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A la guerra le cayó encima la emergencia climática. Como si los problemas del Chocó no fueran ya suficientes, con una falta de institucionalidad alarmante y una desigualdad histórica, en estos días hemos visto cómo la lluvia incesante tiene desbordados los ríos y pone en riesgo a decenas de miles de personas. El Gobierno nacional respondió como es debido, pero los recursos son reducidos y las capacidades muestran que nos falta mucho para poder hablar de un Estado presente. Mientras tanto, la guerrilla del ELN muestra su peor versión, declarando un paro armado y haciendo que los funcionarios del Gobierno tengan que rogar por compasión. Es un desastre por donde se le mire.
El presidente de la República, Gustavo Petro, decretó emergencia en el Chocó, La Guajira y Bogotá; era necesario. En la capital vimos cómo las lluvias tienen desbordada la autopista Norte. En La Guajira hay calamidad pública por las lluvias y el paso del huracán Rafael. Pero Chocó es el que más ha sufrido. Según la gobernadora del departamento, Nubia Carolina Córdoba, hubo más de tres días seguidos de lluvia. En entrevista con La FM, explicó que “la situación es grave, tenemos una situación infortunada del 87 % del territorio, estamos llegando a las 40.000 familias afectadas. Hay lugares en los que, para generar la atención de la cabecera municipal, estamos a tres días de distancia”. Los videos que se han difundido en redes sociales son impresionantes.
Además de la amenaza a la integridad de las personas, la gobernadora teme por los daños a las viviendas y los cultivos, y espera que se tarde hasta un año para poder recuperar algo de lo perdido. Esto significa que llegará aún más miseria a una región secuestrada por la pobreza. El presidente Petro dijo que “lo importante es que podamos resolver de manera más permanente los problemas duraderos”, pero los planes para ejecutar esa promesa están por verse. Adicionalmente, el director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (UNGRD), Carlos Carrillo, dijo en Blu Radio que “el mensaje es que no están solos y que la UNGRD y el Gobierno nacional y las entidades operativas están ahí, que las Fuerzas Armadas, que hacen parte integral de esta respuesta, están ahí y están listas”.
Lo último es clave porque el ELN se convirtió en un insolente obstáculo para la entrega de las ayudas a las víctimas. Desde el sábado pasado decretó paro armado, en medio de su lucha con el Clan del Golfo y su hostilidad hacia el Gobierno. Tal vez la declaración en El Tiempo del comisionado de Paz, Otty Patiño, resume la frustración que sintieron todos los colombianos con esta noticia: “No encuentro explicación y me parece una cuestión medio absurda que, en medio de unas conversaciones donde se está restableciendo la mesa y en una situación de tragedia que está viviendo el Chocó, ellos planteen un paro armado. Que ayuden o, por lo menos, no estorben”.
Nos vemos en la obligación de pedir un poco de humanidad a la guerrilla. Si algo muestra este caso es cómo los retos del planeta no pueden ir acompañados de la violencia. Lidiar con los desastres naturales necesita nuestra completa atención, no podemos estar pensando en los alzados en armas cada vez que se necesite un apoyo urgente. Este es un argumento más para la necesaria búsqueda de la paz.
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