No es momento de entrar en pánico; tampoco, de bajar la guardia. Es cierto que con dos nuevas cepas del COVID-19 identificadas y con toques de queda decretados en varias ciudades del país, hay motivos para que los colombianos estén preocupados. No solo por los problemas de salud y las capacidades hospitalarias copadas, sino por el efecto económico que tiene encerrarnos justo cuando el consumo de bienes está en un punto alto. Pero mediante el diálogo y la prudencia, además de escuchar a los científicos, podemos evitar una tragedia y que el golpe económico no sea tan fuerte. No debe quedar duda, sin embargo, de que debemos estar alerta, dado que los próximos meses serán difíciles.
A Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, le tocó retractarse de sus declaraciones arrogantes. Hace apenas una semana estaba hablando de que no era necesario tomar medidas para las fiestas navideñas, que sus ciudadanos ya habían sufrido demasiado aislamiento. Ahora, esta semana, tuvo que decretar nuevos encierros, particularmente en Londres, y aceptar que la situación está peligrosamente cerca de salirse de control. No es para menos: pese a que ya inició la vacunación, se detectó una variación en el COVID-19 que lo hace más transmisible. Por eso, varios países, Colombia incluido, suspendieron los vuelos desde y hacia el Reino Unido. Es una medida de precaución necesaria.
No hay motivos, aún, para temer a la nueva cepa del COVID-19. Según explicó el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC por su sigla en inglés), “no hay indicación en este momento de una mayor gravedad infecciosa asociada con la nueva variante”. Es decir que si bien la mutación es “más transmisible” (se ha estimado que aumentó su transmisibilidad hasta en un 70 %), no es más infecciosa. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en voz de Michael Ryan (responsable de emergencias sanitarias), dijo que la variante “no está fuera de control” y que “las actuales medidas son las buenas. Debemos continuar haciendo lo que hemos hecho”. También hay primeros buenos indicios de que las vacunas son capaces de responder a esta mutación, aunque faltan estudios. Entonces, nos repetimos: no es momento para la desazón y el pánico. Estamos cansados y en duelo, pero seguimos teniendo las herramientas para enfrentar la pandemia.
Lo que nos aterriza en Colombia. Antioquia y su capital, Medellín, decretaron toques de queda estrictos para Navidad y Año Nuevo. En Bogotá, hubo necesidad de volver a implementar el pico y cédula, lo que causó los reclamos de varios gremios económicos. Muchos ciudadanos también han utilizado las redes sociales para expresar su inconformismo. Entendemos esa frustración. No obstante, la realidad es clara: la capacidad hospitalaria se está reduciendo de manera acelerada cada día y las fiestas de diciembre pueden augurar un enero negro para toda Colombia. No es momento de bajar la guardia.
Lo que sí se debe hacer es tomar medidas de incentivo a los comercios que van a ver reducido el número de clientes. Las jornadas extendidas han mostrado, por ejemplo, ser de gran valor. Llegamos a fin de año haciendo el difícil balanceo entre la salud pública y una economía en recesión.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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No es momento de entrar en pánico; tampoco, de bajar la guardia. Es cierto que con dos nuevas cepas del COVID-19 identificadas y con toques de queda decretados en varias ciudades del país, hay motivos para que los colombianos estén preocupados. No solo por los problemas de salud y las capacidades hospitalarias copadas, sino por el efecto económico que tiene encerrarnos justo cuando el consumo de bienes está en un punto alto. Pero mediante el diálogo y la prudencia, además de escuchar a los científicos, podemos evitar una tragedia y que el golpe económico no sea tan fuerte. No debe quedar duda, sin embargo, de que debemos estar alerta, dado que los próximos meses serán difíciles.
A Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, le tocó retractarse de sus declaraciones arrogantes. Hace apenas una semana estaba hablando de que no era necesario tomar medidas para las fiestas navideñas, que sus ciudadanos ya habían sufrido demasiado aislamiento. Ahora, esta semana, tuvo que decretar nuevos encierros, particularmente en Londres, y aceptar que la situación está peligrosamente cerca de salirse de control. No es para menos: pese a que ya inició la vacunación, se detectó una variación en el COVID-19 que lo hace más transmisible. Por eso, varios países, Colombia incluido, suspendieron los vuelos desde y hacia el Reino Unido. Es una medida de precaución necesaria.
No hay motivos, aún, para temer a la nueva cepa del COVID-19. Según explicó el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC por su sigla en inglés), “no hay indicación en este momento de una mayor gravedad infecciosa asociada con la nueva variante”. Es decir que si bien la mutación es “más transmisible” (se ha estimado que aumentó su transmisibilidad hasta en un 70 %), no es más infecciosa. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en voz de Michael Ryan (responsable de emergencias sanitarias), dijo que la variante “no está fuera de control” y que “las actuales medidas son las buenas. Debemos continuar haciendo lo que hemos hecho”. También hay primeros buenos indicios de que las vacunas son capaces de responder a esta mutación, aunque faltan estudios. Entonces, nos repetimos: no es momento para la desazón y el pánico. Estamos cansados y en duelo, pero seguimos teniendo las herramientas para enfrentar la pandemia.
Lo que nos aterriza en Colombia. Antioquia y su capital, Medellín, decretaron toques de queda estrictos para Navidad y Año Nuevo. En Bogotá, hubo necesidad de volver a implementar el pico y cédula, lo que causó los reclamos de varios gremios económicos. Muchos ciudadanos también han utilizado las redes sociales para expresar su inconformismo. Entendemos esa frustración. No obstante, la realidad es clara: la capacidad hospitalaria se está reduciendo de manera acelerada cada día y las fiestas de diciembre pueden augurar un enero negro para toda Colombia. No es momento de bajar la guardia.
Lo que sí se debe hacer es tomar medidas de incentivo a los comercios que van a ver reducido el número de clientes. Las jornadas extendidas han mostrado, por ejemplo, ser de gran valor. Llegamos a fin de año haciendo el difícil balanceo entre la salud pública y una economía en recesión.
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