El cartel de los sapos
Tras una larga cadena de discusiones y polémicas, llegó a su final, con envidiable rating, la serie televisiva El cartel de los sapos.
El Espectador
Basada en el best seller del ex narcotraficante Andrés López López, quien tras pagar condena en los Estados Unidos recobró su libertad y participó como libretista, junto a Juan Camilo Ferrán, en la superproducción del Canal Caracol, la serie con seguridad pasará a la historia de la televisión colombiana como el inicio de los proyectos audiovisuales que no temen a abordar una realidad dolorosa y muchas veces escondida.
El cartel de los sapos, en donde se narra la tenebrosa historia del Cartel del Valle y la ficción y la realidad por momentos se entremezclan, se atrevió a incursionar en las entrañas de la mafia y sus ocultas relaciones con agentes de la Policía colombiana. Retrata abiertamente las extravagancias y los valores de estos antihéroes de la cocaína que, pese a su cercanía y afinidad, se delatan, se persiguen y se enfrentan. Sin excepción terminan muertos o en la cárcel.
No había sido transmitido el segundo capítulo de la exitosa serie cuando las críticas, en ese entonces del propio director general de la Policía Nacional, general Óscar Naranjo, alborotaron a la opinión pública. “Las primeras imágenes de la adaptación del seriado —decía en un comunicado el general— lo que realmente han hecho es confundirnos con verdades a medias, ridiculizar al Estado y sus instituciones y, muy particularmente, transformar en villanos a héroes que enfrentaron el poder asesino y corruptor del narcotráfico”.
Pese a lo respetable que resulta este tipo de opiniones en quienes encuentran inapropiado que una historia tan violenta sea masificada e interpretada a partir del lente de sus propios protagonistas, lo cierto es que no son pocos los aciertos de la popular y controvertida serie.
La hipótesis que en su momento sostuvo que tras la erradicación de los carteles de Medellín y Cali el tráfico de drogas habría quedado huérfano de organizaciones que lo controlaran, es complemente desmentida. El cartel del Valle lo prueba y por si ello fuera poco, la relación entre el inicio del paramilitarismo y el narcotráfico nos es confirmada. Lo propio ocurre con la versión que por mucho tiempo se ha querido implantar, cuando de narcotráfico se trata, de la honorabilidad y pulcritud de las instituciones colombianas. La corrupción de la Policía de ese entonces, permeada como tantas otras esferas de la sociedad, explica la creación del cartel del Valle, pero también la permanencia en el tiempo del narcotráfico. Sin esta corrupción difícilmente florecería el narcotráfico y habría resultados más exitosos en los sobrehumanos esfuerzos de las autoridades comprometidas con su erradicación.
Por último, el solo hecho de que el autor de la novela y coautor de los guiones sea al mismo tiempo el protagonista de los acontecimientos, hoy en libertad y radicado en Miami, invita a una reflexión de fondo sobre las diferencias en el tratamiento que se le da al narcotráfico en los Estados Unidos y en Colombia. Lo que acá es un problema de orden político, en el que los involucrados inician en quien cultiva y se extienden hasta quien trafica, en Estados Unidos no pasa de ser un delito criminal. Lo que acá genera un resquebrajamiento del orden en todos sus niveles, allá no pasa de ser una conducta prohibida que se paga con un par de años de cárcel.
Quizás el problema con El cartel de los sapos no sea, como se ha querido creer, que los bandidos escriben la historia. Más allá de que policías y políticos no deseen oír hablar de ésta y, por el contrario, la desmientan, los villanos escriben más bien poco. El problema es que la historia narrada por momentos es el espejo de la realidad que hemos vivido. El problema real es que antes que escribir la historia, la están haciendo.
Basada en el best seller del ex narcotraficante Andrés López López, quien tras pagar condena en los Estados Unidos recobró su libertad y participó como libretista, junto a Juan Camilo Ferrán, en la superproducción del Canal Caracol, la serie con seguridad pasará a la historia de la televisión colombiana como el inicio de los proyectos audiovisuales que no temen a abordar una realidad dolorosa y muchas veces escondida.
El cartel de los sapos, en donde se narra la tenebrosa historia del Cartel del Valle y la ficción y la realidad por momentos se entremezclan, se atrevió a incursionar en las entrañas de la mafia y sus ocultas relaciones con agentes de la Policía colombiana. Retrata abiertamente las extravagancias y los valores de estos antihéroes de la cocaína que, pese a su cercanía y afinidad, se delatan, se persiguen y se enfrentan. Sin excepción terminan muertos o en la cárcel.
No había sido transmitido el segundo capítulo de la exitosa serie cuando las críticas, en ese entonces del propio director general de la Policía Nacional, general Óscar Naranjo, alborotaron a la opinión pública. “Las primeras imágenes de la adaptación del seriado —decía en un comunicado el general— lo que realmente han hecho es confundirnos con verdades a medias, ridiculizar al Estado y sus instituciones y, muy particularmente, transformar en villanos a héroes que enfrentaron el poder asesino y corruptor del narcotráfico”.
Pese a lo respetable que resulta este tipo de opiniones en quienes encuentran inapropiado que una historia tan violenta sea masificada e interpretada a partir del lente de sus propios protagonistas, lo cierto es que no son pocos los aciertos de la popular y controvertida serie.
La hipótesis que en su momento sostuvo que tras la erradicación de los carteles de Medellín y Cali el tráfico de drogas habría quedado huérfano de organizaciones que lo controlaran, es complemente desmentida. El cartel del Valle lo prueba y por si ello fuera poco, la relación entre el inicio del paramilitarismo y el narcotráfico nos es confirmada. Lo propio ocurre con la versión que por mucho tiempo se ha querido implantar, cuando de narcotráfico se trata, de la honorabilidad y pulcritud de las instituciones colombianas. La corrupción de la Policía de ese entonces, permeada como tantas otras esferas de la sociedad, explica la creación del cartel del Valle, pero también la permanencia en el tiempo del narcotráfico. Sin esta corrupción difícilmente florecería el narcotráfico y habría resultados más exitosos en los sobrehumanos esfuerzos de las autoridades comprometidas con su erradicación.
Por último, el solo hecho de que el autor de la novela y coautor de los guiones sea al mismo tiempo el protagonista de los acontecimientos, hoy en libertad y radicado en Miami, invita a una reflexión de fondo sobre las diferencias en el tratamiento que se le da al narcotráfico en los Estados Unidos y en Colombia. Lo que acá es un problema de orden político, en el que los involucrados inician en quien cultiva y se extienden hasta quien trafica, en Estados Unidos no pasa de ser un delito criminal. Lo que acá genera un resquebrajamiento del orden en todos sus niveles, allá no pasa de ser una conducta prohibida que se paga con un par de años de cárcel.
Quizás el problema con El cartel de los sapos no sea, como se ha querido creer, que los bandidos escriben la historia. Más allá de que policías y políticos no deseen oír hablar de ésta y, por el contrario, la desmientan, los villanos escriben más bien poco. El problema es que la historia narrada por momentos es el espejo de la realidad que hemos vivido. El problema real es que antes que escribir la historia, la están haciendo.