Ciencia e innovación, locomotora varada
Hace una semana. mientras los colombianos sufríamos por la derrota de la selección de fútbol ante Brasil, en la Convención Científica Colombiana SUMA, organizada por Colciencias y Semana en Cartagena, la entonces directora de la entidad, Paula Marcela Arias, reveló la intención del Gobierno de recortar el presupuesto para ciencia y tecnología. En menos de 72 horas, la funcionaria estaba despedida. Pagaba caro su indiscreción. Y el ministro de Hacienda se defendía diciendo que esa no era la verdadera intención y que el correo en que anunciaba el recorte cercano a $64 mil millones era tan solo un borrador para discusión.
El Espectador
El presupuesto de Colciencias finalmente no se recortó. Nunca se sabrá si fue más por la indignación social que generó la noticia, que por la certeza del Gobierno de la dirección que le quiere dar a la todavía varada locomotora de la innovación. Nos enteramos de que en la propuesta de presupuesto general de la Nación presentada el viernes, el presupuesto de Colciencias aumentó de $378 a $379 mil millones. Esto es 0,26%, en un año en el que se estima que el PIB aumente más del 4,5%. No sobra recordar que, con respecto al presupuesto de 2012, constituye una disminución de $41.000 millones. Entonces, ¿va para atrás o para adelante esta locomotora?
El altercado entre la indiscreta directora de Colciencias y el ministro de Hacienda quizás sea lo menos importante en esta historia. Hay otros asuntos sobre los que quisiéramos llamar la atención. Es cierto que el gobierno Santos, más que cualquier otro, dio una señal del impulso que quiere darle a la ciencia y la tecnología al adjudicar al sector el 10% de los dineros de las regalías en su reforma. Sin embargo, esa buena intención sucumbió por el mal diseño de la ley, el desorden, la improvisación y, cómo no, la politiquería.
Hoy, el grueso de la inversión en ciencia y tecnología, esto es, cerca de $2,1 billones provenientes de regalías, está siendo definido, en la vida práctica, por los gobernadores. El 80 por ciento de los proyectos aprobados son administrados por los entes territoriales. Y para colmo, durante la pasada campaña electoral, el presidente Santos anunció que los proyectos serán definidos directamente por los mandatarios locales: “las inversiones de las regalías directas no van a tener que aprobarse por los OCAD (Órganos Colegiados de Administración y Decisión) y van a llegar directamente a los municipios y departamentos”, dijo en el Huila.
Respecto a esa relación entre democracia y ciencia, ya lo dijo el gran físico y filósofo argentino Mario Bunge: “la ciencia básica está hecha por individuos más ingeniosos que otros; no se puede planificar y menos aún puede dejarse en manos de gente que no sabe lo que es la ciencia. Eso no es democracia, es estupidez. En ciencia no se toman las decisiones por votación, sino por consenso de expertos científicos. Así funciona cualquier buen laboratorio”.
Más grave aún, como lo plantea el exrector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman, es la ausencia de una visión de largo término. Para algunos gobernadores entra en la categoría de ciencia, por ejemplo, la adecuación de las redes de teléfono e internet de sus edificios. Wasserman identificó casi $330.000 millones, suma similar al presupuesto de Colciencias, que están siendo destinados para proyectos de este tenor.
Colciencias requiere una dirección que mire hacia el mediano y largo plazos, pero también un gobierno que la apoye y le dé estabilidad política. En cuatro años, completa ya cuatro directores, lo que desdice de ese compromiso que se escucha en los discursos. Urge acompañar las buenas intenciones con reglas más claras, verdadero liderazgo político y estabilidad en las instituciones responsables.
El presupuesto de Colciencias finalmente no se recortó. Nunca se sabrá si fue más por la indignación social que generó la noticia, que por la certeza del Gobierno de la dirección que le quiere dar a la todavía varada locomotora de la innovación. Nos enteramos de que en la propuesta de presupuesto general de la Nación presentada el viernes, el presupuesto de Colciencias aumentó de $378 a $379 mil millones. Esto es 0,26%, en un año en el que se estima que el PIB aumente más del 4,5%. No sobra recordar que, con respecto al presupuesto de 2012, constituye una disminución de $41.000 millones. Entonces, ¿va para atrás o para adelante esta locomotora?
El altercado entre la indiscreta directora de Colciencias y el ministro de Hacienda quizás sea lo menos importante en esta historia. Hay otros asuntos sobre los que quisiéramos llamar la atención. Es cierto que el gobierno Santos, más que cualquier otro, dio una señal del impulso que quiere darle a la ciencia y la tecnología al adjudicar al sector el 10% de los dineros de las regalías en su reforma. Sin embargo, esa buena intención sucumbió por el mal diseño de la ley, el desorden, la improvisación y, cómo no, la politiquería.
Hoy, el grueso de la inversión en ciencia y tecnología, esto es, cerca de $2,1 billones provenientes de regalías, está siendo definido, en la vida práctica, por los gobernadores. El 80 por ciento de los proyectos aprobados son administrados por los entes territoriales. Y para colmo, durante la pasada campaña electoral, el presidente Santos anunció que los proyectos serán definidos directamente por los mandatarios locales: “las inversiones de las regalías directas no van a tener que aprobarse por los OCAD (Órganos Colegiados de Administración y Decisión) y van a llegar directamente a los municipios y departamentos”, dijo en el Huila.
Respecto a esa relación entre democracia y ciencia, ya lo dijo el gran físico y filósofo argentino Mario Bunge: “la ciencia básica está hecha por individuos más ingeniosos que otros; no se puede planificar y menos aún puede dejarse en manos de gente que no sabe lo que es la ciencia. Eso no es democracia, es estupidez. En ciencia no se toman las decisiones por votación, sino por consenso de expertos científicos. Así funciona cualquier buen laboratorio”.
Más grave aún, como lo plantea el exrector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman, es la ausencia de una visión de largo término. Para algunos gobernadores entra en la categoría de ciencia, por ejemplo, la adecuación de las redes de teléfono e internet de sus edificios. Wasserman identificó casi $330.000 millones, suma similar al presupuesto de Colciencias, que están siendo destinados para proyectos de este tenor.
Colciencias requiere una dirección que mire hacia el mediano y largo plazos, pero también un gobierno que la apoye y le dé estabilidad política. En cuatro años, completa ya cuatro directores, lo que desdice de ese compromiso que se escucha en los discursos. Urge acompañar las buenas intenciones con reglas más claras, verdadero liderazgo político y estabilidad en las instituciones responsables.