Ser mujer es como estar todo el tiempo trotando en subida. A las dificultades propias de la vida, nosotras les sumamos los mil obstáculos que aparecen por haber nacido mujeres. Hoy quiero subrayar el tremendo problema que representa para el país la brecha laboral. A las mujeres siempre se nos dificulta más conseguir trabajo. Lo dicen las estadísticas desde que tenemos registros. Ahora, en tiempos de pandemia, la brecha se ha profundizado hasta convertirse en un abismo que debería motivar un debate público más efectivo para empujar acciones concretas.
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Ser mujer es como estar todo el tiempo trotando en subida. A las dificultades propias de la vida, nosotras les sumamos los mil obstáculos que aparecen por haber nacido mujeres. Hoy quiero subrayar el tremendo problema que representa para el país la brecha laboral. A las mujeres siempre se nos dificulta más conseguir trabajo. Lo dicen las estadísticas desde que tenemos registros. Ahora, en tiempos de pandemia, la brecha se ha profundizado hasta convertirse en un abismo que debería motivar un debate público más efectivo para empujar acciones concretas.
En el informe del DANE sobre desempleo en octubre se reporta una tasa de desocupación en mujeres del 20,1 %, lo que representa un incremento considerable frente al 12,5 % en el mismo mes del 2019. Mientras tanto, el indicador de desocupación en los hombres estaba hace un año en 7,8 % y pasó a 10,7 %. Si bien las estadísticas muestran mejoras con respecto a lo que vivimos en los peores momentos de la crisis desatada por la pandemia, lo que preocupa y llama la atención es que esa diferencia de género se va ampliando. El director del DANE, Juan Daniel Oviedo, lo resumía con otro dato que refleja la dimensión del problema: por cada dos hombres que salen de la ocupación hay siete mujeres que lo hacen. En la pandemia la crisis económica golpeó mucho más a las mujeres. Es claro.
Muchas mujeres derivaban su ingreso de pequeños negocios que se vieron muy afectados por la pandemia y que tienen en su mano de obra un componente femenino importante: peluquerías, misceláneas, pequeños restaurantes, cafeterías. Cuando llegó el momento de recortar por los cierres y la crisis, las afectadas fueron ellas mayoritariamente.
¿Por qué esa brecha de género no tiene mayor impacto? No tener empleo y por lo tanto no tener un ingreso mina la capacidad de una persona para sostenerse y golpea la salud física y emocional. Cuando hablamos de mujeres con frecuencia estamos hablando de la cabeza de una familia. Mujeres con hijos que están en desigualdad para competir por un empleo precisamente porque son responsables de su familia y terminan en un laberinto sin fin: cuando eso debería ser una razón para emplearlas, tener hijos juega en contra. Por eso es tan importante destacar a las empresas que deciden apostarle a cerrar esa brecha y a generar oportunidades para mujeres que con su trabajo transforman muchas vidas. Hay que apoyar de manera especial a las mujeres emprendedoras, a las microempresarias, a las campesinas que jalonan cooperativas o proyectos productivos en sus comunidades.
Sorprende que nos hayamos acostumbrado a que en las cifras de desempleo siempre aparecen las mujeres en peores condiciones. No es normal. No está bien. Es un asunto estructural que no se resuelve de la noche a la mañana, pero si al problema que arrastramos le sumamos el impacto de la crisis de la pandemia, tenemos un retroceso inmenso. Aunque el Ministerio de Trabajo tiene muy claros los principios de la búsqueda de la equidad en materia laboral y así lo describen con detalles en su página de internet, es claro que se requieren planes de choque más fuertes para contrarrestar el golpe de la crisis. Es momento de promover, como prioridad y no de manera marginal, políticas públicas de empleo con enfoque de género.
Y aquí ni siquiera hemos tocado los pendientes con la remuneración de la economía del cuidado que apenas comienza a ser motivo de discusión, aunque en las leyes también está descrita desde hace tiempo. Las mujeres trabajan fuera del hogar de manera formal o informal y a eso muchos de los sectores más vulnerables le suman la doble jornada que suele venir cargada de tareas extenuantes por los oficios domésticos y el cuidado de los hijos y en muchos casos de los ancianos y los enfermos. No es brecha, es un abismo y la pandemia lo empeoró.