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Convocaron a varias personas a través de los medios de comunicación y una que otra red social e instaron a que portaran aquello que consideraran útil para definir libremente su personalidad. En la Plaza de Bolívar, en Bogotá, hubo desde sombreros, condones, pelucas, tambores y botellas de vino hasta cigarrillos de marihuana. Otro tanto ocurrió en Medellín y en Manizales.
El Ejecutivo, sin embargo, insistió en la errática penalización del porte y consumo de la dosis mínima. Como ya había fracasado en seis oportunidades, introdujo en el discurso la preocupación por la salud de los consumidores, a los que de entrada llamó “enfermos”, y propuso la creación de oscuros tribunales de tratamiento de drogas en los que se darían cita jueces, médicos y trabajadores sociales. La idea por fortuna no prosperó, pero caló la concepción del consumo como una enfermedad. La dosis mínima finalmente fue prohibida, que no penalizada, y los detractores de la iniciativa ahora se preocupan por la valoración de enfermos a quienes consumen drogas ocasionalmente.
De aquí proviene la más reciente invitación del colectivo Dosis de Personalidad, ideado por el columnista de este diario Daniel Pacheco. Junto con otras organizaciones de la sociedad civil, como Women’s Link Worldwide y Radio Diversa y a partir del apoyo de cientos de jóvenes, en el día de hoy Bogotá celebrará las libertades individuales en la plazoleta de la calle 85 con carrera 15, bajo el sugestivo eslogan de “Déjenme sano”. Más allá del tema de las drogas, que se abordará con la proyección de una serie de videos en los que los protagonistas salen del “clóset psicoactivo” y se asumen públicamente como consumidores, habrá espacio para reflexionar sobre la eutanasia, el aborto y los derechos de la población LGBT.
Independientemente de qué tan exitosa resulte la convocatoria, la ocasión es perfecta para visibilizar las trabas que impiden el libre desarrollo de la personalidad, así como la posibilidad de tomar decisiones personales y autónomas. En materia de eutanasia, pese a que fue despenalizada en 1997 mediante sentencia de la Corte Constitucional, seguimos a la espera de una ley que regule la práctica y permita el suicidio asistido en los casos permitidos por la ley. El aborto, despenalizado en los casos en que hubo violación, existe malformación del feto o la salud de la madre corre peligro, ha sido objeto de todo tipo de ataques institucionales entre quienes insisten en anteponer su objeción de conciencia. Y los derechos de las parejas homosexuales, tras conseguir que se les reconociera el acceso a la seguridad social y el patrimonio, aún no avanzan hacia la posibilidad del matrimonio o la adopción.
Estas reticencias al cambio cultural, normales en cualquier sociedad, son particularmente paralizantes en Colombia debido al peso de la Iglesia, al avance de las fuerzas más retrógradas del pensamiento conservador y a la consolidación de un Estado paternalista que por momentos tiende a omitir su carácter laico.
Propuestas como la de Dosis de Personalidad llaman a la reflexión acerca de qué tipo de Estado buscamos para regular nuestros comportamientos y decisiones diarias. ¿Queremos uno dispuesto a respetar los límites de la libertad personal, aunque esto acarree retos innegables como el consumo irresponsable de sustancias o la reconfiguración de la familia colombiana? ¿O preferimos una autoridad fuerte, que ponga límites a la libertad de los individuos en aras de la conservación del orden preestablecido? Nosotros, al menos, preferimos lo primero.