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Sigue el temblor en Silicon Valley. Después de que 48 estados y el gobierno federal de Estados Unidos demandaran a Facebook por prácticas anticompetitivas, con el propósito de romper su monopolio en redes sociales, el turno ahora es para Google. Desde octubre, el gigante tecnológico ha recibido tres demandas, dos de ellas esta semana, provenientes de estados tanto republicanos como demócratas. Las acusaciones son creíbles y están bien fundamentadas. Celebramos que los reguladores por fin estén empezando a ver cómo los monopolios de internet vulneran los derechos de todas las personas, no solo en Estados Unidos, y han causado muchos daños. ¿Llegará a buen puerto el esfuerzo?
La demanda más reciente fue firmada por 38 estados. Presentándola, la fiscal general de Nueva York, Letitia James, explicó: “Google se encuentra ubicado en los cruces de muchas áreas de nuestra economía digital y ha usado su dominancia para aplastar competidores de forma ilegal, monitorear casi todos los aspectos de nuestras vidas digitales y obtener utilidades de miles de millones de dólares”.
En particular, los demandantes se preocupan por el poder irrestricto que tiene Google en el mercado de la búsqueda por internet, así como en la venta de publicidad. Al respecto, dicen que “Google vende publicidad a unos proveedores especializados verticales, pero, dependiendo del segmento comercial involucrado, limita su utilidad”. En palabras más sencillas, acusan al buscador de sabotear los resultados que involucran a sus competidores, como Yelp, Angie’s List o TripAdvisor. Sobre esto, el fiscal general de Nebraska, Doug Peterson, dijo que la empresa utiliza un “proteccionismo paranoico” para garantizar que su dominancia no sea cuestionada.
En respuesta, Adam Cohen, director de política económica de Google, dijo que “la demanda busca redefinir la búsqueda por internet en formas que les quitarían a los americanos información valiosa y lastimaría la habilidad de los negocios para conectarse con los consumidores”. En efecto, uno de los posibles remedios que surjan de la demanda es que Google se vea forzado a vender parte de sus propiedades para romper el monopolio.
El sector del periodismo conoce muy bien los efectos del monopolio de Google y Facebook en publicidad. Ambos reciben todos los ingresos, comparten un porcentaje reducido de las ganancias y, además, someten a las personas a sus regulaciones y a los caprichos de los algoritmos. Es evidente que en internet, en el sector de la publicidad digital, hay un monopolio: si no pautas con ellos, no llegarás a la audiencia que deseas. Esto ha sido catastrófico para el bienestar de los medios de comunicación.
Renglón aparte merecen las prácticas anticompetitivas. Alterar los resultados para ocultar a competidores es precisamente la pesadilla que se predijo cuando Google empezó a obtener tanto poder. La pregunta es importante: ¿debería una sola empresa tener la capacidad, a través de su monopolio, de ocultar resultados de búsqueda? En buena hora llegan estas demandas para revivir el debate público necesario sobre el tema.
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