Con el arresto del rapero y productor musical estadounidense Sean ‘Diddy’ Combs, estaría a punto de quedar en evidencia un pacto de silencio frente al abuso sexual en el mundo del entretenimiento. Con más de 120 denuncias en su contra, que provienen de hombres y mujeres, incluyendo menores de edad al momento de los incidentes, y que abarcan más de dos décadas, el otrora ícono musical enfrenta cargos por tráfico sexual, violación y explotación.
En su defensa, Combs ha negado todo, argumentando que las relaciones sexuales, muchas de las cuales ocurrían en sus fiestas, fueron consensuadas, y ha planteado, incluso, una persecución racial. Sin embargo, los fiscales han presentado un patrón sistemático de abuso; afirman que Combs “amenazó y coaccionó” a personas para satisfacer “sus deseos sexuales, proteger su reputación y ocultar su conducta”. Al parecer, las víctimas fueron drogadas y muchas veces filmadas para luego vender estas cintas por altas sumas de dinero. Se asegura en los testimonios, además, que otros de los perpetradores también fueron filmados por Combs a manera de “seguro” de silencio.
¿Cómo ocurrió esto sin que nadie interviniera? El caso sugiere una red de complicidad alrededor de Combs que consistía en sus guardaespaldas, asistentes a sus “freak-offs” (como denominaba sus fiestas privadas) y otras celebridades. Esta red facilitaba el acceso del productor a las víctimas por medio de promesas de éxito en la industria musical, y encubría los hechos con la protección de la fama y la fortuna de los participantes.
Existen varios precedentes: la primera en denunciar fue su exnovia, la cantante Cassandra ‘Cassie’ Ventura, quien demandó por violación al rapero ante un tribunal federal de Nueva York, el 16 de noviembre de 2023. A pesar de que Ventura y Diddy llegaron a un acuerdo para retirar la demanda un día después, el pasado 17 de mayo, CNN publicó un video de 2016 de una cámara de seguridad en el cual se ve a Combs golpeándola brutalmente. Hace 10 años, además, Khloé Kardashian afirmó en su reality haber asistido a una fiesta de Diddy en la que “la mitad de las personas estaban desnudas”. De él ya se había advertido que las letras de sus canciones y videos musicales promovían la hipersexualización violenta de las mujeres, así como un estilo de vida basado en el abuso.
Este caso no es aislado. En la última década, hemos visto el colapso de otras figuras prominentes, como el productor Harvey Weinstein y el magnate Jeffrey Epstein, todos caídos por abusos que parecían enterrados bajo montañas de dinero y silencio con la complicidad de sus amigos famosos. El patrón es claro: en las esferas más altas del poder, el abuso no solo ha sido tolerado, sino facilitado.
Sin embargo, este caso también evidencia un cambio. Las víctimas de estos crímenes están empezando a ser escuchadas. Las más de 120 personas que ahora se atreven a contar sus historias muestran una evolución en la manera en que la sociedad y el sistema judicial manejan las denuncias contra personas poderosas: por un lado hay menos tolerancia con el abuso en todas sus formas y, por otro, a los testimonios de las víctimas se les da la relevancia que merecen. Más allá del espectáculo mediático que sin duda se desarrollará en los próximos meses, la cultura del silencio, que protegía a individuos como Combs, está empezando a desmoronarse.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.