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Aunque la frustración expresada por atletas de todos los niveles en redes sociales por la reducción de la financiación pública al deporte es completamente entendible, más en un país que se está acostumbrando a tener grandes triunfos a nivel internacional pese a que tiene redes de apoyo aún precarias para fomentar y cuidar los nuevos talentos, el argumento del Gobierno también es razonable. En épocas de vacas flacas, reducir la inversión, especialmente en infraestructura, es necesario. ¿Estarían las personas que expresaron su solidaridad con los deportistas dispuestas a pagar nuevos impuestos que se dediquen sólo a este tipo de financiación? ¿Cómo definimos las prioridades nacionales con recursos escasos, más allá de la indignación?
El Gobierno presentó en el Congreso el proyecto de presupuesto general de la Nación para el 2018. En él, se contempla una reducción considerable de la inversión en deportes. Según datos del Comité Olímpico Colombiano (COC), el presupuesto para el deporte en el país pasará de 530.000 millones de pesos en 2017 a 183.000 millones de pesos el próximo año. Esto ocasionó la reacción preocupada de varios deportistas. Mariana Pajón, Yuberjen Martínez y Óscar Figueroa, medallistas olímpicos, publicaron un video en internet criticando al Gobierno. “Nos devolvimos a la época en la que los deportistas pasaban hambre; necesitamos más presupuesto para unir más al país, para darle más alegrías a Colombia”, dice Pajón. Por su parte, Carlos el Pibe Valderrama publicó un video visiblemente molesto en su Instagram, donde dice que es inadmisible la propuesta.
Aunque es fácil estar de acuerdo con la preocupación expresada por los deportistas, la realidad del país exige análisis más complejos. En respuesta a las críticas, el presidente Juan Manuel Santos explicó que la reducción se debe a los bajos precios del petróleo y que se concentran en una disminución de la inversión en infraestructura, campo en el que ya se han hecho bastantes avances. El presidente del Comité Olímpico Colombiano, Baltazar Medina, expresó que “el panorama no es tan preocupante como se nos dijo en un principio” y que “es un recorte que uno entiende que hay que manejarlo con austeridad”.
El debate de fondo es cómo debería invertirse en los deportistas colombianos y qué se debe priorizar ante la escasez de recursos. Por eso, posiciones como la del senador Álvaro Uribe, quien trinó que “con impuestos, derroche y Farc afectan las finanzas del Estado y la cuenta la paga el deporte colombiano”, poco aportan, más que populismo, al debate público.
Desde este espacio, en varias ocasiones hemos criticado la obsesión de los dirigentes políticos de equiparar el apoyo al deporte con arrojarle dinero a la infraestructura. Los casos de éxito que estamos viendo cada vez más nos invitan a creer que es necesario crear sistemas de apoyo que acompañen a las jóvenes promesas desde su infancia hasta que se conviertan en profesionales. Antes que seguir construyendo centros deportivos, el país está en mora de tener un sistema de apoyo constante que convierta el deporte en un verdadero proyecto de vida, para que los triunfos no sean casos aislados de personas que superaron obstáculos extraordinarios, sino procesos de acompañamiento ininterrumpido.
Por eso, entendemos la medida del Gobierno, que ha tenido que balancear lo mejor posible un presupuesto entre muchas prioridades. Queda pendiente para el debate electoral la pregunta sobre cómo vamos a garantizar el bienestar de los atletas colombianos, incluso en tiempos de vacas flacas. Qué bueno sería que las voces que salieron a protestar esta reducción sean protagonistas en estas conversaciones y que los próximos Congreso y presidente lleguen con compromisos claros al respecto.
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