Iván Duque y Gustavo Petro están jugando de manera irresponsable con Ecopetrol. El presidente saliente movió toda su influencia para aprovechar la mayoría accionaria del Estado dentro de la empresa para modificar los estatutos y dejar atornillada a una junta directiva cercana a sus afectos, una actitud inaceptable para su manejo corporativo. Aunque hacen bien el presidente electo Gustavo Petro y su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, en criticar ese comportamiento, el próximo mandatario envió también un mensaje temible con su “no nos reten”, dejando entrever preocupantes rasgos autoritarios y agresivos. Cualquier modificación que se haga en la próxima asamblea no debe responder a intereses sectarios, sino a proteger la confianza y la legitimidad de Ecopetrol.
Por más maromas retóricas que la junta directiva actual y el presidente Duque hagan para justificarse, el cambio a los estatutos tuvo claros fines políticos. Extendieron el período de vigencia de los directivos de dos a cuatro años y aplicaron el cambio a la junta actual, que fue elegida con clara influencia del mandatario saliente, todo a pocos meses del final del mandato. No por casualidad Luigi Echeverri, uno de los principales impulsores de Duque, es el actual presidente de la junta. Una empresa mixta que cotiza en Wall Street no debería estar a merced de ideologías políticas ni mucho menos sufrir cambios en su constitución con evidentes sesgos políticos. Tiene razón el próximo ministro de Hacienda, quien en entrevista con Blu Radio dijo: “Francamente creo que es una extralimitación de la administración Duque. Cuando llegue el momento del gobierno entrante, como es una empresa del Estado, haremos una asamblea para cambiar los estatutos si es necesario”.
Menos atinado estuvo en sus declaraciones el presidente electo, Gustavo Petro. El futuro mandatario ha empezado a utilizar su Twitter como una trinchera, alejándose del tono conciliador que adoptó tan pronto se supieron los resultados de la elección. “No nos reten”, escribió, refiriéndose a los cambios en la junta directiva de Ecopetrol. “El voto popular es mandato. Quiero producir un consenso, pero no doblegar el voto popular”, escribió, agregando que “el propietario público elige libremente a sus miembros en las empresas que lo representen. Es la representación del pueblo”.
El presidente electo utiliza su retórica para crear falsas dicotomías: “Ellos”, los “retadores”, contra “nosotros”, los justos representantes del “pueblo”. Un comportamiento reprochable de Iván Duque se convierte, en palabras del futuro mandatario, en una declaración de guerra a la que se responde con impropia agresividad. ¿Acaso no ve el presidente electo que, dentro de las petroleras afectadas por la crisis global, Ecopetrol es de las que peor les va? ¿No nota que sus discursos siguen sembrando incertidumbre y haciendo que haya un flujo de capitales fuera del país? ¿Ahora el manejo corporativo será revanchista?
Con Ecopetrol no se debe jugar. La asamblea extraordinaria que citará el nuevo gobierno es justa en la medida en que el gobierno saliente se extralimitó, pero no es una excusa para hacer fiesta con la empresa mixta. La pregunta que debería resolver el Ministerio de Hacienda es cómo darles voz a todos los accionistas, incluyendo los privados minoritarios, y enviar un mensaje al mundo de estabilidad y confianza. Y haría bien el presidente electo en recordar que buscar consensos no es un “favor” que le hace al país, sino una necesidad de Estado para un mandatario que debe gobernar a todos los colombianos.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Iván Duque y Gustavo Petro están jugando de manera irresponsable con Ecopetrol. El presidente saliente movió toda su influencia para aprovechar la mayoría accionaria del Estado dentro de la empresa para modificar los estatutos y dejar atornillada a una junta directiva cercana a sus afectos, una actitud inaceptable para su manejo corporativo. Aunque hacen bien el presidente electo Gustavo Petro y su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, en criticar ese comportamiento, el próximo mandatario envió también un mensaje temible con su “no nos reten”, dejando entrever preocupantes rasgos autoritarios y agresivos. Cualquier modificación que se haga en la próxima asamblea no debe responder a intereses sectarios, sino a proteger la confianza y la legitimidad de Ecopetrol.
Por más maromas retóricas que la junta directiva actual y el presidente Duque hagan para justificarse, el cambio a los estatutos tuvo claros fines políticos. Extendieron el período de vigencia de los directivos de dos a cuatro años y aplicaron el cambio a la junta actual, que fue elegida con clara influencia del mandatario saliente, todo a pocos meses del final del mandato. No por casualidad Luigi Echeverri, uno de los principales impulsores de Duque, es el actual presidente de la junta. Una empresa mixta que cotiza en Wall Street no debería estar a merced de ideologías políticas ni mucho menos sufrir cambios en su constitución con evidentes sesgos políticos. Tiene razón el próximo ministro de Hacienda, quien en entrevista con Blu Radio dijo: “Francamente creo que es una extralimitación de la administración Duque. Cuando llegue el momento del gobierno entrante, como es una empresa del Estado, haremos una asamblea para cambiar los estatutos si es necesario”.
Menos atinado estuvo en sus declaraciones el presidente electo, Gustavo Petro. El futuro mandatario ha empezado a utilizar su Twitter como una trinchera, alejándose del tono conciliador que adoptó tan pronto se supieron los resultados de la elección. “No nos reten”, escribió, refiriéndose a los cambios en la junta directiva de Ecopetrol. “El voto popular es mandato. Quiero producir un consenso, pero no doblegar el voto popular”, escribió, agregando que “el propietario público elige libremente a sus miembros en las empresas que lo representen. Es la representación del pueblo”.
El presidente electo utiliza su retórica para crear falsas dicotomías: “Ellos”, los “retadores”, contra “nosotros”, los justos representantes del “pueblo”. Un comportamiento reprochable de Iván Duque se convierte, en palabras del futuro mandatario, en una declaración de guerra a la que se responde con impropia agresividad. ¿Acaso no ve el presidente electo que, dentro de las petroleras afectadas por la crisis global, Ecopetrol es de las que peor les va? ¿No nota que sus discursos siguen sembrando incertidumbre y haciendo que haya un flujo de capitales fuera del país? ¿Ahora el manejo corporativo será revanchista?
Con Ecopetrol no se debe jugar. La asamblea extraordinaria que citará el nuevo gobierno es justa en la medida en que el gobierno saliente se extralimitó, pero no es una excusa para hacer fiesta con la empresa mixta. La pregunta que debería resolver el Ministerio de Hacienda es cómo darles voz a todos los accionistas, incluyendo los privados minoritarios, y enviar un mensaje al mundo de estabilidad y confianza. Y haría bien el presidente electo en recordar que buscar consensos no es un “favor” que le hace al país, sino una necesidad de Estado para un mandatario que debe gobernar a todos los colombianos.
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