Asfixiar la libertad en internet
Estados Unidos se está preparando para derrumbar uno de los pilares de la igualdad en internet y, con esa decisión, incentivar la adopción de medidas similares en otras partes del mundo. La “neutralidad de la red” está nuevamente en riesgo y, lastimosamente, muchos ciudadanos que conviven en el mundo digital no están al corriente de la amenaza que esto representa para sus derechos fundamentales.
El Espectador
La neutralidad de la red es el principio rector que prohíbe a los gobiernos y a los proveedores de servicios de internet privados (Claro, ETB, Movistar, etc., en los ejemplos colombianos) regular el contenido que se publica en internet y limitar la velocidad de acceso a ciertas páginas. Sin la neutralidad, por ejemplo, un proveedor de servicios de internet podría priorizar el acceso a una página mientras que limita la velocidad de otra. Por eso, varios activistas han propuesto cambiar la idea de “neutralidad” por “igualdad de la red”, dado que eso es lo que está en juego: el hecho de que todos los contenidos en el mundo digital sean tratados sin discriminación ni preferencia.
Sin embargo, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), entidad encargada de regular las comunicaciones en Estados Unidos, anunció que iniciará el proceso para levantar las normas adoptadas durante la presidencia de Barack Obama para proteger la neutralidad de la red. Esta medida cuenta con el apoyo de las prestadoras de servicio de internet, pero ha sido combatida por gigantes como Netflix y Google.
En la práctica, lo que eso significa es que los prestadores de internet van a poder, por ejemplo, dividir el acceso a la red por paquetes. Sin la neutralidad, pueden pedir que se pague más por acceder a ciertas páginas, o le pueden exigir a servicios como Netflix que paguen si quieren que sus usuarios no tengan un servicio lento. Con esto, ganan las empresas privadas, pero pierden los ciudadanos.
Internet, que cada vez ocupa un espacio más esencial en la vida de todas las personas, se ha caracterizado por no discriminar las ideas. Un blog personal, por dar un ejemplo sencillo, carga tan rápido como la página web de El Espectador. Lo mismo con los videos almacenados en distintos lugares de la red. Sin importar el contenido de la idea expuesta, todas tienen la misma oportunidad de ser descubiertas. Eso, por supuesto, ha traído problemas, como la difusión sin control de mensajes de odio, pero ahí también yace el potencial de internet como un agente de cambio: la igualdad alejada de la censura.
Desmantelar la neutralidad de la red también es atentar contra la libre competencia. Primero, las empresas grandes, que pueden pagar los nuevos costos, van a tener prioridad sobre las que apenas están surgiendo y no pueden pedir un trato preferencial en internet. Segundo, las empresas que proveen servicios de internet también tienen intereses en otros mercados y eso puede generar un desequilibrio. Claro, por ejemplo, podría, hipotéticamente, priorizar la velocidad de acceso a su aplicación de video y volver lentas las aplicaciones de la competencia. ¿Ese es el mundo que queremos?
En Colombia rige la neutralidad de la web, pero eso no debe ser motivo de tranquilidad. Si un mercado tan grande como Estados Unidos cambia su regulación, la presión también llegará al país. Es una batalla que hay que librar antes de que empiece.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
La neutralidad de la red es el principio rector que prohíbe a los gobiernos y a los proveedores de servicios de internet privados (Claro, ETB, Movistar, etc., en los ejemplos colombianos) regular el contenido que se publica en internet y limitar la velocidad de acceso a ciertas páginas. Sin la neutralidad, por ejemplo, un proveedor de servicios de internet podría priorizar el acceso a una página mientras que limita la velocidad de otra. Por eso, varios activistas han propuesto cambiar la idea de “neutralidad” por “igualdad de la red”, dado que eso es lo que está en juego: el hecho de que todos los contenidos en el mundo digital sean tratados sin discriminación ni preferencia.
Sin embargo, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), entidad encargada de regular las comunicaciones en Estados Unidos, anunció que iniciará el proceso para levantar las normas adoptadas durante la presidencia de Barack Obama para proteger la neutralidad de la red. Esta medida cuenta con el apoyo de las prestadoras de servicio de internet, pero ha sido combatida por gigantes como Netflix y Google.
En la práctica, lo que eso significa es que los prestadores de internet van a poder, por ejemplo, dividir el acceso a la red por paquetes. Sin la neutralidad, pueden pedir que se pague más por acceder a ciertas páginas, o le pueden exigir a servicios como Netflix que paguen si quieren que sus usuarios no tengan un servicio lento. Con esto, ganan las empresas privadas, pero pierden los ciudadanos.
Internet, que cada vez ocupa un espacio más esencial en la vida de todas las personas, se ha caracterizado por no discriminar las ideas. Un blog personal, por dar un ejemplo sencillo, carga tan rápido como la página web de El Espectador. Lo mismo con los videos almacenados en distintos lugares de la red. Sin importar el contenido de la idea expuesta, todas tienen la misma oportunidad de ser descubiertas. Eso, por supuesto, ha traído problemas, como la difusión sin control de mensajes de odio, pero ahí también yace el potencial de internet como un agente de cambio: la igualdad alejada de la censura.
Desmantelar la neutralidad de la red también es atentar contra la libre competencia. Primero, las empresas grandes, que pueden pagar los nuevos costos, van a tener prioridad sobre las que apenas están surgiendo y no pueden pedir un trato preferencial en internet. Segundo, las empresas que proveen servicios de internet también tienen intereses en otros mercados y eso puede generar un desequilibrio. Claro, por ejemplo, podría, hipotéticamente, priorizar la velocidad de acceso a su aplicación de video y volver lentas las aplicaciones de la competencia. ¿Ese es el mundo que queremos?
En Colombia rige la neutralidad de la web, pero eso no debe ser motivo de tranquilidad. Si un mercado tan grande como Estados Unidos cambia su regulación, la presión también llegará al país. Es una batalla que hay que librar antes de que empiece.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.