Hay una desconexión peligrosa entre las respuestas oficiales a la inseguridad en Bogotá y lo que las personas están experimentando en el día a día, sin duda exacerbado por las redes sociales. Después de semanas con balaceras, sicariato y varias personas heridas, tanto el gobierno distrital como el Nacional muestran cifras de reducción de homicidios y piden que las personas no se dejen intimidar. Si bien es cierto que al observar de manera macro las tasas de inseguridad hay notables mejorías, también lo es que las quejas de las personas son constantes y que hoy la capital se vive en medio de la zozobra sin saber cuándo va a ser el próximo ataque. Mientras tanto, la Policía, que lleva años con un desempeño cuestionable, parece no tener los recursos suficientes para mejorar la percepción de los ciudadanos.
Mostrando cifras de los últimos 20 años, el presidente de la República, Gustavo Petro, dijo que “en Bogotá se cometen tres homicidios cada día en promedio (...) tendría que decirse que es el promedio más bajo de la historia de Bogotá desde hace más de cuatro décadas”. El ministro de Defensa, Iván Velásquez, dijo que “las cifras son favorables, la percepción de inseguridad es una realidad y alta. Hay una disminución en un 12 % de homicidios, son resultados positivos”. El mensaje es que, si bien hay hechos lamentables, no es momento del temor. El mandatario fue más allá: “la extrema derecha está jugando irresponsablemente con el miedo de la gente y quieren, con esta muerte de personas, votos sembrando miedo”. Sin embargo, no nos parece que el cálculo sea tan sencillo.
El terrorismo no tiene efectos si no es visual y lo que las personas que viven en Bogotá han visto las últimas semanas es horror puro. Personas siendo asesinadas en espacios altamente protegidos, victimarios huyendo en impunidad, tiroteos en respuesta a intentos de sicariato, robos masivos en restaurantes, todo mientras la Policía no hace presencia y las autoridades locales y nacionales responden hablando de cifras y tendencias históricas. Mientras el día a día es una pesadilla, es muy difícil persuadir a las personas con gráficas y datos, porque la realidad es que el temor se contagia con facilidad y la otra gran verdad es que, a sol de hoy, la Policía no puede garantizar la seguridad de las personas, lo que significa que todos estamos en riesgo. Bienvenidas las tendencias históricas, pero la solución no es tapar el sol con un dedo ni argumentar que hay conspiración política detrás de lo que viene ocurriendo.
Por ejemplo, es una realidad que Bogotá tiene muy pocos policías. La pasada alcaldesa, Claudia López, rogó en varias ocasiones al entonces presidente Iván Duque y al ahora presidente Gustavo Petro que la capital contara con más policías. No ocurrió. Ahora se anuncian 700 nuevos, pero de manera temporal, lo que no soluciona el atraso histórico de fondo. El nuevo alcalde mayor de la ciudad, Carlos Fernando Galán, denuncia la falta de articulación entre instituciones. La sensación es entonces que la institucionalidad, más allá de los discursos de buenas intenciones, tiene un caos burocrático y unos recursos limitados que atan de manos cualquier medida eficiente. Los resultados para todo lo que se está anunciando, entonces, tomarán tiempo. Mientras tanto, no se les puede pedir a las personas que no sientan temor.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Hay una desconexión peligrosa entre las respuestas oficiales a la inseguridad en Bogotá y lo que las personas están experimentando en el día a día, sin duda exacerbado por las redes sociales. Después de semanas con balaceras, sicariato y varias personas heridas, tanto el gobierno distrital como el Nacional muestran cifras de reducción de homicidios y piden que las personas no se dejen intimidar. Si bien es cierto que al observar de manera macro las tasas de inseguridad hay notables mejorías, también lo es que las quejas de las personas son constantes y que hoy la capital se vive en medio de la zozobra sin saber cuándo va a ser el próximo ataque. Mientras tanto, la Policía, que lleva años con un desempeño cuestionable, parece no tener los recursos suficientes para mejorar la percepción de los ciudadanos.
Mostrando cifras de los últimos 20 años, el presidente de la República, Gustavo Petro, dijo que “en Bogotá se cometen tres homicidios cada día en promedio (...) tendría que decirse que es el promedio más bajo de la historia de Bogotá desde hace más de cuatro décadas”. El ministro de Defensa, Iván Velásquez, dijo que “las cifras son favorables, la percepción de inseguridad es una realidad y alta. Hay una disminución en un 12 % de homicidios, son resultados positivos”. El mensaje es que, si bien hay hechos lamentables, no es momento del temor. El mandatario fue más allá: “la extrema derecha está jugando irresponsablemente con el miedo de la gente y quieren, con esta muerte de personas, votos sembrando miedo”. Sin embargo, no nos parece que el cálculo sea tan sencillo.
El terrorismo no tiene efectos si no es visual y lo que las personas que viven en Bogotá han visto las últimas semanas es horror puro. Personas siendo asesinadas en espacios altamente protegidos, victimarios huyendo en impunidad, tiroteos en respuesta a intentos de sicariato, robos masivos en restaurantes, todo mientras la Policía no hace presencia y las autoridades locales y nacionales responden hablando de cifras y tendencias históricas. Mientras el día a día es una pesadilla, es muy difícil persuadir a las personas con gráficas y datos, porque la realidad es que el temor se contagia con facilidad y la otra gran verdad es que, a sol de hoy, la Policía no puede garantizar la seguridad de las personas, lo que significa que todos estamos en riesgo. Bienvenidas las tendencias históricas, pero la solución no es tapar el sol con un dedo ni argumentar que hay conspiración política detrás de lo que viene ocurriendo.
Por ejemplo, es una realidad que Bogotá tiene muy pocos policías. La pasada alcaldesa, Claudia López, rogó en varias ocasiones al entonces presidente Iván Duque y al ahora presidente Gustavo Petro que la capital contara con más policías. No ocurrió. Ahora se anuncian 700 nuevos, pero de manera temporal, lo que no soluciona el atraso histórico de fondo. El nuevo alcalde mayor de la ciudad, Carlos Fernando Galán, denuncia la falta de articulación entre instituciones. La sensación es entonces que la institucionalidad, más allá de los discursos de buenas intenciones, tiene un caos burocrático y unos recursos limitados que atan de manos cualquier medida eficiente. Los resultados para todo lo que se está anunciando, entonces, tomarán tiempo. Mientras tanto, no se les puede pedir a las personas que no sientan temor.
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