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                                                                                                                                Baudelaire: la otra revolución francesa (I)

                                                                                                                                La otra revolución francesa la encarnó, hacia 1850, Charles Baudelaire. Era el huérfano de un hombre culto y sensible que lo inició en el arte y en la música, pero su madre, cuando el niño tenía seis años, volvió a casarse con un coronel al que el arte no le importaba y al que solo conmovían los sonidos de la artillería. Para colmo, ese coronel se convertiría con los años en el gran poder del Segundo Imperio.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Baudelaire había heredado una pequeña fortuna y quería derrocharla pronto en asombros y en excesos, pero cuando su familia vio que le gustaban los lujos estéticos y algunos vicios, decidieron salvarlo de ser él, lo declararon inhábil, y el juez lo condenó a vivir para siempre de una parva renta mensual. No era el derroche lo que castigaban, no era el amor por ciertos placeres y ciertos lujos, era su libertad y su libertinaje, su rebeldía estética, su amor por el ocio, su fantasía.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Baudelaire era de aquellos que piensan que la vida es un milagro; el universo, un misterio, y el tiempo, un tesoro que no puede malgastarse en pequeñeces, que el espíritu debe volar en libertad y no esclavizarse bajo el látigo de los poderosos; que aquí vinimos para algo más grande que cumplir horarios y pagar cuotas, que merecemos una vida verdadera y no una celda con instrucciones vigilada por un gendarme.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Una siniestra maquinaria de la resignación y la pobreza se había instalado sobre la sociedad gracias al poder de las burocracias, la ferocidad de los ejércitos y el poder intimidatorio de los clérigos. La negación de la libertad, la burla de la sensibilidad, el freno a la imaginación sostenían la opulencia de unos amos insensibles sobre la miseria física y la pobreza espiritual de los pueblos, que solo debían trabajar o mendigar, resignarse y callar.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Baudelaire rompió a cantar y lo que dijo no se parecía para nada a la corrección ni a la moderación. Se alzó contra unas ideas estereotipadas del bien, de la salud, de la normalidad, del orden, de la corrección, de la belleza, y dijo que todas esas mentiras eran en realidad los fierros de la opresión y los peldaños del infierno. Se daba el nombre de bien a la hipocresía, de ley a la injusticia, de orden a la arbitrariedad, de belleza solo a los gustos establecidos por la costumbre.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Más que inventarla, Baudelaire le recordó a Francia su grandeza perdida, y toda la sangre que le había costado. Francia tardó en asimilar esos desafíos, y primero llevó al poeta a los tribunales, pero en la libertad, en la complejidad del debate intelectual, en la indignación ciudadana, en el amor por el arte y la pasión por la literatura, en la curiosidad por el mundo y el refinamiento de la vida, hoy se siente la huella de Baudelaire por todas partes.

                                                                                                                                “Las flores del mal” configuraron el diagrama desafiante de la modernidad, el retrato convulsivo del desorden que se había instaurado en el mundo con el fracaso de la revolución. No solo extremó la crítica romántica al utilitarismo y a la mezquindad del mercado, sino que cambió el tono e hizo que el verso pasara de la queja a la diatriba y del dibujo armonioso a la denuncia indignada. Y esa crítica solo se podía lanzar desde el lugar del maldito, del desterrado.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La sociedad podía ver en el artista un paria y en el soñador un loco, pero eran la belleza, el amor y la imaginación lo único que podía salvarnos cuando los mercaderes y los depredadores pusieran el misterioso universo en peligro. Los que reducían el milagro de la realidad a lo apenas medible y negociable eran los locos verdaderos, que no podían entender “la lengua de las flores y de las cosas mudas”, que no podían ver en la naturaleza ese templo de columnas vivientes de donde brotan a veces confusas palabras; “ese bosque de símbolos donde los ecos se confunden en una tenebrosa y profunda unidad”, y que nos observa con una mirada familiar.

