Después de más de tres años de negociación reciente y más de 25 desde la primera vez que se planteó en serio un proceso de paz formal entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (Eln), por fin la mesa pública se instaló.
Caracas fue la sede de la inauguración, un símbolo de gratitud al país que durante muchos meses ayudó a la mesa preliminar. Aquí tuvieron lugar no pocas discusiones entre las delegaciones que, por fin, dieron un mensaje de paz al país. Además, el Eln siempre había insistido en que el diálogo no saldría de la región latinoamericana.
Las caras eran previsibles en los dos equipos negociadores: José Noé Ríos, Frank Pearl y Eduardo Herrera Berbel, entre otros, por el Gobierno. Y del lado del Eln, Antonio García y Pablo Beltrán. A la derecha unos, a la izquierda los otros. Los delegados del Gobierno de traje y los del Eln vestidos de rojo.
Llamó la atención la tercera persona representante de esa guerrilla: una mujer poco conocida en la prensa: Omaira Elena Vásquez. Algo que recordó a Carmenza Londoño, la Chiqui, la negociadora del M-19, cuando el asalto a la embajada de la República Dominicana. Parece que los “elenos” no quieren repetir el mensaje sexista (tan criticado) del proceso de La Habana con las Farc.
Los puntos eran los esperados, con pequeños matices en el orden y con poca información sobre los detalles detrás de cada eje. La fundamental aquí es que se abrió la mesa y con nuevos ingredientes, sobre todo en materia de comunicación con la sociedad, que recogen otras experiencias negativas. Las partes entendieron que al país hay que hablarle de frente, sin mensajes crípticos. Esto obliga a ser responsables, tanto de lo que digan como de lo que callen.
Hubo especial énfasis en la participación. Es más, hay puntos que parecen reforzar que el objetivo último del Eln es abrir un espacio de diálogo político donde el país se hable y se escuche, su fin es un medio, y al revés. Y resultó relevante el mensaje de coordinación con la mesa de La Habana. El Eln reconoce y entiende que esa es la mayor coyuntura política del país. Las armas, tema que siempre había sido presentado como un tabú, no son tal, y así lo abordan al firmar el punto del fin del conflicto armado.
Un bloque, tan extenso como la primera parte, tiene que ver con la implementación y la pedagogía de paz. Un dirigente social hace pocos días me decía: “Nada está acordado, hasta que todo esté implementado”. Esta frase apunta a lo mismo: el problema no es firmar sino implementar, y esta nueva mesa parece mirar con más realismo la fase de transición que se avecinaría.
@DeCurreaLugo
Read more!
Después de más de tres años de negociación reciente y más de 25 desde la primera vez que se planteó en serio un proceso de paz formal entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (Eln), por fin la mesa pública se instaló.
Caracas fue la sede de la inauguración, un símbolo de gratitud al país que durante muchos meses ayudó a la mesa preliminar. Aquí tuvieron lugar no pocas discusiones entre las delegaciones que, por fin, dieron un mensaje de paz al país. Además, el Eln siempre había insistido en que el diálogo no saldría de la región latinoamericana.
Las caras eran previsibles en los dos equipos negociadores: José Noé Ríos, Frank Pearl y Eduardo Herrera Berbel, entre otros, por el Gobierno. Y del lado del Eln, Antonio García y Pablo Beltrán. A la derecha unos, a la izquierda los otros. Los delegados del Gobierno de traje y los del Eln vestidos de rojo.
Llamó la atención la tercera persona representante de esa guerrilla: una mujer poco conocida en la prensa: Omaira Elena Vásquez. Algo que recordó a Carmenza Londoño, la Chiqui, la negociadora del M-19, cuando el asalto a la embajada de la República Dominicana. Parece que los “elenos” no quieren repetir el mensaje sexista (tan criticado) del proceso de La Habana con las Farc.
Los puntos eran los esperados, con pequeños matices en el orden y con poca información sobre los detalles detrás de cada eje. La fundamental aquí es que se abrió la mesa y con nuevos ingredientes, sobre todo en materia de comunicación con la sociedad, que recogen otras experiencias negativas. Las partes entendieron que al país hay que hablarle de frente, sin mensajes crípticos. Esto obliga a ser responsables, tanto de lo que digan como de lo que callen.
Hubo especial énfasis en la participación. Es más, hay puntos que parecen reforzar que el objetivo último del Eln es abrir un espacio de diálogo político donde el país se hable y se escuche, su fin es un medio, y al revés. Y resultó relevante el mensaje de coordinación con la mesa de La Habana. El Eln reconoce y entiende que esa es la mayor coyuntura política del país. Las armas, tema que siempre había sido presentado como un tabú, no son tal, y así lo abordan al firmar el punto del fin del conflicto armado.
Un bloque, tan extenso como la primera parte, tiene que ver con la implementación y la pedagogía de paz. Un dirigente social hace pocos días me decía: “Nada está acordado, hasta que todo esté implementado”. Esta frase apunta a lo mismo: el problema no es firmar sino implementar, y esta nueva mesa parece mirar con más realismo la fase de transición que se avecinaría.
@DeCurreaLugo
Read more!
Read more!
Read more!