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La tragedia de Catalina Gutiérrez Zuluaga, residente de cirugía de primer año de la Pontificia Universidad Javeriana que fue víctima de suicidio, puso en evidencia un país con pocas herramientas para discutir de salud mental. Adicionalmente, las denuncias que se han visto en redes sociales en estos días muestran cómo la educación de los médicos en Colombia sigue reinscribiendo lógicas hostiles, plagadas de violencia verbal y psicológica, ante unas autoridades que ofrecen promesas de buena voluntad, pero no parecen tener la capacidad de real de cambiar la cultura que ha salido a flote.
La conversación que estalló en torno a la pérdida de Gutiérrez Zuluaga está llena de frustración. Ana María Soleibe, presidenta de la Federación Médica Colombiana, estuvo en City Noticias y puso la situación en términos crudos. Enseñar medicina en Colombia, explicó Soleibe, se hace en medio de “una estructura de formación basada en el poder del conocimiento”. Entonces, continuó, “hay una asimetría del conocimiento que le da derecho del maltrato del otro sobre ese médico que se encuentra en formación”. Sus comentarios son coherentes con lo que leímos en redes sociales y también recibimos en El Espectador. Bajo la lógica de que los médicos necesitan soportar condiciones extremas por su nivel de responsabilidad, durante décadas se ha normalizado el acoso, la explotación y los malos tratos. La excusa es que, al tener en sus manos las vidas humanas, es fundamental que tengan que pasar por el infierno para entrenarse. Sin embargo, en el proceso se destruye la salud mental de los involucrados y se crea un ambiente que tiene poco sentido humano.
Medición tras medición, los trabajadores de la salud tienen alta prevalencia de problemas en salud mental. Lo mencionamos durante la pandemia, cuando ellos fueron la primera línea contra el COVID-19 y en el camino sufrieron muchísima presión. Un estudio del Centro de Excelencia en Investigación en Salud Mental (CESISM) de la Universidad CES entrevistó a 711 profesionales de la salud colombianos. El 35,4 % de los médicos reportó ansiedad; el 26,7 %, depresión y el 13 %, insomnio. La naturaleza de su trabajo, sumado a una cultura de explotación, lleva a esas cifras tan elevadas. Eso mismo lo reconoció Carlos Gómez, decano de la facultad de Medicina de la Javeriana, quien dijo que “estoy ciertamente seguro de que la carga es muy fuerte en Medicina, en todas las facultades de Medicina de Colombia, del mundo y de la Javeriana”. De poco sirve, no obstante, aceptar que hay un problema si no se toman medidas estructurales profundas para solucionarlo. Durante años los residentes se han quejado de sus condiciones laborales, de la manera en que son tratados, de las dinámicas perversas dentro de las especializaciones en el país. Nada ha pasado. Ahora que el Ministerio de Educación ha prometido investigar lo ocurrido en la Javeriana, debería reclutar al Ministerio de Salud y al del Trabajo para promover una reforma que busque condiciones más dignas para todos los profesionales de la salud. Sin intervenciones profundas, los incentivos para los malos tratos seguirán presentes.
¿Está Colombia lista para esta conversación? Porque la crisis es mucho más amplia. El año pasado, el Ministerio de Salud y Protección Social aplicó una encuesta con el Centro Nacional de Consultoría a 3.430 personas mayores de 18 años. El 66,3 % de los colombianos dijo haber tenido problemas de salud mental y el 34,6 % dijo que el sistema de salud mental era malo o muy malo. Otro 40,6 % dijo que lo consideraba regular. Tenemos que empezar por mejorar las herramientas de acceso a la ayuda tan necesaria.
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