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El expresidente imputado, Álvaro Uribe Vélez, designó a Miguel Uribe Turbay como la cabeza de lista al Senado por el Centro Democrático usando la atribución dictatorial que le da el reglamento de su partido como mayor órgano de decisión en la jerarquía interna. La decisión no sorprende, a menos que uno estudie un poco la historia, lo cual confunde sobre el presente.
El 24 de marzo de 1980, el entonces presidente de Colombia, Julio César Turbay Ayala, abuelo de Miguel Uribe Turbay, nombró a un joven político antioqueño de menos de 30 años en la dirección de la Aeronáutica Civil. Quienes no conocían al nuevo funcionario, pensaron que estaría muy pocos días en el cargo, ya que “se lo comerían vivo los narcotraficantes o lo matarían”.
Eso, debido a que el anterior director de la Aerocivil, Fernando Uribe Senior, había sido brutalmente asesinado por el Cartel de Medellín en enero de 1980 por no ceder antes las presiones para entregar matrículas para sus aviones. Peor aún, se había puesto a cerrar pistas clandestinas que eran usadas para el transporte de narcóticos.
Pues todos equivocados.
A sus 29 añitos, ese joven emprendedor y nuevo director de la Aerocivil, llamado Álvaro Uribe Vélez, logró terminar su mandato sin sufrir un rasguño. Ni una amenaza. Ni el más menor susto.
Ahora bien, la cosa cambió un año después de su salida. En septiembre de 1983, Rodrigo Lara Bonilla, entonces ministro de Justicia, ordenó derogar cientos de licencias de aviones que habían sido otorgadas a narcotraficantes por la Aerocivil de Uribe Vélez.
En un debate en la Cámara de Representantes, el ministro Lara Bonilla dijo que, gracias a la alarmante labor de Uribe Vélez, capos como Pablo Escobar y otros del Cartel de Medellín, habían logrado fortalecer su operación al conseguir hangares en los aeropuertos, licencias de rutas especificas, pistas en haciendas privadas y permisos para enormes flotillas de aviones que transportaban exclusivamente drogas.
Esas palabras fueron la sentencia de muerte de Lara Bonilla.
Tal y como lo investigó el periodista Ignacio Gómez, en la administración de Uribe Vélez se firmaron más de 200 licencias que estaban relacionadas con aeronaves o pistas del Cartel de Medellín. 200 licencias.
“Antes de Uribe Vélez, desde 1954 hasta 1981, el Estado había concedido 2.339 licencias, y durante los 18 meses que él ejerció, concedió 2.242 licencias, con el agravante de que muchísimas de esas, como 200, quedaron en manos de narcotraficantes”.
Para solo mencionar un ejemplo, como lo reveló Daniel Coronell en una columna titulada “El vuelo fatal”, Uribe Vélez, como director de la Aerocivil, le aprobó el 16 de junio de 1980, la importación de un helicóptero Bell 206 al señor Israel Londoño Mejía, cuñado de los narcotraficantes Jorge Luis, Juan David y Fabio Ochoa Vásquez.
Ese es tan solo un caso. Pero vamos a otros. Como se ha denunciado antes en esta columna, una de esas licencias causó el profundo malestar en el entonces gobernador de Antioquia, Iván Duque Escobar, padre difunto del hoy presidente Iván Duque Márquez.
Cuando el gobernador se enteró de que la Aerocivil le había otorgado una autorización de vuelo al antioqueño Jaime Cardona, con el fin de que trabajara la ruta aérea entre Medellín y Turbo, la ira del gobernador se dejó sentir.
Así va esa historia.
El 14 de octubre de 1977, el señor Cardona había sido capturado en una finca situada en Cáceres, corregimiento del municipio de Caucasia, a dos horas de Medellín. Durante el operativo fue encontrada la bicoca de 530 kilitos de cocaína, que acababan de llegar a bordo de una avioneta procedente de San José del Guaviare.
Cardona tenía antecedentes por lavado de activos y era considerado, en ese entonces, como una persona de gran importancia dentro del Cartel de Medellín.
Un cacao.
