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El 28 de marzo de este año, el presidente Juan Manuel Santos reveló que el Centro Democrático le enviaría una carta a los congresistas de Estados Unidos con el fin de que ese país suspendiera la ayuda económica a Colombia.
Inmediatamente los miembros de esa colectividad pusieron en duda la existencia de la carta y atacaron al presidente por su declaración que tildaron de falsa e incendiaria.
Incluso la representante María Fernanda Cabal dijo que la carta la debió diseñar el mismo gobierno como una desviación de la atención de los colombianos y una cortina de humo.
En un comunicado de prensa sobre el tema agregó Cabal que “si el gobierno de los Estados Unidos decide suspender las ayudas a Colombia, no será por la culpa del Centro Democrático”. (Ver Señor Santos, deje de engañar a la gente)
A renglón seguido la representante Cabal le pidió la renuncia al presidente Santos por ese hecho.
Pues bien, dos semanas después de ese revuelo político, el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez publicó una carta que envió a los congresistas norteamericanos en la que crítica duramente al gobierno Santos, el acuerdo de paz con las Farc y dice que el país va en camino a convertirse en Venezuela.
El uribismo leyó muy hábilmente que Washington es ahora un campo de batalla de la política domestica colombiana y por eso dieron el primer golpe venezonalizándola ante los ojos de Estados Unidos.
Esa tesis, tan falsa como incendiaria, significa una búsqueda del expresidente Uribe para que se reformule la política de Estados Unidos hacia Colombia, y sin duda, también se afecten las ayudas económicas.
La administración del expresidente Barack Obama prometió aportar alrededor de $450 millones de dólares para el primer año del programa Paz Colombia, pero esto aun no ha terminado de ser aprobado por el Congreso norteamericano. Estos recursos serán vitales para la implementación del acuerdo de paz y de ahí la gravedad de la carta a los congresistas.
El documento, en términos generales, repite lo que ha sido el discurso en los últimos meses del expresidente Uribe, pero la formalidad del documento hace que tenga mayor repercusión dentro del Partido Republicano, especialmente, gracias al eco del mensaje por parte del congresista Marco Rubio.
Eso es importante ya que, según fuentes de la Casa Blanca, fue Rubio quién le ayudó a conseguir a los expresidente Uribe y Andrés Pastrana el espacio para la conversación en el lujoso club Mar-a-Lago en la Florida el pasado fin de semana.
La reunión plantea interrogantes sobre la facilidad con que las personas que tratan de influir sobre Trump tienen acceso al mandatario a través de una membresía en su club que cuesta unos $200,000, sin temor de que el público se entere. (Ver Discreto encuentro)
Rubio, hijo de cubanos exiliados en Estados Unidos y casado con una colombiana, ha hecho públicas sus críticas frente al proceso de paz en especial por cuenta del papel de Cuba y Venezuela y al mismo tiempo nunca ha ahorrado para hacer afirmaciones generosas frente al que fue el líder del gobierno de la seguridad democrática.
Rubio es el referente de la administración Trump para las relaciones políticas de Estados Unidos con algunos países de América Latina y ha resultado crucial vendiendo en ese país la falsa tesis según la cual la paz de Colombia conduce indiscutiblemente al castrochavismo.
Falso.
Como la carta que el expresidente Uribe envió a los congresistas de Estados Unidos, ya que como lo demostró el análisis de La Silla Vacía, de las 27 afirmaciones que contiene el documento sólo tres son ciertas.
De los demás argumentos de la carta del senador Uribe, seis son engañosos, cinco falsos, cuatro debatibles, cuatro inchequeables, tres apresurados y dos exagerados. (Ver Detector de mentiras)
Esa es la política paralela internacional, o parapolítica exterior, que está haciendo el senador Uribe, en donde su objetivo es lastimar al gobierno actual, buscar la famosa hecatombe y, por consiguiente, presentarse como el salvador.
akermancolumnista@gmail.com