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                                                                                                                                Elogio de lo inconcluso y de lo fragmentario

                                                                                                                                No entiendo siquiera la discusión sobre si era lícito o no publicar la novela En agosto nos vemos de García Márquez. En estos tiempos, más que nunca, es absurda la idea de que una obra de arte tiene que estar terminada. Es más, ni siquiera sabemos cuándo una obra de arte lo está. “La obra terminada -dijo alguien- no es más que una metáfora del cansancio”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Dicen, y si no es cierto merecería serlo, que Miguel Ángel dejó sin pulir un fragmento en la coronilla del David, para que por ese punto la escultura siguiera unida a la cantera primitiva, a esa cosa sagrada que Hölderlin llamaba “el antiguo desorden del origen”. Pero es que la lista de las obras maestras sin terminar es larga y admirable. Del propio Miguel Ángel se conservan unos esclavos desnudos que están entre lo más notable de su arte.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ya nadie echa de menos los brazos de la Venus de Milo, ni la cabeza de la Victoria de Samotracia, ni las piernas de los torsos de Apolo. Ahora consideramos sublimes esos fragmentos, vestigios dolorosos de un gran todo. Casi sentimos, y ese es uno de los sabores de la modernidad, que perdimos para siempre aquella plenitud, pero que ya es una conquista de nuestra sensibilidad la belleza de lo roto, de lo incompleto, de lo fragmentario y hasta de lo definitivamente perdido, como esos cuadros que se quemaron en los incendios de la Segunda Guerra Mundial, de los que nos quedan como fantasmas unas cuantas fotografías.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En cambio hay un arte maravilloso de lo fragmentario. Borges sugirió, creo que con razón, que doce versos del soneto de Quevedo al duque de Osuna están allí apenas para servir de soporte y de nicho a esos dos versos inmortales: “Su tumba son de Flandes las campañas / Y su epitafio la sangrienta luna”. Proust escribió una obra casi interminable, pero a nadie le importa demasiado abarcarla completa, porque a menudo una página basta para darles belleza y asombro a nuestros días, así como un solo verso puede iluminar toda una jornada, así como a veces un boceto puede tener más fuerza, más magia y vida que la obra concluida.

                                                                                                                                Lo mejor de un autor no siempre hay que buscarlo en sus obras completas, a menudo está plenamente en cada frase. Por lo menos esa es la gloria de Homero, de Dante, de Borges, que están íntegramente en cada verso, en cada línea, y en un fragmento pueden hacernos sentir la totalidad. Paul Valéry escribió que en la historia se hicieron templos sublimes para que la belleza perdurara intacta en una columna, en un friso. Botero le hizo un hermoso homenaje, en su estilo, a la mano solitaria de la Victoria de Samotracia.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Bienvenida En agosto nos vemos. Sin duda está completa. Pero, si no, esta es la época grande y trágica que es capaz de captar la belleza de lo inconcluso y de lo fragmentario.

                                                                                                                                No entiendo siquiera la discusión sobre si era lícito o no publicar la novela En agosto nos vemos de García Márquez. En estos tiempos, más que nunca, es absurda la idea de que una obra de arte tiene que estar terminada. Es más, ni siquiera sabemos cuándo una obra de arte lo está. “La obra terminada -dijo alguien- no es más que una metáfora del cansancio”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Dicen, y si no es cierto merecería serlo, que Miguel Ángel dejó sin pulir un fragmento en la coronilla del David, para que por ese punto la escultura siguiera unida a la cantera primitiva, a esa cosa sagrada que Hölderlin llamaba “el antiguo desorden del origen”. Pero es que la lista de las obras maestras sin terminar es larga y admirable. Del propio Miguel Ángel se conservan unos esclavos desnudos que están entre lo más notable de su arte.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ya nadie echa de menos los brazos de la Venus de Milo, ni la cabeza de la Victoria de Samotracia, ni las piernas de los torsos de Apolo. Ahora consideramos sublimes esos fragmentos, vestigios dolorosos de un gran todo. Casi sentimos, y ese es uno de los sabores de la modernidad, que perdimos para siempre aquella plenitud, pero que ya es una conquista de nuestra sensibilidad la belleza de lo roto, de lo incompleto, de lo fragmentario y hasta de lo definitivamente perdido, como esos cuadros que se quemaron en los incendios de la Segunda Guerra Mundial, de los que nos quedan como fantasmas unas cuantas fotografías.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En cambio hay un arte maravilloso de lo fragmentario. Borges sugirió, creo que con razón, que doce versos del soneto de Quevedo al duque de Osuna están allí apenas para servir de soporte y de nicho a esos dos versos inmortales: “Su tumba son de Flandes las campañas / Y su epitafio la sangrienta luna”. Proust escribió una obra casi interminable, pero a nadie le importa demasiado abarcarla completa, porque a menudo una página basta para darles belleza y asombro a nuestros días, así como un solo verso puede iluminar toda una jornada, así como a veces un boceto puede tener más fuerza, más magia y vida que la obra concluida.

                                                                                                                                Lo mejor de un autor no siempre hay que buscarlo en sus obras completas, a menudo está plenamente en cada frase. Por lo menos esa es la gloria de Homero, de Dante, de Borges, que están íntegramente en cada verso, en cada línea, y en un fragmento pueden hacernos sentir la totalidad. Paul Valéry escribió que en la historia se hicieron templos sublimes para que la belleza perdurara intacta en una columna, en un friso. Botero le hizo un hermoso homenaje, en su estilo, a la mano solitaria de la Victoria de Samotracia.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Bienvenida En agosto nos vemos. Sin duda está completa. Pero, si no, esta es la época grande y trágica que es capaz de captar la belleza de lo inconcluso y de lo fragmentario.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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