El gobernador Duque no conocía al joven funcionario que había cometido semejante error, y decidió preguntarles a sus allegados, quién era el director de la Aerocivil que tan solo tenía 29 años. Uno de sus asesores le contestó que era el hijo mayor de don Alberto Uribe Sierra, “un liberal de racamandaca”.
“Nada de eso tiene importancia —dijo el gobernador Duque—. A mí lo que me interesa es que sepa quién es Jaime Cardona” y la gravedad de su decisión de otorgarle licencias.
Algo irónico resultó el comentario del experimentado gobernador, casi 20 años mayor que el nuevo funcionario de la Aerocivil, ya que en ese momento era completamente conocido en Antioquia que el señor Cardona era de las entrañas de la mafia. El gobernador Duque pidió entonces que lo comunicaran con Uribe Vélez.
“Señor director, me he enterado de la licencia que usted le otorgó al señor Jaime Cardona. Quiero decirle, en caso de que no esté enterado, que se trata de un empresario vinculado a la mafia” se dijo en la llamada.
Cuentan los asesores del entonces gobernador que, al otro lado de la línea, Duque Escobar oyó un silencio pesado. Y luego, cuando esperaba alguna reacción de preocupación del otro lado de la línea, escuchó una voz fría y serena que le dijo “señor gobernador, usted está mal informado, el señor Cardona es un hombre de bien”. Un buen muchacho.
Cuando el gobernador Duque colgó con el señor Uribe Vélez, de inmediato pidió que lo comunicaran con la secretaria privada del presidente Turbay Ayala para solicitarle una cita urgente y contarle de la preocupante llamada con el director de la Aerocivil.
Mientras el presidente lo recibía, Duque Escobar se dedicó a averiguar qué otras medidas habían tomado en la Aerocivil en los últimos meses. Supo entonces que también había otorgado licencias para la construcción de aeropuertos en los municipios de Frontino, Amalfi, Urrao y en la hacienda “El 90″, en Caucasia, una de las propiedades de Jaime Cardona.
Aunque el gobernador Duque logró que las licencias otorgadas por Uribe Vélez fueran posteriormente derogadas, los archivos desaparecieron en medio del misterio. El funcionario siguió en su puesto hasta el 7 de agosto de 1982, cuando el presidente Julio César Turbay Ayala terminó su periodo.
Pocos meses después, el narcotraficante Cardona murió en un accidente aéreo, cuando su avión particular despegaba de la pista que había construido en su hacienda. Y así Uribe les entregó licencias a testaferros de Pablo Escobar, cercanos de los Ochoa y otras personas de la entraña del Cartel de Medellín.
Pero volvamos a Turbay Ayala, ya que fue él quien le entregó las llaves de la Aerocivil a Uribe. Fue él quien, según Lara Bonilla y el padre del hoy presidente de la República, a su vez le entregó cientos de licencias a la mafia.
Lo más preocupante e irónico es que ese mismo Cartel de Medellín, que se fortaleció económicamente gracias a las licencias que entregó la Aerocivil de Uribe Vélez, fue el que posteriormente secuestró y asesinó a la hija del expresidente Turbay Ayala y madre de Miguel Uribe Turbay, hoy cabeza de lista del uribismo.
Uribe Turbay ha conmemorado a su madre, aplaudiendo que Diana Turbay dio su vida por la paz y el periodismo, “buscando un mejor futuro para los colombianos, y por eso fue asesinada por el narcotráfico”.
Eso es verdad. Por eso no se entiende que el hijo de esa periodista, y nieto de ese expresidente, ahora sea la cabeza de lista al senado del Centro Democrático, puesto por quien los hechos demuestran que ha tenido señalamientos de haber fortalecido al narcotráfico en los 80, con todas las licencias que entregó.
Pese a que Miguel Uribe ha dicho en entrevistas que fue su mamá quien le enseñó con su vida que uno no negocia convicciones y que uno debe “tener principios y valores”, estos hechos demuestran lo contrario (Oír Audio)
Una historia cíclica, como la mítica serpiente que se muerde la cola, señalando que la política no es solo dinámica. También es necesario tomarse licencias y mudar la piel para negociar las convicciones, doblar los valores y principios, con el fin de llegar a ocupar los puestos de poder.