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Los colombianos cada vez vivimos más años y tenemos menos hijos. Esta realidad, síntoma de los avances médicos y de la disponibilidad de la atención —así como de la tecnología—, genera el nuevo reto que tiene que afrontar el mundo desarrollado y emergente: la población está envejeciendo y es urgente modificar la forma en que funciona el país para aprovechar y cuidar a una población mayor.
En la actualidad estamos fracasando rotundamente. Según el estudio “Misión Colombia envejece”, realizado por Fedesarrollo y la Fundación Saldarriaga Concha, hoy en día en Colombia hay 5,2 millones de personas mayores de 60 años, y sólo una de cada cuatro de ellas recibe pensión (una de cada siete si hablamos sólo de mujeres mayores, increíble). Un 44% de las personas mayores de 65 años son pobres, la tasa más alta de toda América Latina. El modelo de salud no está diseñado ni preparado para atender a una población que envejece, se enferma y no tiene los recursos para pagar los tratamientos que necesitan.
Por eso el panorama a futuro es angustiante: en 2050, Colombia tendrá cerca de 14,1 millones de personas mayores de 60 años viviendo en su territorio, el equivalente al 23% de la población. Eso, en términos económicos, implica que el gasto per cápita en salud aumentará en un 47%. En otras palabras, si a las personas mayores del futuro les espera una realidad como la que viven nuestros mayores hoy en día, la viabilidad del país es cuestionable.
Por eso es necesario revaluar el modelo y nuestras percepciones sobre la vejez. Lo dijo mejor Soraya Montoya, directora ejecutiva de la Fundación Saldarriaga Concha: “Tenemos que acabar con la imagen de que envejecer es una carga, hay que asimilar que es un premio para una sociedad”.
El estudio citado tiene varias propuestas: debe modificarse el régimen pensional y todo el plan de acceso a ingresos de las personas mayores —72,5% de hombres mayores de 60 años tiene un trabajo informal—, debe rediseñarse el sistema de salud para privilegiar la prevención y la promoción de la salud, y deben pensarse nuevas formas de introducir a las personas mayores en todo el proceso productivo, así como fomentar el ahorro desde una corta edad.
No puede haber confusión: este es un reto de vital importancia y requiere voluntad política y de la sociedad para afrontarlo. Hay que abandonar los prejuicios dañinos de que las personas mayores no le aportan nada al país. De hecho, gracias a todos los avances, la vejez es productiva y la población tenderá a envejecer.
La responsabilidad, sin embargo —y esto lo reitararon quienes impulsaron el estudio—, no recae únicamente sobre el Estado. Las personas deben entender que su calidad de vida en un futuro está directamente ligada a las decisiones que tomen hoy: cómo ahorran, qué comen, cuánto se ejercitan, cuántas veces van al médico, qué tan preocupados están por su salud y la de su familia.
Sobre las personas mayores que ya están pasando problemas por su edad, debe haber medidas del Estado para apoyarlos y acompañarlos. Otro estudio de la OIT dijo que en nuestro país no tenemos programas serios para cuidarlos. Eso debe solucionarse pronto. La vejez digna también es un derecho fundamental.
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