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A Wall Street no le gusta cuando algún foráneo utiliza sus mismas estrategias. Esa es la primera conclusión de la locura que vimos en el mercado estadounidense esta semana. La segunda es que los mercados de capital sin regulación siguen siendo espacios para la especulación agresiva y peligrosa, síntoma de un sistema que ha sido incapaz de reconocer sus errores del pasado y que está desconectado de la economía real tanto en sus métodos como en sus propósitos. Mal augurio para los años venideros en este mundo pospandémico.
Los apostadores de Wall Street entraron en pánico. Para entender lo que ocurrió, primero tenemos que hablar de cómo funcionan los “cortos”. En síntesis, alguien apuesta a que una acción va a perder su valor. Detrás, por supuesto, en el mundo real, hay una empresa en quiebra o en apuros económicos, pero esas circunstancias tienen sin cuidado a los comisionistas de bolsa y a los fondos de inversión. Entonces, ellos piden prestada la acción, con la promesa de que la van a devolver, y la venden a un precio que consideran elevado. Tan pronto esa acción baje en valor la vuelven a comprar, la devuelven a su dueño original y se embolsillan la diferencia. En síntesis, ganan con el fracaso de los demás.
Aunque suena a una práctica que debería despertar consideraciones morales y de utilidad para la sociedad, es totalmente legal. También es común. Hay personas que hacen dinero, y mucho, con los desastres de los otros. It’s business as usual.
Lo que vimos esta semana fue una subversión de las expectativas de los apostadores. Un grupo de usuarios de internet, agrupados en Reddit, se percataron de que varios fondos de inversión tenían “cortos” sobre la acción de Gamestop, una tienda de videojuegos. Entonces empezaron a comprarla, lo que hizo que se disparara su precio. Comparado con diciembre del año pasado, la acción alcanzó a subir hasta un 1.700 %.
Eso, para quienes esperaban que la acción bajara de precio, y obtener las usuales ganancias de sus movidas, fue un desastre. Al cierre de esta edición, los fondos de inversión habían perdido US$5.000 millones. Varios tuvieron que solicitar créditos para cubrir sus posiciones. Representantes de firmas que transan en Wall Street se tomaron las redes sociales para exigir regulación. La aplicación Robinhood, utilizada para comprar las acciones, prohibió de forma unilateral la compraventa de acciones de Gamestop y de AMC, otra empresa que se convirtió en objetivo de los usuarios de internet. Tal vez el mejor resumen lo hizo Lee Cooperman, multimillonario inversionista, quien en CNBC lamentó que las personas “están con sus cheques del gobierno” (por la pandemia) atacando a “los más ricos”.
No deja de ser extraño escuchar esos discursos provenientes de un sector que ha hecho lobby global para tener mercados de capital sin regulación alguna. En una semana, muchos de los peores instintos de la economía capitalista quedaron al descubierto. Estamos de acuerdo en que es momento de dar discusiones sobre cómo tener mercados menos mezquinos, con más acceso y que ayuden a la redistribución de las ganancias. Lo inconcebible es que estas lleguen solo después de que unas cuantas personas naturales les ganaran a los especuladores en su propio juego.
Por cierto, Colombia está en deuda de tener un acceso más democrático a su mercado de valores. Los costos de intermediación y burocráticos siguen creando barreras, tanto tecnológicas como humanas, para que los colombianos puedan aprovechar las ventajas del mercado de capitales. Que sea un buen momento para dar esas conversaciones.
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