Castrismo sin los Castro en Cuba
El Espectador
“Seremos fieles al legado del líder histórico de la Revolución”. Con esta frase se puede resumir el futuro político de Cuba, ahora bajo la presidencia de Miguel Díaz-Canel, quien sucede a Raúl y dará continuidad al legado de los hermanos Castro. A pesar de la parafernalia montada para mostrar una elección aparentemente democrática, lo cierto es que la designación se hizo a dedo por su antecesor y así lo ratificaron 603 de los 604 parlamentarios de la Asamblea Nacional. No se esperan especiales cambios dentro del régimen dictatorial en la isla caribeña.
Se trata de la primera vez que un Castro no tiene en su mano las riendas del Gobierno desde el triunfo de la Revolución en 1959. De hecho, se podría especular sobre un cambio generacional, pues el nuevo mandatario, con 57 años, salió de las escuelas de formación del Partido Comunista (PCC) y, según lo mencionó su propio mentor, fue el único que logró reunir todos los requisitos para ser ungido como presidente. Sin embargo, su poder no será tan amplio como el de Fidel y Raúl. Para serlo, debería ser, además, primer secretario del PCC, cargo que detentará Raúl Castro hasta 2021. La importancia radica en que, según la Constitución, el Partido es “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. De esta manera, desde el PCC se puede forzar al jefe de Estado a acatar las políticas establecidas de antemano.
Lo cierto es que el nuevo mandatario va a tener que enfrentar diversos retos, tanto internos como externos. En primer lugar, afianzarse en el cargo, a pesar de la línea ortodoxa del PCC, fidelista, que continúa recelando de los “rápidos” cambios que se han dado en la isla. A pesar de que el llamado raulismo quiso abrir las puertas a las reformas económicas, tuvo que frenar dicho proceso reformista. La apertura que se logró con la administración Obama y los beneficios económicos que se podrían derivar de la misma se han enfrentado a la nueva realidad que implica el gobierno de Donald Trump. Este será uno de los temas más complejos que deberá manejar Miguel Díaz-Canel. Lograr consensos internos entre las dos líneas que hay dentro del Partido y maniobrar frente a Washington van a requerir de grandes habilidades. En especial ahora que el nuevo secretario de Estado, Mike Pompeo, y el Asesor de Seguridad, John Bolton, representan el ala más radical de la derecha del país del Norte.
La repercusión de estos acontecimientos no se ha hecho esperar en el interior de Cuba. Dado que la situación económica no tiene mejoría posible dentro de este escenario y se torna más compleja a mediano plazo, aumenta el descontento social dentro de la población.
Se generaron demasiadas expectativas cuando Raúl llegó al poder con respecto a la apertura gradual en lo económico y, eventualmente, mayores libertades en lo político. No ha sido así. Los analistas consideran que, si al problema con Estados Unidos se suma la quiebra de Venezuela, la opción obligada será buscar de nuevo a Rusia y China como aliados. Este último país en materia comercial y financiera y, en el caso de Rusia, en el sector energético. Para ambos países, por motivos económicos y estratégicos, siempre será importante tener una presencia activa en un país que está situado a pocas millas de los Estados Unidos.
Durante su discurso de aceptación, Díaz-Canel también dijo: “No vengo a prometer nada, como jamás lo hizo la Revolución en todos estos años. Vengo a cumplir el programa que nos hemos impuesto, con los lineamientos del socialismo y la Revolución”. Sin embargo, con los cambios que se han dado en el mundo, va a ser muy difícil que éste pueda sobrevivir si no aplica algunos correctivos importantes, al menos en el campo económico. En lo político, infortunadamente, no habrá apertura democrática. Es la concesión más importante que hará a los fidelistas, si quiere avanzar en otros aspectos. Queda por ver si la historia lo absolverá.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
“Seremos fieles al legado del líder histórico de la Revolución”. Con esta frase se puede resumir el futuro político de Cuba, ahora bajo la presidencia de Miguel Díaz-Canel, quien sucede a Raúl y dará continuidad al legado de los hermanos Castro. A pesar de la parafernalia montada para mostrar una elección aparentemente democrática, lo cierto es que la designación se hizo a dedo por su antecesor y así lo ratificaron 603 de los 604 parlamentarios de la Asamblea Nacional. No se esperan especiales cambios dentro del régimen dictatorial en la isla caribeña.
Se trata de la primera vez que un Castro no tiene en su mano las riendas del Gobierno desde el triunfo de la Revolución en 1959. De hecho, se podría especular sobre un cambio generacional, pues el nuevo mandatario, con 57 años, salió de las escuelas de formación del Partido Comunista (PCC) y, según lo mencionó su propio mentor, fue el único que logró reunir todos los requisitos para ser ungido como presidente. Sin embargo, su poder no será tan amplio como el de Fidel y Raúl. Para serlo, debería ser, además, primer secretario del PCC, cargo que detentará Raúl Castro hasta 2021. La importancia radica en que, según la Constitución, el Partido es “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. De esta manera, desde el PCC se puede forzar al jefe de Estado a acatar las políticas establecidas de antemano.
Lo cierto es que el nuevo mandatario va a tener que enfrentar diversos retos, tanto internos como externos. En primer lugar, afianzarse en el cargo, a pesar de la línea ortodoxa del PCC, fidelista, que continúa recelando de los “rápidos” cambios que se han dado en la isla. A pesar de que el llamado raulismo quiso abrir las puertas a las reformas económicas, tuvo que frenar dicho proceso reformista. La apertura que se logró con la administración Obama y los beneficios económicos que se podrían derivar de la misma se han enfrentado a la nueva realidad que implica el gobierno de Donald Trump. Este será uno de los temas más complejos que deberá manejar Miguel Díaz-Canel. Lograr consensos internos entre las dos líneas que hay dentro del Partido y maniobrar frente a Washington van a requerir de grandes habilidades. En especial ahora que el nuevo secretario de Estado, Mike Pompeo, y el Asesor de Seguridad, John Bolton, representan el ala más radical de la derecha del país del Norte.
La repercusión de estos acontecimientos no se ha hecho esperar en el interior de Cuba. Dado que la situación económica no tiene mejoría posible dentro de este escenario y se torna más compleja a mediano plazo, aumenta el descontento social dentro de la población.
Se generaron demasiadas expectativas cuando Raúl llegó al poder con respecto a la apertura gradual en lo económico y, eventualmente, mayores libertades en lo político. No ha sido así. Los analistas consideran que, si al problema con Estados Unidos se suma la quiebra de Venezuela, la opción obligada será buscar de nuevo a Rusia y China como aliados. Este último país en materia comercial y financiera y, en el caso de Rusia, en el sector energético. Para ambos países, por motivos económicos y estratégicos, siempre será importante tener una presencia activa en un país que está situado a pocas millas de los Estados Unidos.
Durante su discurso de aceptación, Díaz-Canel también dijo: “No vengo a prometer nada, como jamás lo hizo la Revolución en todos estos años. Vengo a cumplir el programa que nos hemos impuesto, con los lineamientos del socialismo y la Revolución”. Sin embargo, con los cambios que se han dado en el mundo, va a ser muy difícil que éste pueda sobrevivir si no aplica algunos correctivos importantes, al menos en el campo económico. En lo político, infortunadamente, no habrá apertura democrática. Es la concesión más importante que hará a los fidelistas, si quiere avanzar en otros aspectos. Queda por ver si la historia lo absolverá.
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