Así empieza el poema de Miguel Hernández y así acabó la vida de Rosa Elvira. La de la justicia que no actuó a tiempo, la de la Policía que no buscó a tiempo, la de la salud que no atendió a tiempo.
Una persona acusada de cometer abusos sexuales estaba libre, sin seguimiento judicial, sin medida alguna. Si era enfermo mental, ¿por qué no lo trataron como tal? Si era culpable, ¿por qué sus delitos resultaron impunes? La justicia ha dicho poco o nada. Más allá de formalismos, silencio.
Rosa Elvira llamó a la Policía a la una de la mañana, pero sólo la encontraron pasadas las seis. ¿Tenemos perros entrenados para oler explosivos y cocaína, pero no para encontrar una mujer violada? ¿Hay helicópteros para sobrevolar cultivos de coca y cuidar conciertos, pero no para buscar a una vendedora ambulante? Aquí la Policía no protege ciudadanos, controla. Ni siquiera se han disculpado públicamente por semejante error.
Por no tener carné de seguridad social no fue atendida a tiempo. Ni fue llevada al Hospital San Ignacio, ni al Hospital Militar (este último pagado con los impuestos de los colombianos, incluyendo los que pagaba Rosa Elvira cada vez que compraba alguna cosa). Pero las EPS siguen diciendo que no hay ‘paseo de la muerte’.
Si hubiera justicia y no leyes, seguridad y no control social, salud y no mercancías hospitalarias, es posible que ella no hubiera muerto e incluso que no hubiera sido violada. Todo en el pasado, como el poema de Hernández.
No defenderé aquí al asesino, sólo quiero subrayar que su brutal crimen no exculpa las fallas de otros. Su reprochable acción fue el primer eslabón de una cadena de infortunios. Algunas de las medidas propuestas de castigo (la castración química, la cadena perpetua y opciones similares), no apuntan a los otros eslabones, miran de manera puntual el problema pero evaden el contexto en el cual se dio el crimen.
Lo primero es que, independientemente de la tipificación jurídica de los delitos y la existencia de penas, el homicida caminaba tranquilo luego de haber abusado de sus dos hijastras. La injusticia de la justicia no se resuelve con nuevas penas.
Tampoco son ese tipo de medidas las que mejoran la acción de la Policía en la protección a los ciudadanos; al contrario, el aumento de penas ayuda a la construcción de modelos de sociedad más represivos.
Y ninguna de las medidas dirigidas al asesino va a modificar los ‘paseos de la muerte’ como el que sufren los colombianos que son llevados de hospital en hospital, donde son rechazados porque no tienen seguro médico y algunos, como Rosa Elvira, mueren sin ser atendidos a tiempo. Ninguna norma penal desmontará la terrible Ley 100 que tantos muertos ha dejado, tantas EPS ha enriquecido y, lo peor, tanto daño ha causado en el sector salud al hacer imposible la ética médica.
La protesta contra la suerte que corrió Rosa Elvira debería incluir una protesta contra la Policía, la justicia y el sistema de salud. Hay pues tres heridas que se suman a las que le propinó el asesino. Todas en el pasado de Rosa Elvira, pero todas en el presente y el futuro de los colombianos.
* PhD, profesor de la Universidad Javeriana.
Así empieza el poema de Miguel Hernández y así acabó la vida de Rosa Elvira. La de la justicia que no actuó a tiempo, la de la Policía que no buscó a tiempo, la de la salud que no atendió a tiempo.
Una persona acusada de cometer abusos sexuales estaba libre, sin seguimiento judicial, sin medida alguna. Si era enfermo mental, ¿por qué no lo trataron como tal? Si era culpable, ¿por qué sus delitos resultaron impunes? La justicia ha dicho poco o nada. Más allá de formalismos, silencio.
Rosa Elvira llamó a la Policía a la una de la mañana, pero sólo la encontraron pasadas las seis. ¿Tenemos perros entrenados para oler explosivos y cocaína, pero no para encontrar una mujer violada? ¿Hay helicópteros para sobrevolar cultivos de coca y cuidar conciertos, pero no para buscar a una vendedora ambulante? Aquí la Policía no protege ciudadanos, controla. Ni siquiera se han disculpado públicamente por semejante error.
Por no tener carné de seguridad social no fue atendida a tiempo. Ni fue llevada al Hospital San Ignacio, ni al Hospital Militar (este último pagado con los impuestos de los colombianos, incluyendo los que pagaba Rosa Elvira cada vez que compraba alguna cosa). Pero las EPS siguen diciendo que no hay ‘paseo de la muerte’.
Si hubiera justicia y no leyes, seguridad y no control social, salud y no mercancías hospitalarias, es posible que ella no hubiera muerto e incluso que no hubiera sido violada. Todo en el pasado, como el poema de Hernández.
No defenderé aquí al asesino, sólo quiero subrayar que su brutal crimen no exculpa las fallas de otros. Su reprochable acción fue el primer eslabón de una cadena de infortunios. Algunas de las medidas propuestas de castigo (la castración química, la cadena perpetua y opciones similares), no apuntan a los otros eslabones, miran de manera puntual el problema pero evaden el contexto en el cual se dio el crimen.
Lo primero es que, independientemente de la tipificación jurídica de los delitos y la existencia de penas, el homicida caminaba tranquilo luego de haber abusado de sus dos hijastras. La injusticia de la justicia no se resuelve con nuevas penas.
Tampoco son ese tipo de medidas las que mejoran la acción de la Policía en la protección a los ciudadanos; al contrario, el aumento de penas ayuda a la construcción de modelos de sociedad más represivos.
Y ninguna de las medidas dirigidas al asesino va a modificar los ‘paseos de la muerte’ como el que sufren los colombianos que son llevados de hospital en hospital, donde son rechazados porque no tienen seguro médico y algunos, como Rosa Elvira, mueren sin ser atendidos a tiempo. Ninguna norma penal desmontará la terrible Ley 100 que tantos muertos ha dejado, tantas EPS ha enriquecido y, lo peor, tanto daño ha causado en el sector salud al hacer imposible la ética médica.
La protesta contra la suerte que corrió Rosa Elvira debería incluir una protesta contra la Policía, la justicia y el sistema de salud. Hay pues tres heridas que se suman a las que le propinó el asesino. Todas en el pasado de Rosa Elvira, pero todas en el presente y el futuro de los colombianos.
* PhD, profesor de la Universidad Javeriana.