20 de marzo de 2025 - 12:05 a. m.

En medio de la desazón, resistir, resistir, resistir

"Cuesta trabajo entender que un presidente desde el poder estigmatice y cubra con mensajes de odio a todo el que discrepe de su doctrina": Yolanda Ruiz.
Foto: EFE - Mauricio Dueñas Castañeda

La democracia, tan maltratada y manipulada, vive momentos críticos y se resiste a claudicar a pesar de todo. La democracia sufre en Colombia y sufre en el mundo, pero sigue ahí con destellos de luz que mantienen la esperanza a pesar de todo. Resistir es lo que corresponde a la sociedad civil que intenta mantener el equilibrio en medio de una balanza que se inclina en los extremos con el riesgo de llevarse todo por delante. Resistir desde la palabra, desde la mesura, desde el periodismo, desde la defensa de las instituciones por encima de las personas que las mancillan, aunque hacerlo sea cada vez más difícil.

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"Cuesta trabajo entender que un presidente desde el poder estigmatice y cubra con mensajes de odio a todo el que discrepe de su doctrina": Yolanda Ruiz.
"Cuesta trabajo entender que un presidente desde el poder estigmatice y cubra con mensajes de odio a todo el que discrepe de su doctrina": Yolanda Ruiz.
Foto: EFE - Mauricio Dueñas Castañeda

La democracia, tan maltratada y manipulada, vive momentos críticos y se resiste a claudicar a pesar de todo. La democracia sufre en Colombia y sufre en el mundo, pero sigue ahí con destellos de luz que mantienen la esperanza a pesar de todo. Resistir es lo que corresponde a la sociedad civil que intenta mantener el equilibrio en medio de una balanza que se inclina en los extremos con el riesgo de llevarse todo por delante. Resistir desde la palabra, desde la mesura, desde el periodismo, desde la defensa de las instituciones por encima de las personas que las mancillan, aunque hacerlo sea cada vez más difícil.

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La Presidencia y el Congreso representan poderes delegados por los ciudadanos, y cuesta defenderlos como instituciones fundamentales en una democracia por encima de las personas que las encarnan porque con frecuencia estas incumplen en mayor o menor grado la tarea que les corresponde. Cuesta decir que los ciudadanos tienen derecho a manifestarse en las calles levantando cualquier bandera, por cualquier causa o para protestar ante cualquier poder. Cuesta explicar que ese derecho indiscutible se pone en riesgo cuando algún poder presiona a los ciudadanos, en particular a los funcionarios públicos, y los conmina a salir. La manifestación en la calle debe ser libre, y debe ser respetada y protegida.

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Cuesta trabajo explicar que el Congreso no es apéndice del Gobierno, que uno y otro tienen la legitimidad de los votos obtenidos en las urnas y que la democracia se sostiene y se fortalece en la separación de poderes. Cuesta entender que, en vez de debates de fondo y batallas políticas de frente para buscar mayorías, se hagan “jugaditas”, se use mermelada, se crucen favores, se aplique el “cómo voy yo”, se usen las redes para agredir y calentar los ánimos, mientras la inmensa mayoría del país espera (sin mucha esperanza) que algún día los poderes públicos decidan cumplir su cometido y obrar con la mira puesta en el bienestar colectivo.

Cuesta trabajo entender que un presidente desde el poder estigmatice y cubra con mensajes de odio a todo el que discrepe de su doctrina. No importa si se trata de empresarios, opositores, periodistas, alcaldes o gobernadores. Es un presidente legítimo que tiene derecho a defender sus propuestas, y que también tiene el deber de garantizar a todos la libertad para opinar, para discrepar, para hacer oposición. Ante la torpeza de sus dirigentes, la luz la encienden en Colombia millones de personas que se levantan cada día para trabajar y sostener este país a pesar de todo.

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En el mundo se impone la “diplomacia” del odio y la amenaza. Los matones bombardean civiles, se reparten territorios ocupados, revientan acuerdos comerciales, amenazan, arrasan los derechos humanos conquistados sobre las tumbas de muchos muertos. Los ciudadanos resisten desde pequeños rincones, en mensajes sencillos compartidos en redes, en columnas de opinión o en las calles porque la gente sale por miles en Roma o en Belgrado. La luz está ahí. Ante los autoritarios: democracia.

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Es una luz saber que 19 medios de comunicación de América Latina, entre ellos El Espectador, han suscrito un compromiso con el periodismo como se debe hacer ante la crisis desatada por un liderazgo tóxico como el de Donald Trump. Se proponen estos colegas “incentivar un periodismo que escape a la reactividad y al catastrofismo, que no se deje abrumar por el caudal de ruido informativo y mentiras en las redes sociales, sino que se ancle con un compromiso genuino en la realidad, que siempre será más compleja y llena de matices”.

Resistir desde el periodismo y la palabra, desde la calle, desde la ética, desde el trabajo silencioso, desde las redes con mensajes que defienden la democracia y que no se hacen virales porque ya sabemos que el algoritmo premia a los matones. Aun así, cada gesto cuenta, cada palabra suma, cada esfuerzo ayuda. En medio de la desazón, resistir, resistir, resistir.

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