Mucho más que un simple artefacto o un componente estético de la indumentaria humana, el sombrero suele asociarse con el temperamento y la valoración social de una persona. Es ampliamente conocida la vinculación entre el sombrero y el acto mismo de pensar. Un antiguo refrán dice que “donde no hay cabeza no hay sombrero”. Puede también expresar rango, jerarquía, partido, religión o nacionalidad. Sin embargo, debe existir un acoplamiento armonioso entre el sombrero y quien lo porta. De allí nace el antiguo y sabio consejo de no saludar con sombrero ajeno. Ese proceso de ajuste entre el individuo y el sombrero puede llevar mucho tiempo. Ello significa algo más profundo que la simple pose banal de saber llevar una prenda, pues en el sombrero reside parte de nuestra dignidad. Cuando una brisa inesperada y traviesa nos despoja de esta prenda no corremos tras un objeto utilitario. No, es nuestro propio decoro lo que buscamos recuperar.
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Mucho más que un simple artefacto o un componente estético de la indumentaria humana, el sombrero suele asociarse con el temperamento y la valoración social de una persona. Es ampliamente conocida la vinculación entre el sombrero y el acto mismo de pensar. Un antiguo refrán dice que “donde no hay cabeza no hay sombrero”. Puede también expresar rango, jerarquía, partido, religión o nacionalidad. Sin embargo, debe existir un acoplamiento armonioso entre el sombrero y quien lo porta. De allí nace el antiguo y sabio consejo de no saludar con sombrero ajeno. Ese proceso de ajuste entre el individuo y el sombrero puede llevar mucho tiempo. Ello significa algo más profundo que la simple pose banal de saber llevar una prenda, pues en el sombrero reside parte de nuestra dignidad. Cuando una brisa inesperada y traviesa nos despoja de esta prenda no corremos tras un objeto utilitario. No, es nuestro propio decoro lo que buscamos recuperar.
Existen tantas variedades de sombreros como sociedades humanas y oficios hay en el mundo. Sacerdotes, magistrados, campesinos, músicos y militares han portado a lo largo de siglos sus emblemáticos sombreros. Descubrir nuestras cabezas ante alguien conlleva un reconocimiento manifiesto de la autoridad, la grandeza o la genialidad de una persona. La forma en que llevamos el sombrero tiene un vigoroso carácter comunicativo porque los ángulos del sombrero expresan actitudes. “No puedes tener dos caras debajo de un sombrero” reza un proverbio jamaiquino.
Cuentan los ancianos wayuu que en tiempos transhistóricos Pusichi, el murciélago, ejerció el oficio de palabrero. Llegaba antes del amanecer cuando no había salido el sol o podía aparecer a la hora del crepúsculo cuando declinaba la claridad del día. Se calaba el sombrero de tal manera que no se podía escrutar su rostro. Sus ojos y emociones no eran visibles para los demás seres. Las disputas humanas se agravaron y el mundo se llenó de intrigas. A causa de ello fue destituido como palabrero y su nombre hasta hoy es sinónimo de opacidad y enredo. Un buen palabrero que media con juicio y transparencia en las disputas humanas debe saber llevar el sombrero que enmarca su rostro.
¿Cómo ha incidido el sombrero en el universo que habitamos? Se cuenta en un relato wayuu que Kai, el Sol, y Kashi, el masculino Luna, eran cuñados que se apreciaban y también competían. Sol siempre vencía a Luna en todas las justas emitiendo luz y calor. Esta luz se desprendía de un sombrero brillante que iluminaba la tierra. Luna era oscuridad. Cansado de tantas derrotas, Luna pidió a Keeralia, un lagarto de fuego, que robase el sombrero del sol mientras el astro dormía. Cuando Sol despertó, Luna desfilaba por el firmamento emitiendo luz. Sol salió en su persecución, pero jamás le alcanzaba pues Luna se perdía en la oscuridad. Pasado un tiempo incalculable, los dos cuñados llegaron a un trascendental acuerdo. Sol usaría esa prenda luminosa de día y lo prestaría a Luna al final de la tarde. Este emitiría una luz más débil y devolvería el sombrero al Sol en cada amanecer.
Así, gracias a un brillante sombrero, nacieron los días y las noches que marcan el ritmo de la vida de todos los seres vivientes.