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La elección de Luz Adriana Camargo Garzón como nueva fiscal general de la nación es una buena noticia para Colombia. Llega al cargo con amplia experiencia trabajando con fiscales y conoce muy bien la Corte Suprema de Justicia. También cuenta con una participación destacadísima en la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), que llevó al desmantelamiento de un entramado corrupto que se había tomado los altos niveles de ese Estado. Si logra demostrar su independencia, que será su principal tarea a partir de ahora, ayudará a sacar al ente acusador de una seguidilla histórica de escándalos infames y líderes problemáticos.
Hasta último momento, la elección de la nueva fiscal se llenó de obstáculos. Amelia Pérez, quien estuvo cerca de ser elegida, presentó su carta de renuncia a la terna 10 minutos antes de la sala extraordinaria, argumentando “surgimiento e interferencia de factores extraños a una tranquila y pacífica elección”. Quedó la sensación de que el objetivo, no obstante, era desarmar una terna cuando sus posibilidades de ser elegida se desvanecían. Esto, sumado a las constantes presiones públicas por parte del presidente de la República, Gustavo Petro, que incluso terminaron en una asonada contra los magistrados, aumentaron la tensión del país. Pero la Corte Suprema de Justicia hizo ejercicio de su autonomía y, al elegir a Camargo, demostró también que reconocía la urgencia de alivianar la crisis institucional que se estaba cocinando.
La historia contará que se trató de la primera elección que se hizo de una terna de solo mujeres. El presidente Petro merece reconocimiento por ese gesto y porque, en contraste con lo que ocurrió en administraciones pasadas, construyó una lista de tres candidatas excepcionales. Cualquiera que hubiese elegido la Corte Suprema tenía amplias capacidades para ocupar el cargo. Después de cuatro años de un Francisco Barbosa sin experiencia suficiente en el ámbito penal, es importante que Camargo llegue al cargo con amplios conocimientos. Eso deberá verse pronto en deudas históricas que mantiene la Fiscalía.
Dicho lo anterior, la nueva fiscal debe comprender que llega a una entidad en profunda crisis de reputación. El exfiscal Barbosa entabló una disputa política con el presidente Petro, que se sintió más como una precampaña electoral para 2026. La fiscal encargada, Martha Mancera, llegó al cargo en medio de importantes sospechas sobre su idoneidad. La nueva fiscal Camargo entra con la realidad innegable de su cercanía profesional con el ministro de Defensa, Iván Velásquez, uno de los funcionarios más fieles del presidente Petro. Por eso debe tener muy presente que los entes de control no son un trampolín político, sino un espacio constitucional privilegiado que le debe lealtad a los colombianos por encima de cualquier consideración política.
La mejor manera de demostrar su autonomía será con el manejo de casos sensibles, como el que involucra a Nicolás Petro, hijo del presidente, el del expresidente Álvaro Uribe y todos los que surjan. En toda su carrera, la fiscal Camargo ha dado resultados contra la corrupción. Eso es lo que esperamos de su nuevo rol.
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