Cuba atraviesa por un momento de extrema complejidad en materia energética, que ha forzado a sus ciudadanos a soportar apagones totales en la isla, debido al colapso de un sistema de generación de energía obsoleto, la carencia de recursos para mantenimiento y la falta de insumos, derivados del petróleo y el gas, para su funcionamiento. Ante el malestar general, y las protestas que vienen aparejadas, el régimen ha optado por suspender las actividades administrativas no prescindibles y las docentes hasta este domingo. Aunque el presidente Miguel Díaz-Canel acude una vez más a la retórica revolucionaria oficial, Manuel Marrero, el primer ministro, toma el problema por donde es al reconocer que “la causa principal del colapso es la falta de mantenimiento e inversión”.
La gravedad de la situación, que tiene antecedentes, radica en que por primera vez el apagón ha afectado a todos los cubanos por igual, incluyendo hospitales, empresas vitales y al sector hotelero, que es la fuente principal de ingresos para el Gobierno por la cantidad de divisas que ingresan al país. El haber tenido que declarar una “situación de emergencia energética” da muestra de la dimensión de la catástrofe a la que ha llegado la producción de energía y el suministro a los usuarios. Todo esto se suma a la insatisfacción creciente de los cerca de 11 millones de habitantes de la isla, que se ve reflejada en la salida de más de un millón y medio de personas que han abandonado en el último año el país debido a las difíciles condiciones que padecen diariamente. En especial una juventud que no encuentra ningún tipo de incentivo en una dictadura que fracasó hace tiempo como modelo viable en materia política, económica o social.
El colapso energético tiene varias causas, según los conocedores, derivadas del hecho de que la tecnología viene heredada de la época soviética y no cuenta con el debido mantenimiento. Por un lado, la dependencia externa es casi total, pues a pesar de que Cuba tiene una producción de crudo, debe importar la inmensa mayoría, sobre todo de Venezuela y México. Por otro lado, como la fuente principal para la producción es el petróleo, y algo de gas, deben importarlo a precios en divisas, lo que les va minando sus menguados recursos económicos. Este tipo de producción hace que sea la más costosa del mundo. Además, por los fenómenos meteorológicos, el suministro de los insumos no es constante. Por último, la inclusión de nuevas tecnologías, como la eólica o la fotovoltáica, ideal por la ubicación y características de la isla, solo llegan al 5 % del total de la producción.
Lo que el Gobierno de La Habana debería aceptar es que el modelo económico fracasó y es el momento de llevar a cabo verdaderas reformas políticas, económicas y sociales que permitan dar a sus habitantes mejores condiciones de vida. Dado que un retorno a la democracia no parece viable, al menos se podría retomar la opción de permitir un tipo de desarrollo similar al de China o Vietnam, donde el ingreso de inversiones externas ayude a equilibrar la situación de desmoronamiento económico actual. No es con represión indiscriminada, ni el mayor sufrimiento de una población que ya ha aguantado suficientes penurias, que las cosas van a cambiar. Situaciones similares a la actual, en materia económica y energética, ya se vivieron, en especial durante los años 90 con la caída de la URSS y los reiterados apagones de mediados de los 2000.
El régimen cubano no puede seguir amparándose en el tema del bloqueo, que le ha servido en ocasiones anteriores para eludir responsabilidades. El bloqueo ha tenido un impacto en la isla, es cierto, y esta medida debería desaparecer. Sin embargo, el problema es mucho más de fondo y amerita una cirugía mayor que, de momento, La Habana no parece dispuesta a replantearse. Mientras tanto, la situación de su Gobierno dictatorial sigue siendo cada día más oscura.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
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Cuba atraviesa por un momento de extrema complejidad en materia energética, que ha forzado a sus ciudadanos a soportar apagones totales en la isla, debido al colapso de un sistema de generación de energía obsoleto, la carencia de recursos para mantenimiento y la falta de insumos, derivados del petróleo y el gas, para su funcionamiento. Ante el malestar general, y las protestas que vienen aparejadas, el régimen ha optado por suspender las actividades administrativas no prescindibles y las docentes hasta este domingo. Aunque el presidente Miguel Díaz-Canel acude una vez más a la retórica revolucionaria oficial, Manuel Marrero, el primer ministro, toma el problema por donde es al reconocer que “la causa principal del colapso es la falta de mantenimiento e inversión”.
La gravedad de la situación, que tiene antecedentes, radica en que por primera vez el apagón ha afectado a todos los cubanos por igual, incluyendo hospitales, empresas vitales y al sector hotelero, que es la fuente principal de ingresos para el Gobierno por la cantidad de divisas que ingresan al país. El haber tenido que declarar una “situación de emergencia energética” da muestra de la dimensión de la catástrofe a la que ha llegado la producción de energía y el suministro a los usuarios. Todo esto se suma a la insatisfacción creciente de los cerca de 11 millones de habitantes de la isla, que se ve reflejada en la salida de más de un millón y medio de personas que han abandonado en el último año el país debido a las difíciles condiciones que padecen diariamente. En especial una juventud que no encuentra ningún tipo de incentivo en una dictadura que fracasó hace tiempo como modelo viable en materia política, económica o social.
El colapso energético tiene varias causas, según los conocedores, derivadas del hecho de que la tecnología viene heredada de la época soviética y no cuenta con el debido mantenimiento. Por un lado, la dependencia externa es casi total, pues a pesar de que Cuba tiene una producción de crudo, debe importar la inmensa mayoría, sobre todo de Venezuela y México. Por otro lado, como la fuente principal para la producción es el petróleo, y algo de gas, deben importarlo a precios en divisas, lo que les va minando sus menguados recursos económicos. Este tipo de producción hace que sea la más costosa del mundo. Además, por los fenómenos meteorológicos, el suministro de los insumos no es constante. Por último, la inclusión de nuevas tecnologías, como la eólica o la fotovoltáica, ideal por la ubicación y características de la isla, solo llegan al 5 % del total de la producción.
Lo que el Gobierno de La Habana debería aceptar es que el modelo económico fracasó y es el momento de llevar a cabo verdaderas reformas políticas, económicas y sociales que permitan dar a sus habitantes mejores condiciones de vida. Dado que un retorno a la democracia no parece viable, al menos se podría retomar la opción de permitir un tipo de desarrollo similar al de China o Vietnam, donde el ingreso de inversiones externas ayude a equilibrar la situación de desmoronamiento económico actual. No es con represión indiscriminada, ni el mayor sufrimiento de una población que ya ha aguantado suficientes penurias, que las cosas van a cambiar. Situaciones similares a la actual, en materia económica y energética, ya se vivieron, en especial durante los años 90 con la caída de la URSS y los reiterados apagones de mediados de los 2000.
El régimen cubano no puede seguir amparándose en el tema del bloqueo, que le ha servido en ocasiones anteriores para eludir responsabilidades. El bloqueo ha tenido un impacto en la isla, es cierto, y esta medida debería desaparecer. Sin embargo, el problema es mucho más de fondo y amerita una cirugía mayor que, de momento, La Habana no parece dispuesta a replantearse. Mientras tanto, la situación de su Gobierno dictatorial sigue siendo cada día más oscura.
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