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Las imágenes de la tragedia en Quetame, Cundinamarca, son devastadoras. El aumento súbito e incontrolable de la quebrada Naranjal arrasó con casas, destruyó la vía, causó inundaciones y, lo más importante y doloroso, terminó con la vida —hasta el momento de escribir estas líneas— de 13 personas, entre ellas tres menores de edad. Al cierre de esta edición, el reporte de las autoridades habla de varias personas más desaparecidas, por lo que es posible que el número de personas muertas aumente. La zona está sumergida en la zozobra, a la que se suman tantas poblaciones en Colombia en riesgo por los crecientes desastres que ocasiona la emergencia climática.
En la madrugada del martes 18 de julio, por las fuertes lluvias, la quebrada se salió de su cauce y se llevó todo a su paso. Los videos del peaje cercano al lugar de la tragedia muestran la fuerza del desastre natural y aumentan la frustración. Es necesario reconocer la labor de las autoridades en la atención de la crisis, pues desde temprano estuvieron en labores de búsqueda de víctimas y sobrevivientes. Durante todo el martes, trabajaron y le informaron al país de lo que ocurría. También trasladaron a personas en riesgo de afectación en la zona, pues las lluvias continúan.
Lo más importante es que el país rodee a las víctimas y sus familias. Como hemos tenido que hacer con cada desastre natural, es necesario un plan de reparación y, como parece urgente, de reubicación. El mensaje tiene que ser claro: el Estado no abandona a ninguna persona que sea víctima de situaciones tan terribles como esta.
Es fundamental, a su vez, dar conversaciones complejas sobre cómo podemos adaptar al país para un clima cada vez más agresivo. Respondiendo a la tragedia de Quetame, el presidente de la República, Gustavo Petro, escribió que lo ocurrido “demuestra la imperiosa necesidad de ordenar el territorio alrededor del agua y liberar sus espacios en los Planes de Ordenamiento Territorial de los municipios”. Es cierto, como se ha dicho en otros momentos, que nuestro país ha sido construido y habitado de manera desorganizada y riesgosa, con muchas poblaciones en zonas cada vez más vulnerables. Por eso mismo, el reto no es tan sencillo. Sí, necesitamos que las entidades territoriales, con apoyo del Gobierno Nacional, empiecen planes ambiciosos y a largo plazo de reubicación. Son necesarias, al mismo tiempo, inversiones en infraestructura y carreteras que no estén a la merced de los desastres naturales. Sin embargo, ¿qué tan posible es, a escala financiera y social, conseguir que tantas personas en riesgo abandonen sus hogares en medio de la incertidumbre? Es un reto que debe aproximarse con respeto y mucho cuidado.
Nos queda, eso sí, la angustia de saber que la emergencia climática solo va a empeorar. Entre el 3 y 7 de julio, la Organización Meteorológica Mundial, una agencia de la ONU, dijo que se registró la temperatura media global más alta en la historia de la Tierra. En Colombia vemos cada tanto cómo las lluvias intensas terminan en tragedias. El país no está preparado para lo que viene. Tenemos que actuar con urgencia, por la memoria de las víctimas y por las tragedias que están por ocurrir.
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