Bienvenido el turismo, pero no a costa de la dignidad
La consolidación de Medellín como un referente turístico a nivel internacional trajo consigo el aumento en las cifras de explotación sexual de menores de edad, así como un aumento preocupante de hurtos y asesinatos a turistas. Ambas conversaciones deben ir de la mano, pues mientras el debate público se concentra en el dinero que representa para la ciudad la llegada de tanto visitante, se han descuidado las políticas públicas de protección a los menores de edad, especialmente a las niñas y adolescentes, la lucha contra los feminicidios y la creación de ambientes seguros para todos los habitantes. La Alcaldía y Gobierno Nacional deben realizar intervenciones ambiciosas si quieren enfrentar el problema.
El año pasado fue histórico para Medellín. Más de 1,4 millones de turistas visitaron la ciudad, algo no visto, y esto vino de la mano de la gentrificación, incremento en los precios de los arriendos, desplazamientos de locales y el envilecimiento de las condiciones para las personas más vulnerables. No es casualidad que ese mismo año se reportaron 1.259 casos de explotación sexual comercial de menores de edad, en su mayoría niñas y adolescentes, según cifras del Observatorio de Turismo de la Personería de Medellín. En un informe presentado hace poco al Concejo de la ciudad, la Mesa de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes lanzó la alarma de que la tendencia histórica en este tipo de crímenes es al alza, que no hay adecuados registros ni denuncias y que las niñas y adolescentes están desprotegidas.
Hace poco el alcalde de la ciudad, Federico Gutiérrez, dijo que “no pueden venir a Medellín a hacer lo que quieran. Trabajaremos directamente con Migración, trabajaremos con los aeropuertos, trabajaremos con todo el mundo para fortalecer el turismo en la ciudad y para avanzar”. Las autoridades han dado con capturas importantes, como la reciente de un ciudadano estadounidense que explotaba sexualmente a adolescentes cada vez que visitaba la ciudad. Fortalecer el discurso, sin embargo, no es suficiente. Especialmente porque la ciudad también se ha convertido en un foco de inseguridad para los turistas. El año pasado se registró un aumento en las muertes de extranjeros en Medellín, así como de hurtos a estas personas. Entre sobredosis y muertes violentas se dibuja bien el panorama de una ciudad donde se está moviendo mucho dinero, mediado por bandas criminales y carteles del narcotráfico, y donde buena parte del atractivo turístico para los extranjeros es la perversa idea de que puede venir a hacer lo que se les antoje.
Por donde se le mire, hay voces que piden acción, y la ciudadanía lleva tiempo sintiéndose ignorada a costa del desarrollo económico. No queremos perder el influjo de recursos, pero eso no puede ser a costa de la dignidad de las personas y de la seguridad. Necesitamos más opciones de denuncia y acompañamiento a las víctimas, más vigilancia de las autoridades y una gestión turística proactiva.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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La consolidación de Medellín como un referente turístico a nivel internacional trajo consigo el aumento en las cifras de explotación sexual de menores de edad, así como un aumento preocupante de hurtos y asesinatos a turistas. Ambas conversaciones deben ir de la mano, pues mientras el debate público se concentra en el dinero que representa para la ciudad la llegada de tanto visitante, se han descuidado las políticas públicas de protección a los menores de edad, especialmente a las niñas y adolescentes, la lucha contra los feminicidios y la creación de ambientes seguros para todos los habitantes. La Alcaldía y Gobierno Nacional deben realizar intervenciones ambiciosas si quieren enfrentar el problema.
El año pasado fue histórico para Medellín. Más de 1,4 millones de turistas visitaron la ciudad, algo no visto, y esto vino de la mano de la gentrificación, incremento en los precios de los arriendos, desplazamientos de locales y el envilecimiento de las condiciones para las personas más vulnerables. No es casualidad que ese mismo año se reportaron 1.259 casos de explotación sexual comercial de menores de edad, en su mayoría niñas y adolescentes, según cifras del Observatorio de Turismo de la Personería de Medellín. En un informe presentado hace poco al Concejo de la ciudad, la Mesa de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes lanzó la alarma de que la tendencia histórica en este tipo de crímenes es al alza, que no hay adecuados registros ni denuncias y que las niñas y adolescentes están desprotegidas.
Hace poco el alcalde de la ciudad, Federico Gutiérrez, dijo que “no pueden venir a Medellín a hacer lo que quieran. Trabajaremos directamente con Migración, trabajaremos con los aeropuertos, trabajaremos con todo el mundo para fortalecer el turismo en la ciudad y para avanzar”. Las autoridades han dado con capturas importantes, como la reciente de un ciudadano estadounidense que explotaba sexualmente a adolescentes cada vez que visitaba la ciudad. Fortalecer el discurso, sin embargo, no es suficiente. Especialmente porque la ciudad también se ha convertido en un foco de inseguridad para los turistas. El año pasado se registró un aumento en las muertes de extranjeros en Medellín, así como de hurtos a estas personas. Entre sobredosis y muertes violentas se dibuja bien el panorama de una ciudad donde se está moviendo mucho dinero, mediado por bandas criminales y carteles del narcotráfico, y donde buena parte del atractivo turístico para los extranjeros es la perversa idea de que puede venir a hacer lo que se les antoje.
Por donde se le mire, hay voces que piden acción, y la ciudadanía lleva tiempo sintiéndose ignorada a costa del desarrollo económico. No queremos perder el influjo de recursos, pero eso no puede ser a costa de la dignidad de las personas y de la seguridad. Necesitamos más opciones de denuncia y acompañamiento a las víctimas, más vigilancia de las autoridades y una gestión turística proactiva.
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