                                                                                                                                Su lenguaje era bello y vigoroso pero además continuamente desafiante. Dijo que la estulticia, el horror, la avaricia, gastan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos; que los pecados son tercos y los arrepentimientos cobardes; que creemos que podemos lavar nuestras manchas con unas cuantas lágrimas viles; que no es Dios sino el demonio quien sostiene los hilos que nos mueven, y que encontrándoles atractivo a cosas repugnantes “cada día descendemos un paso hacia el infierno”.

                                                                                                                                La otra revolución francesa la encarnó, hacia 1850, Charles Baudelaire. Era el huérfano de un hombre culto y sensible que lo inició en el arte y en la música, pero su madre, cuando el niño tenía seis años, volvió a casarse con un coronel al que el arte no le importaba y al que solo conmovían los sonidos de la artillería. Para colmo, ese coronel se convertiría con los años en el gran poder del Segundo Imperio.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Baudelaire había heredado una pequeña fortuna y quería derrocharla pronto en asombros y en excesos, pero cuando su familia vio que le gustaban los lujos estéticos y algunos vicios, decidieron salvarlo de ser él, lo declararon inhábil, y el juez lo condenó a vivir para siempre de una parva renta mensual. No era el derroche lo que castigaban, no era el amor por ciertos placeres y ciertos lujos, era su libertad y su libertinaje, su rebeldía estética, su amor por el ocio, su fantasía.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                No supieron que estaban criando al cuervo que les sacaría los ojos. Porque la venganza de Baudelaire fue una obra inmortal que se alzó en rebelión contra la hipocresía de su tiempo, contra la sordidez de la vida, contra el utilitarismo mezquino y los viejos sobornos de la virtud simulada, de la caridad oportunista, de la corrupción respetable.

                                                                                                                                Baudelaire era de aquellos que piensan que la vida es un milagro; el universo, un misterio, y el tiempo, un tesoro que no puede malgastarse en pequeñeces, que el espíritu debe volar en libertad y no esclavizarse bajo el látigo de los poderosos; que aquí vinimos para algo más grande que cumplir horarios y pagar cuotas, que merecemos una vida verdadera y no una celda con instrucciones vigilada por un gendarme.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Una siniestra maquinaria de la resignación y la pobreza se había instalado sobre la sociedad gracias al poder de las burocracias, la ferocidad de los ejércitos y el poder intimidatorio de los clérigos. La negación de la libertad, la burla de la sensibilidad, el freno a la imaginación sostenían la opulencia de unos amos insensibles sobre la miseria física y la pobreza espiritual de los pueblos, que solo debían trabajar o mendigar, resignarse y callar.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Baudelaire rompió a cantar y lo que dijo no se parecía para nada a la corrección ni a la moderación. Se alzó contra unas ideas estereotipadas del bien, de la salud, de la normalidad, del orden, de la corrección, de la belleza, y dijo que todas esas mentiras eran en realidad los fierros de la opresión y los peldaños del infierno. Se daba el nombre de bien a la hipocresía, de ley a la injusticia, de orden a la arbitrariedad, de belleza solo a los gustos establecidos por la costumbre.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                “Las flores del mal” configuraron el diagrama desafiante de la modernidad, el retrato convulsivo del desorden que se había instaurado en el mundo con el fracaso de la revolución. No solo extremó la crítica romántica al utilitarismo y a la mezquindad del mercado, sino que cambió el tono e hizo que el verso pasara de la queja a la diatriba y del dibujo armonioso a la denuncia indignada. Y esa crítica solo se podía lanzar desde el lugar del maldito, del desterrado.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Su lenguaje era bello y vigoroso pero además continuamente desafiante. Dijo que la estulticia, el horror, la avaricia, gastan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos; que los pecados son tercos y los arrepentimientos cobardes; que creemos que podemos lavar nuestras manchas con unas cuantas lágrimas viles; que no es Dios sino el demonio quien sostiene los hilos que nos mueven, y que encontrándoles atractivo a cosas repugnantes “cada día descendemos un paso hacia el infierno”.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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