Ayer, mientras Colombia celebraba los 30 años de nuestra Constitución, en Chile se instaló la Convención Constituyente, que busca cambiar la carta política expedida bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Ambos hitos están relacionados. El modelo de Asamblea Constituyente colombiano ha sido muy estudiado en Chile, y nuestra Constitución, que es referente en América Latina, es uno de los insumos que tienen para el proceso allá. El mundo entero está pendiente de lo que pasa en la primera Constitución pospandemia y redactada, además, bajo un nuevo contexto social e histórico. ¿Cuál será la evolución del Estado social de derecho?
El proceso chileno es muy importante para Colombia. No porque, como pretenden muchos oportunistas pescando votos, sea necesario cambiar la Constitución de 1991. Sobre eso fuimos claros en el editorial de ayer: nuestra carta política tiene la Colombia que soñamos, está pendiente materializarlo. Pero las respuestas a los problemas modernos de Chile, una de las economías más importantes de la región y un país influyente y referente democrático, van de la mano con los intereses de Colombia. Lo que allá se responda tendrá repercusiones en el futuro de toda América Latina.
Una imagen que recorrió el mundo la semana pasada fue el incendio en el golfo de México, en el océano, por el daño de una tubería de gas. Al mismo tiempo, en el norte del continente se están registrando temperaturas altísimas que no solo son un récord histórico, sino que configuran una lúgubre advertencia de lo que está por venir. La emergencia climática no es una conjetura del futuro, ya es una realidad. Por eso, uno de los focos de la Convención Constituyente en Chile son necesariamente los derechos ambientales. ¿Cómo va a tratar la emergencia la nueva Constitución? ¿Cómo será su relación con el agua y los recursos naturales? ¿Cómo hará el balance de nuevos modelos de desarrollo sostenible? Lo que contesten los constituyentes servirá de referente para la región.
La Constitución colombiana prometió un Estado social de derecho. La nueva chilena probablemente apuntará hacia el mismo lado, pero con la pregunta de cómo se ve esa realidad en un mundo moderno. Por ejemplo, en Estados Unidos y la Unión Europea hay serias discusiones sobre cómo entender los derechos económicos en medio de un nuevo pacto social. Las cifras de desigualdad, las falencias evidenciadas por el COVID-19 y el crecimiento de los autoritarismos son motivos más que suficientes para entender que el estado actual de las cosas es insuficiente.
También, por supuesto, está la pregunta de cómo construir sociedades más incluyentes a pesar de la polarización. La Convención Constituyente chilena tiene 78 hombres y 77 mujeres; además, cuenta con presencia de pueblos originarios. Si de allí se logra construir un texto que sirva de rama de olivo para un país convulsionado, la democracia tendrá esperanza.
Del 4 de julio al 4 de septiembre, la Convención elegirá su reglamento. Después tendrán nueve meses para presentarle a Chile y al mundo el nuevo texto, que deberá ser refrendado en las urnas. Le deseamos lo mejor al país hermano.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Ayer, mientras Colombia celebraba los 30 años de nuestra Constitución, en Chile se instaló la Convención Constituyente, que busca cambiar la carta política expedida bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Ambos hitos están relacionados. El modelo de Asamblea Constituyente colombiano ha sido muy estudiado en Chile, y nuestra Constitución, que es referente en América Latina, es uno de los insumos que tienen para el proceso allá. El mundo entero está pendiente de lo que pasa en la primera Constitución pospandemia y redactada, además, bajo un nuevo contexto social e histórico. ¿Cuál será la evolución del Estado social de derecho?
El proceso chileno es muy importante para Colombia. No porque, como pretenden muchos oportunistas pescando votos, sea necesario cambiar la Constitución de 1991. Sobre eso fuimos claros en el editorial de ayer: nuestra carta política tiene la Colombia que soñamos, está pendiente materializarlo. Pero las respuestas a los problemas modernos de Chile, una de las economías más importantes de la región y un país influyente y referente democrático, van de la mano con los intereses de Colombia. Lo que allá se responda tendrá repercusiones en el futuro de toda América Latina.
Una imagen que recorrió el mundo la semana pasada fue el incendio en el golfo de México, en el océano, por el daño de una tubería de gas. Al mismo tiempo, en el norte del continente se están registrando temperaturas altísimas que no solo son un récord histórico, sino que configuran una lúgubre advertencia de lo que está por venir. La emergencia climática no es una conjetura del futuro, ya es una realidad. Por eso, uno de los focos de la Convención Constituyente en Chile son necesariamente los derechos ambientales. ¿Cómo va a tratar la emergencia la nueva Constitución? ¿Cómo será su relación con el agua y los recursos naturales? ¿Cómo hará el balance de nuevos modelos de desarrollo sostenible? Lo que contesten los constituyentes servirá de referente para la región.
La Constitución colombiana prometió un Estado social de derecho. La nueva chilena probablemente apuntará hacia el mismo lado, pero con la pregunta de cómo se ve esa realidad en un mundo moderno. Por ejemplo, en Estados Unidos y la Unión Europea hay serias discusiones sobre cómo entender los derechos económicos en medio de un nuevo pacto social. Las cifras de desigualdad, las falencias evidenciadas por el COVID-19 y el crecimiento de los autoritarismos son motivos más que suficientes para entender que el estado actual de las cosas es insuficiente.
También, por supuesto, está la pregunta de cómo construir sociedades más incluyentes a pesar de la polarización. La Convención Constituyente chilena tiene 78 hombres y 77 mujeres; además, cuenta con presencia de pueblos originarios. Si de allí se logra construir un texto que sirva de rama de olivo para un país convulsionado, la democracia tendrá esperanza.
Del 4 de julio al 4 de septiembre, la Convención elegirá su reglamento. Después tendrán nueve meses para presentarle a Chile y al mundo el nuevo texto, que deberá ser refrendado en las urnas. Le deseamos lo mejor al país hermano.
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