Arde la Amazonia brasileña

El Espectador
23 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.
Mientras en el resto del mundo la  mayoría de los fuegos son causados de manera accidental, en Brasil se suma irresponsablemente la mano de los hacendados. / Foto: Observatorio Terrestre de la NASA - AFP
Mientras en el resto del mundo la mayoría de los fuegos son causados de manera accidental, en Brasil se suma irresponsablemente la mano de los hacendados. / Foto: Observatorio Terrestre de la NASA - AFP
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El pulmón del mundo, la gran reserva ambiental del planeta, se enfrenta por estos días a una de sus peores amenazas. Los incendios forestales en Brasil, al parecer propiciados por hacendados que se sienten amparados en un gobierno que desprecia la conservación ambiental, se han incrementado en un 85 % con respecto al año anterior. Está en peligro, entre otras cosas y según los expertos, el transporte de 20 millones de toneladas de agua, además de afectar la vida de casi un millón de indígenas que habitan en la zona. El presidente Jair Bolsonaro insinuó que la culpa podría ser de las ONG ambientalistas. Debería generarse una inmediata respuesta regional.

La gravedad del tema es evidente. No solo por el daño que está causando, sino por las irreversibles consecuencias globales a futuro. Afecta por igual a los 300 pueblos indígenas que allí habitan, a los habitantes de San Pablo, a 3.000 kilómetros de allí y cuyo cielo se vio oscurecido el lunes pasado por la pesada nube de humo, así como en Europa, Asia o África. La sensación de impotencia acompaña a los ambientalistas, a aquellos gobiernos que se toman en serio los efectos nocivos del cambio climático y, en general, a quienes ven cómo se consumen diariamente miles de hectáreas por el fuego.

A pesar de que este es un fenómeno que se repite cada año y que la deforestación ha continuado imparable, las cifras registradas se quedaron cortas desde la llegada de Jair Bolsonaro al poder. Con una visión mercantilista, ha cumplido sus promesas de explotar esta insustituible reserva forestal. Este año, alentados por los discursos y acciones del primer mandatario, los hacendados de Pará organizaron el Día del Fuego, prendiendo candela a pastos y zonas deforestadas. Como mencionó una experta, “según los datos del Instituto Nacional de Estudios Espaciales, en esa fecha los incendios aumentaron un 300 % en Novo Progresso, con 124 focos. Al día siguiente, el número subió a 203”.

El mes de julio de este año fue considerado el más caliente en la historia del mundo, desde que se tienen registros. De esta manera se demuestra que el calentamiento global continúa avanzando de manera preocupante. En Siberia, en el Ártico, en Gran Canaria y muchos otros sitios, aumentan los incendios que elevan a la atmósfera CO2 y complican mucho más el desastre climático. Lo sintomático es que, mientras en el resto del mundo la mayoría de los fuegos son causados de manera accidental o por el sobrecalentamiento, en Brasil se suma irresponsablemente la mano de los hacendados. Mientras tanto Bolsonaro dijo, sin ningún tipo de prueba, que “puede estar habiendo, sí, puede, no lo estoy afirmando, una acción criminal de esos ‘oenegeros’ para llamar la atención contra mi persona, contra el gobierno de Brasil”.

Mientras tanto, los hechos demuestran lo contrario. Para dar una idea gráfica, desde que asumió el poder, el 1° de enero de este año, se ha talado en la Amazonia “el equivalente a 225.000 estadios de fútbol”. Lo anterior sin sumar el daño que se produce en este momento. En las últimas tres semanas se han registrado incendios que, según información de la NASA, están localizados en los cerca de 63.000 puntos calientes de la Amazonia. La gran mayoría en las regiones más deforestadas. En los territorios indígenas, estos derivan su existencia del bosque que se consume sin mayor protección. También afecta áreas de protección ambiental.

Dos países, Alemania y Noruega, aportaban cerca de 65 millones de euros para proyectos en la Amazonia. Ante las irresponsables políticas de Bolsonaro de privilegiar al sector industrial, el minero y a los hacendados, decidieron suspender su ayuda. La respuesta de este fue patética: “Así Alemania dejará de comprar la Amazonia a plazos”. Urge una acción inmediata a escala mundial y regional que ponga la vida del planeta por encima de los intereses económicos y políticos. No existe una segunda casa en la cual vivir.

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Por El Espectador

 

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