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                                                                                                                                No solo las estatuas

                                                                                                                                Un Estado confiesa su impotencia cuando cada vez que se le agotan los recursos la única solución que encuentra es ahorcar un poco más a sus contribuyentes.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ¿Dejar de depender de la droga? No hay mercancía más rentable, no hay industria más elemental, no hay producto vegetal más portátil, no hay mercado más seguro. Su abono es la necesidad, su ritmo productivo es la codicia, su publicidad es su propia novela sangrienta, y no requiere puntos de venta porque el consumo es ávido, furtivo, recursivo, excitante. Sí, responde el sentido común, no hay negocio más grande, pero cuesta mucha sangre y no paga impuestos, como no tributan los latifundios, ni los grandes capitales que conocen a la perfección las grietas del sistema tributario y los sumideros de la legalidad aparente.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Así que los gobiernos nuevos solo hacen lo que hacían los gobiernos viejos: cobrar más impuestos a los que se sujetan a la ley, a los que trabajan legalmente, a los que pagan lealmente, a los que declaran sinceramente, a los que acatan todas las formalidades. Y es así como solo la legalidad es exprimida y solo la decencia es castigada. Lo cual incrementa fatalmente la transgresión o por lo menos la necesidad de hacer trampa.

                                                                                                                                Con qué cara de niño bueno dice el presidente que hay que estimular la conciencia del contribuyente, el hábito de pagar impuestos. Hombre, la gente solo aprende a tributar cuando salta a la vista en qué se invierten sus impuestos. Y si lo que ve es que una cuarta parte del presupuesto se va en pagar una deuda cuyos beneficios nunca son claros, otra cuarta en sostener unas Fuerzas Armadas que no protegen a nadie, otra cuarta en sostener un aparato burocrático gigantesco y otra en las pesadas avalanchas de la corrupción, desde las armas hasta las togas, pues quién va a querer pagar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Hay que ver cómo al que se rebele lo declaran enemigo de las instituciones. Pero no: el peor enemigo de las instituciones es el que tolera su ineptitud y su corrupción, el que no las reforma, el que hace sacrosanto a un poder que delinque y respetables a unas autoridades que no respetan a nadie.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y al que se rebele, claro, tratarlo de vándalo. Pero no, presidente: yo creo que esto que comienza no es vandalismo, es desesperación. También los virreyes creyeron que a los que se rebelaban contra los impuestos había que castigarlos con severidad. Hace poco pasé por Guaduas y vi el sitio donde exhibieron la cabeza de José Antonio Galán. Creo que los brazos y las piernas los mandaron a otras provincias. Pero poco después lo que se cayó fue el Virreinato.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Aquí hay un pueblo desesperado que necesita una economía distinta, una dirigencia sensible, responsable, creadora, un orden que le deje la iniciativa al pueblo, que libere las fuerzas, los créditos, las posibilidades, los recursos, todo lo que permanece amarrado en manos de sabihondos y de expertos, llenos de arrogancia, de prepotencia y de ineptitud.

                                                                                                                                Lo que sigue, de verdad, no lo puede hacer ningún gobierno si no está allí el pueblo ordenándoselo. Y en estos tiempos de pandemia, de desamparo, de arbitrariedad y de no futuro, me temo que no van a caer solo las estatuas.

                                                                                                                                Un Estado confiesa su impotencia cuando cada vez que se le agotan los recursos la única solución que encuentra es ahorcar un poco más a sus contribuyentes.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ¿Dejar de depender de la droga? No hay mercancía más rentable, no hay industria más elemental, no hay producto vegetal más portátil, no hay mercado más seguro. Su abono es la necesidad, su ritmo productivo es la codicia, su publicidad es su propia novela sangrienta, y no requiere puntos de venta porque el consumo es ávido, furtivo, recursivo, excitante. Sí, responde el sentido común, no hay negocio más grande, pero cuesta mucha sangre y no paga impuestos, como no tributan los latifundios, ni los grandes capitales que conocen a la perfección las grietas del sistema tributario y los sumideros de la legalidad aparente.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Así que los gobiernos nuevos solo hacen lo que hacían los gobiernos viejos: cobrar más impuestos a los que se sujetan a la ley, a los que trabajan legalmente, a los que pagan lealmente, a los que declaran sinceramente, a los que acatan todas las formalidades. Y es así como solo la legalidad es exprimida y solo la decencia es castigada. Lo cual incrementa fatalmente la transgresión o por lo menos la necesidad de hacer trampa.

                                                                                                                                Con qué cara de niño bueno dice el presidente que hay que estimular la conciencia del contribuyente, el hábito de pagar impuestos. Hombre, la gente solo aprende a tributar cuando salta a la vista en qué se invierten sus impuestos. Y si lo que ve es que una cuarta parte del presupuesto se va en pagar una deuda cuyos beneficios nunca son claros, otra cuarta en sostener unas Fuerzas Armadas que no protegen a nadie, otra cuarta en sostener un aparato burocrático gigantesco y otra en las pesadas avalanchas de la corrupción, desde las armas hasta las togas, pues quién va a querer pagar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Hay que ver cómo al que se rebele lo declaran enemigo de las instituciones. Pero no: el peor enemigo de las instituciones es el que tolera su ineptitud y su corrupción, el que no las reforma, el que hace sacrosanto a un poder que delinque y respetables a unas autoridades que no respetan a nadie.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y al que se rebele, claro, tratarlo de vándalo. Pero no, presidente: yo creo que esto que comienza no es vandalismo, es desesperación. También los virreyes creyeron que a los que se rebelaban contra los impuestos había que castigarlos con severidad. Hace poco pasé por Guaduas y vi el sitio donde exhibieron la cabeza de José Antonio Galán. Creo que los brazos y las piernas los mandaron a otras provincias. Pero poco después lo que se cayó fue el Virreinato.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Lo que sigue, de verdad, no lo puede hacer ningún gobierno si no está allí el pueblo ordenándoselo. Y en estos tiempos de pandemia, de desamparo, de arbitrariedad y de no futuro, me temo que no van a caer solo las estatuas.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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