíos están todos coordinados para controlar al Gobierno de EE. UU. Como en cualquier otra etnia, hay grandes diferencias ideológicas en su interior. Lo que sí podemos encontrar es una influencia importante del Gobierno de Israel, en parte gracias a la simpatía de los evangélicos pro-Israel (que no son judíos) y al apoyo de sectores clave del público.
Lo anterior no quiere decir que Estados Unidos sea una simple marioneta de Israel. Esa sería una caricatura. Además, hay otros lobbies igualmente llenos de abogados, columnistas y dinero, como el de Arabia Saudita, que se disputan la influencia en las decisiones políticas. Mearsheimer dice que el lobby de Israel es equivalente a otros grupos de presión como la NRA (National Rifle Association), es decir, muy poderoso, pero no omnipotente.
AP reporta que otros actores están presionando a Biden para que Israel no escale más el conflicto y permita la ayuda humanitaria. AP también dice que miembros importantes del Departamento de Estado han renunciado porque no quieren trabajar para apoyar políticas que van en contra de sus valores, es decir, decididamente contra los derechos humanos de los palestinos. Algunos están protestando formalmente.
Quizá eso no baste.
Si Biden no toma medidas fuertes, tenemos una razón, entre otras, para explicarlo.