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Sigamos indagando del batallón La Popa. El sanguinario y violento batallón La Popa. Esta vez por medio del relato del teniente coronel Heber Hernán Gómez Naranjo que se sometió a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) el 23 de junio de 2017 bajo el radicado No. 301153. Por medio de ese sometimiento se comprometió a contribuir a la verdad y a atender los requerimientos del sistema integral de reparación y, sobre todo, no repetición.
El 30 de noviembre de 2018 el militar rindió una versión libre y reservada ante la JEP como compareciente en el marco del caso 003 que adelanta la Sala de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad de la JEP por muertes ilegítimamente presentadas como bajas en combate. Falsos positivos.
Los funcionarios a cargo de la audiencia fueron el magistrado Óscar Parra Vera, de la Sala de Reconocimiento de la JEP, en compañía de la magistrada Catalina Díaz y el magistrado auxiliar Fabián Martínez.
Durante casi seis horas el coronel Gómez relató las barbaridades sanguinarias que se cometieron en el batallón del Ejército La Popa, para el que trabajó bajo la comandancia del coronel Publio Hernán Mejía Gutiérrez.
Según el relato ante la JEP, el coronel Mejía “era un oficial de mostrar, uno de los más condecorados del Ejército colombiano, especialmente en el tema de orden público. En ese tiempo, eran muy respetadas las medallas obtenidas por combates o resultados operacionales, y el nombre que yo escuchaba del señor coronel Mejía era eso, y que esas condecoraciones le daban a él, pues, pie y piso, para vulgarmente, digámoslo, no dejarse mangonear de nadie”.
Pero eso se disfrazó rápidamente. La necesidad de conseguir resultados operacionales llevó al batallón La Popa, bajo el liderazgo de Mejía Gutiérrez, a fusilar civiles sistemáticamente para hacerlos pasar por guerrilleros, torturar milicianos de las Farc para conseguir información y realizar operaciones conjuntas entre las Autodefensas y el Ejército de una manera coordinada y estructurada.
Según el relato de Gómez Naranjo ante la JEP, “el batallón era una máquina de guerra y como tal tenían que verse los resultados operacionales. El batallón La Popa venía siendo muy cuestionado, cuestionado a nivel, al interior del Ejército, por su falta de resultados operacionales. Porque es que enemigo había, había enemigo (…) y pues las instrucciones fueron claras, el batallón La Popa es una máquina de guerra y en el departamento del Cesar hay que ganar la guerra. La guerra se gana con resultados operacionales”.
Es por eso que al poco tiempo de estar al mando del batallón La Popa, tal y como lo plantea el Informe No. 5 de la Fiscalía ante la JEP, el coronel Mejía conformó un grupo especial con 14 militares de esa dependencia con el argumento de tener una unidad de reacción rápida.
El grupo era conocido dentro de las instalaciones con el nombre de Zarpazo. Según testigos, ese grupo salía y como a las cuatro o cinco horas volvía con la novedad de que habían dado dos o tres bajas. Eso pasaba seguido. A todo el mundo le parecía raro que mientras las contraguerrillas completas, que patrullaban las partes altas y sí estaban cerca de la guerrilla, no daban bajas, los del grupo Zarpazo siempre que salían regresaban con bajas exitosas.
La verdad se conoció después y estos relatos ante la JEP ayudan a esclarecer esos hechos. Mejía acordó con los paramilitares que todo lo que dieran de bajas las Autodefensas el batallón La Popa lo legalizaba como bajas en combate. Y no solo eso, cuando no había bajas, simplemente las generaban con civiles inocentes.
Pues bien, según lo publicó un informe de la revista Semana basado en el relato de un testigo de estas operaciones, “un domingo temprano, cuando apenas mi coronel Mejía llevaba diez días de haber llegado, me llamó al comando y me dijo que consiguiera un arma y me fuera con él en el carro del batallón. Los dos íbamos de civil (…) Llegamos a una finca en donde había unos 200 paramilitares. En la casa principal, sentados en una mesa, estaba toda la cúpula del Bloque Norte: el señor Jorge 40, el señor Hernán Giraldo, Tolemaida, Omega y 39, que era David Hernández, un militar retirado que había sido amigo de mi coronel. Se saludaron con mucha alegría porque ellos eran amigos de escuela y los vi recochar mucho cuando se vieron”.
Ese día se pactó que el coronel Mejía tendría un sueldo mensual de $30 millones, aportados por Jorge 40, para que los militares no se metieran con sus hombres.
Pese a que fue la amistad con 39 lo que generó la relación con los paramilitares, Mejía decidió quedarse con la relación y no con 39.
El coronel recibió la orden de Jorge 40 de matar a 39 y como 39 confiaba en Mejía, este le puso una cita y lo que hizo fue tenderle una emboscada. Según los testigos hoy declarando ante la JEP, es importante recordar que el jefe de todo en Cesar, incluido La Popa, era Jorge 40.
Por todos estos hechos, en septiembre de 2013 el Juzgado Sexto Penal del Circuito Especializado de Bogotá emitió una sentencia por medio de la cual se condenó al teniente coronel Publio Hernán Mejía Gutiérrez por el delito de concierto para delinquir con fines de homicidio y promoción de grupos armados al margen de la ley.
Ahora bien, estas nuevas versiones y declaraciones ante la JEP han sacado detalles desconocidos hasta ahora de esa histórica relación de poder y colaboración entre las Fuerzas Armadas y los grupos de autodefensas, sin mencionar los crímenes, asesinatos y falsos positivos.
Lo que demuestra esto es que la JEP, pese a todos los ataques e imperfecciones, sí funciona para buscar la verdad y reparación. Y eso explica un poco los recientes intentos de debilitar y quitarle el carácter jurídico a la entidad por parte del partido de gobierno, que parecen responder más a una estrategia de querer esconder esas verdades y no lograr una reparación real.
Más aún cuando se conoce que el temible coronel Mejía Gutiérrez, como ha sido documentado, es un amigo cercano de la senadora del Centro Democrático María Fernanda Cabal y su esposo, el ganadero José Félix Lafaurie.