El Gobierno sigue empeñado en adelantar su guerra química contra los cultivadores de coca. Lo está haciendo contra viento y marea, dando además un paso ulterior en el brutal deterioro de los pesos y contrapesos institucionales, uno de sus principales legados.
No es tan fácil encontrar las razones subyacentes a esta ofensiva. Los costos son claros. De todas las medidas contra las sustancias ilícitas, la aspersión parece ser de lejos la más impopular, como lo sugieren ya un par de encuestas. No tiene nada de raro que sea así. Rociar con tóxicos a decenas de miles de colombianos difícilmente puede tener alguna justificación viable....
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