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                                                                                                                                Escritores profetas

                                                                                                                                Los grandes escritores no son solo observadores, narradores o intérpretes de los hechos de la sociedad, sino que también son profetas que miran la historia desde lo alto, llenándonos de presagios y de intrigas sobre cómo vivimos y sobre qué ocurrirá si seguimos viendo nuestro entorno con determinados ojos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Es inevitable que la historia aquí relatada nos recuerde a los días que corren, en los que muros que habían sido ya derrumbados vuelven a construirse piedra por piedra, evitando el encuentro con la humanidad del otro, condenándonos a ignorar la forma de su rostro, el sonido de su voz, la complejidad de su idioma o su concepto de Dios. Pero no solo eso, sino que también, como lo hizo el emperador chino, hoy en día la historia nos condena al olvido de nosotros mismos, de quienes fuimos una vez y de lo que hicimos para llegar hasta aquí. La quema de los libros simboliza los saberes en general y la historia de los pueblos, que hoy en día arden en las llamas de un gran incendio, negándonos nuestro derecho legítimo a la curiosidad e impidiéndonos moldear nuestra realidad con manos de orfebre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Vale la pena resaltar que, además de entregarnos presagios, las almas que se esconden detrás de las plumas magistrales también nos invitan a recordar todo aquello que hemos olvidado: el gusto por la belleza, la vibración de la mente, el impulso de dirigirnos al saber por el saber. De hecho, el escritor japonés Kakuzo Okakura, en su ensayo Lo Zen y la ceremonia del té (1906), nos recuerda dónde está la esencia de nuestra humanidad: “El hombre primordial trascendió su condición animal ofreciéndole a su doncella la primera guirnalda de flores. Elevándose por sobre sus necesidades naturales y primitivas, él se hizo humano. Cuando intuyó el uso que le podía dar a lo inútil, el hombre ingresó en el reino del arte”.

                                                                                                                                Con estas palabras Okakura nos recuerda quiénes somos, pero sobre todo, nos llena de nostalgia, haciéndonos comprender que en la infinita marea del presente, que todo lo lleva y todo lo trae, en algún lugar de nuestra playa perdida, residen los tesoros más valiosos del naufragio de nuestra humanidad.

                                                                                                                                @valentinacocci4

                                                                                                                                valentinacoccia.elespectador@gmail.com

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Los grandes escritores no son solo observadores, narradores o intérpretes de los hechos de la sociedad, sino que también son profetas que miran la historia desde lo alto, llenándonos de presagios y de intrigas sobre cómo vivimos y sobre qué ocurrirá si seguimos viendo nuestro entorno con determinados ojos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Es inevitable que la historia aquí relatada nos recuerde a los días que corren, en los que muros que habían sido ya derrumbados vuelven a construirse piedra por piedra, evitando el encuentro con la humanidad del otro, condenándonos a ignorar la forma de su rostro, el sonido de su voz, la complejidad de su idioma o su concepto de Dios. Pero no solo eso, sino que también, como lo hizo el emperador chino, hoy en día la historia nos condena al olvido de nosotros mismos, de quienes fuimos una vez y de lo que hicimos para llegar hasta aquí. La quema de los libros simboliza los saberes en general y la historia de los pueblos, que hoy en día arden en las llamas de un gran incendio, negándonos nuestro derecho legítimo a la curiosidad e impidiéndonos moldear nuestra realidad con manos de orfebre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Vale la pena resaltar que, además de entregarnos presagios, las almas que se esconden detrás de las plumas magistrales también nos invitan a recordar todo aquello que hemos olvidado: el gusto por la belleza, la vibración de la mente, el impulso de dirigirnos al saber por el saber. De hecho, el escritor japonés Kakuzo Okakura, en su ensayo Lo Zen y la ceremonia del té (1906), nos recuerda dónde está la esencia de nuestra humanidad: “El hombre primordial trascendió su condición animal ofreciéndole a su doncella la primera guirnalda de flores. Elevándose por sobre sus necesidades naturales y primitivas, él se hizo humano. Cuando intuyó el uso que le podía dar a lo inútil, el hombre ingresó en el reino del arte”.

                                                                                                                                Con estas palabras Okakura nos recuerda quiénes somos, pero sobre todo, nos llena de nostalgia, haciéndonos comprender que en la infinita marea del presente, que todo lo lleva y todo lo trae, en algún lugar de nuestra playa perdida, residen los tesoros más valiosos del naufragio de nuestra humanidad.

                                                                                                                                @valentinacocci4

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