Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
ES MUY DIFÍCIL ENTENDER EL PODER que tiene Armando Benedetti sobre el gobierno de Gustavo Petro, que se proclama como “del cambio”. Con su renuncia a la Embajada en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y su aterrizaje en la Casa de Nariño es inevitable recordar su voz extorsionando a los gritos a Laura Sarabia, hoy directora del Departamento Administrativo de la Presidencia, en los audios publicados por Semana. Un personaje con múltiples investigaciones en la Corte Suprema de Justicia, con un irrespeto evidente a la institucionalidad y con serios cuestionamientos sobre él, ¿de verdad merece tanta cercanía al mandatario? ¿O hay una parte de esta historia que no conocemos los colombianos?
El exembajador Benedetti se encargó de volver noticia su regreso al país. Lo hizo con aspavientos, anunciando su renuncia, afirmando que está en un nuevo proceso de rehabilitación personal y dejando en claro que a Colombia vuelve a “hacer política”, la que le gusta, la que lo llevó inicialmente a volverse esencial para la campaña del Pacto Histórico. La foto conocida de él, Sarabia y el presidente Petro en la Casa de Nariño, junto con las declaraciones del exembajador sobre su nuevo rol de asesor presidencial, muestra que la idea es atrincherarse en los dos años que quedan de gobierno.
Lo que no es comprensible es por qué el presidente necesita a una persona como Benedetti. Dirán, porque es la narrativa que han buscado vender, que se trata de un acto de redención, que lo escuchado en la llamada filtrada era una exageración en un momento de debilidad, pero es imposible no recordar sus palabras. Mientras Nicolás Petro está cuestionado precisamente por el dinero que recibió en medio de la campaña en el Atlántico, Benedetti ha guardado silencio y quiere que Colombia entera se haga a la idea de que aquí no pasó nada. Con las investigaciones en su contra en la Corte Suprema de Justicia, los constantes nombramientos de Benedetti en el Gobierno despiertan natural suspicacia. Su nuevo rol de asesor no hace mucho para calmar esos temores.
También quedan muy mal los áulicos del Gobierno, autoproclamados adalides anticorrupción y antipolitiquería, ahora guardando silencio o haciendo maromas retóricas para justificar el nombramiento. Hoy las dos personas más cercanas al presidente Petro: Benedetti y Sarabia, están cuestionadas, y la respuesta es la bravuconada y la arrogancia. No hay mucho más que se pueda decir al respecto.
Tal vez la Casa de Nariño espera ganar gobernabilidad, pero pierde estatura moral. Se sigue sembrando desconfianza en el ejercicio de lo público, enviando el mensaje de que al presidente de la República se le puede extorsionar en público sin mayores consecuencias. El 2025 será un año decisivo para las reformas del gobierno Petro y estamos en miras de cambios en el gabinete, pero con esta primera movida se envía un mensaje elocuente.
Todas las personas merecen una segunda oportunidad. La rehabilitación, además, es un proceso que necesita el apoyo de la sociedad. Pero lo que ocurre aquí va mucho más allá de una historia de superación personal y nos acerca a los pozos de la politiquería de siempre.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.