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Cuando el destino cambia de cara


William Ospina
28 de julio de 2024 - 05:05 a. m.

Hace dos semanas, ante el espectáculo de una campaña electoral desalentadora, todo el mundo se preguntaba si los Estados Unidos habían perdido la fe en el futuro. Viendo el debate presidencial sentimos que lo más grave no era ni siquiera la edad de los candidatos sino su falta alarmante de proyecto histórico. En un mundo lleno de tensiones políticas, de desastres climáticos y de migraciones famélicas, los dos veteranos terminaron presumiendo quién lo hacía mejor con un palo de golf en la mano. Biden trataba en vano de no tropezar, de no perder el hilo, de tener todo bajo control, y Trump ni siquiera parecía creer en sus propias mentiras, ni encontraba ningún truco nuevo para animar a su electorado. Al final nadie sintió que Trump hubiera ganado sino apenas que Biden había perdido, no derrotado por el adversario, sino por el tiempo, por la fatiga, por la falta de ideas.

Esos dos hombres que parecían hablar del futuro solo encarnaban el pasado con su cansancio y el presente con sus discordias. Claro que Trump es irresponsable, es calumniador y es megalómano, pero Biden no lo ha hecho mejor atendiendo los desafíos de Ucrania y de Gaza, porque es, como tantos presidentes de los Estados Unidos, sobre todo un portavoz de la insolente industria militar, que prefiere apostar por las armas cuando se necesita tanto apostar por acuerdos, en un mundo a punto de estallar. Los dos hombres se alzaron como símbolos de la decadencia de un país donde la juventud no parecía existir. Pero después un joven devastado y sin horizontes intentó deshacerse de uno de ellos disparándole con su rifle desde una terraza. El otro se apartó, presionado por la evidencia de sus limitaciones, y ahora Kamala Harris, a quien siempre sorprende el destino, ojalá para bien, se ha visto obligada a irrumpir en el escenario y podría cambiar el rumbo de la elección.

Siguiendo la tácita norma de no existir durante su primer mandato, la vicepresidenta no ha tenido tiempo de prepararse para la campaña que tendrá que librar contra un adversario feroz, pero ahora veremos de qué metal está hecha. Kamala Harris podría alcanzar la presidencia de Estados Unidos en noviembre, no sólo porque es más joven, y es verdad que la campaña se estaba muriendo de senilidad física y mental, sino porque es inteligente y ágil, porque tiene carácter, e incluso porque sabe mostrar su alegría. Todo eso contrasta con una campaña tediosa, llena de rigidez y de terquedad, que prometía ser cada vez más agresiva y crispada.

No soy de los que creen que por ser mujer tenga que ser necesariamente mejor que los hombres. Este también ha sido el mundo de Condoleezza Rice y de Margaret Thatcher, pero por supuesto Angela Merkel lo hizo mejor que muchos de sus contemporáneos. Kamala Harris, en una época de empoderamiento de las mujeres, viene de ser fiscal y le tocará enfrentarse a alguien que se burla de la justicia; nunca ha negado su condición de hija de inmigrantes, y le va a tocar enfrentarse a alguien que traiciona su propio pasado satanizando a los inmigrantes que década tras década construyeron a los Estados Unidos.

Es posible que en los meses que siguen ese país vuelva a creer en el futuro, empiece a creer en la gracia, en la sonrisa irónica, en la sutileza y en los poderes políticos de la feminidad. Pero se sabe que ser presidente de los Estados Unidos es estar bajo el poder de una industria militar imperial y abrumadora, de grandes poderes económicos y del lobby de las grandes corporaciones, y no sabemos si algo puede cambiar una mujer en una tradición tan hegemónica y tan patriarcal.

Por su condición y por su origen, Harris podría mostrar una sensibilidad distinta frente al drama de los inmigrantes y frente al dolor de los excluidos. Y si algo se necesita en estos tiempos sórdidos es sensibilidad y humanidad. Pero lo cierto es que Donald Trump tendrá que competir con una fuerza ante la que él solo sabe manejarse con torpeza, y eso puede inducirlo a grandes errores.

Trump tiene el inmenso defecto de ser un negador del cambio climático, de ser un arrogante potentado que no está dispuesto nunca a aceptar una derrota, de verlo todo a través del prisma insignificante de los Winners y de los Losers, de ver el mundo como un tablero de apuestas y de ver en los asuntos públicos sólo un escenario de emprendimientos privados. Es posible que no vea en Moscú sino un lugar para establecer sus hoteles, y en Cuba una playa para sus resorts y sus casinos. Pero Biden tampoco es el símbolo del hombre altruista, y no deja de ser descorazonador enterarse de que así como la familia Bush tenía negocios en Irak desde mucho antes de los atentados contra las Torres Gemelas, la familia Biden tiene negocios en Ucrania desde mucho antes de la invasión rusa.

La retirada de Biden podría acabar también con Trump, podría cambiar el horizonte de una elección que ya parecía decidida. Pero para ello hay que ver si Kamala Harris es solo un cambio de cara, o si por fin aparece lo que Estados Unidos, y ciertamente el mundo, tanto requieren: un liderazgo distinto, capaz de enfrentar los desafíos de la época, capaz de no cerrar los ojos ante los peligros del armamentismo, de una lucha por la hegemonía económica que ahora solo tiene como moderador la legendaria paciencia china.

Tanto Biden como Trump encarnan lo ya conocido, lo que ya tuvo su oportunidad. No sabemos si en Estados Unidos haya espacio para una nueva manera de mirar la vida y de entender la política; y tampoco sabemos si Kamala Harris será capaz de producir grandes cambios históricos, pero el solo hecho de representar algo nuevo, algo no ensayado, puede marcar la diferencia.

Ahora todo depende de los talentos de Kamala Harris. Porque solo vemos por contraste, y ante este viraje, ante esta oportunidad, Donald Trump, con su prepotencia, su opulencia, su misoginia y su arbitrariedad, podría convertirse en algo que no tiene nada nuevo que ofrecer. Podría pasar de moda como la gastada caricatura del magnate, el muñeco del monopolio, el viejo y vanidoso Rico McPato en su piscina de monedas de oro.

 

Carlosé Mejía(19865)30 de julio de 2024 - 06:18 p. m.
Estoy de acuerdo con la columna. No puede entender porqué Trump le censura a Kamala que con frecuencia ría en sus alocuciones. Se trata de una mujer inteligente, alegre y bonita.
karl(g3os1)30 de julio de 2024 - 12:15 a. m.
Recorderis . El inge es ( era ) el Trump criollo . Por FAVOR , RECUERDELO SIEMPRE
William(16260)29 de julio de 2024 - 11:28 p. m.
Excelente columna . Felicitaciones
Contrapunteo(18670)29 de julio de 2024 - 03:47 a. m.
Por estas tierras el William Guillermo O. mostró su simpatía por candidatos untados de corrupción ambos apoyados por El Patrón II AUV, llamado El Matarife, O.I. Zuluaga títere del mencionado Patrón, con investigaciones que no han avanzado y por otro cacreco como los candidatos de EU, corrupto, manipulador y pésimo individuo, el Rodolfo Hernández uri bestia hasta las cachas contra quien se han iniciado investigaciones. Difícil creerle al Ospina.
Yimmy(68264)29 de julio de 2024 - 01:42 a. m.
Buen analisis!
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