Deserción universitaria
EN EL COMPLICADO TEMA DE LOS alumnos universitarios que no acaban sus carreras, Colombia no avanza.
El Espectador
Y no avanza porque los factores que limitan la permanencia en los claustros requieren medidas drásticas, de largo aliento y muchas veces costosas. El Estado tiene un largo camino por recorrer, pero también las propias universidades.
Una reciente investigación del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad de los Andes y el Ministerio de Educación alerta frente a la correlación existente entre las competencias académicas previas al ingreso a la universidad y el número de deserciones. Quienes obtienen mayores puntajes en el ICFES son también los que están menos expuestos a abandonar sus programas, retrasar su estadía o no terminar los trabajos de grado requeridos para obtener un cartón. La falta de ingresos económicos, a su vez, determina el abandono de los estudios. A mayor apoyo financiero, menor la deserción.
Aunque el estudio mencionado no lo sintetiza de esta manera, bien podría pensarse que en Colombia el sistema educativo favorece a las personas de mayores recursos. Verdad de perogrullo: si el nivel académico de la educación secundaria y media no es lo suficientemente alto, las posibilidades de fracasar en los estudios superiores crecen. La distancia que separa a un niño de quinto de primaria perteneciente a un colegio distrital de provincia de uno que tuvo el privilegio de acceder a un colegio bilingüe y privado en una ciudad, muchas veces es insalvable. Lo notan a diario los profesores universitarios. Y ello si el alumno llega a la universidad.
La cobertura en educación superior, 23,5% en 2000, sigue siendo baja si se la compara con el 79% alcanzado por la secundaria y el 53% de la media. Aunque de 2000 a 2007 hubo un aumento de 8,3 puntos porcentuales en la cobertura de la educación superior, los altos niveles de deserción tornan relativamente inocuos los esfuerzos realizados hasta el momento. La investigación plantea incluso que la mitad de los estudiantes que inician sus estudios universitarios no los terminan.
Frente a tan desolador panorama, las recomendaciones que hace el CEDE en su estudio parecerían un tanto obvias. Y sin embargo, pese a que con anterioridad se han efectuado otros análisis, ciertamente menos extensivos pero que confirman la gravedad del fenómeno de la deserción, su implementación sigue siendo un recetario de soluciones aplazadas.
Las universidades, como quiera que deben contribuir a la construcción de un país menos inequitativo, están en la obligación de asistir a los alumnos que en los primeros semestres de estudios tienen problemas de nivelación. Se hace en otras universidades del mundo, en general con éxito. En compañía del Estado, también habrían de expandir sus líneas de crédito y apoyo financiero a aquellos estudiantes que no son necesariamente los que destacan en términos académicos.
La calidad de la educación básica y media, requisito fundamental para enfrentar con éxito la deserción, debe mejorar. Sin igualdad de condiciones, es apenas lógico que los que recibieron una mejor educación sean los que a la postre resulten menos afectados por el nivel de exigencia de algunas universidades. Una meta que requiere de tiempo y voluntad política, pero que está en la base del problema.
Por lo demás, sin una juventud preparada, Colombia difícilmente estará a la altura de los tiempos que corren. Y la brecha entre preparados y no preparados, que fácilmente se traduce en la diferencia entre ricos y pobres, se acentuará.
Y no avanza porque los factores que limitan la permanencia en los claustros requieren medidas drásticas, de largo aliento y muchas veces costosas. El Estado tiene un largo camino por recorrer, pero también las propias universidades.
Una reciente investigación del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad de los Andes y el Ministerio de Educación alerta frente a la correlación existente entre las competencias académicas previas al ingreso a la universidad y el número de deserciones. Quienes obtienen mayores puntajes en el ICFES son también los que están menos expuestos a abandonar sus programas, retrasar su estadía o no terminar los trabajos de grado requeridos para obtener un cartón. La falta de ingresos económicos, a su vez, determina el abandono de los estudios. A mayor apoyo financiero, menor la deserción.
Aunque el estudio mencionado no lo sintetiza de esta manera, bien podría pensarse que en Colombia el sistema educativo favorece a las personas de mayores recursos. Verdad de perogrullo: si el nivel académico de la educación secundaria y media no es lo suficientemente alto, las posibilidades de fracasar en los estudios superiores crecen. La distancia que separa a un niño de quinto de primaria perteneciente a un colegio distrital de provincia de uno que tuvo el privilegio de acceder a un colegio bilingüe y privado en una ciudad, muchas veces es insalvable. Lo notan a diario los profesores universitarios. Y ello si el alumno llega a la universidad.
La cobertura en educación superior, 23,5% en 2000, sigue siendo baja si se la compara con el 79% alcanzado por la secundaria y el 53% de la media. Aunque de 2000 a 2007 hubo un aumento de 8,3 puntos porcentuales en la cobertura de la educación superior, los altos niveles de deserción tornan relativamente inocuos los esfuerzos realizados hasta el momento. La investigación plantea incluso que la mitad de los estudiantes que inician sus estudios universitarios no los terminan.
Frente a tan desolador panorama, las recomendaciones que hace el CEDE en su estudio parecerían un tanto obvias. Y sin embargo, pese a que con anterioridad se han efectuado otros análisis, ciertamente menos extensivos pero que confirman la gravedad del fenómeno de la deserción, su implementación sigue siendo un recetario de soluciones aplazadas.
Las universidades, como quiera que deben contribuir a la construcción de un país menos inequitativo, están en la obligación de asistir a los alumnos que en los primeros semestres de estudios tienen problemas de nivelación. Se hace en otras universidades del mundo, en general con éxito. En compañía del Estado, también habrían de expandir sus líneas de crédito y apoyo financiero a aquellos estudiantes que no son necesariamente los que destacan en términos académicos.
La calidad de la educación básica y media, requisito fundamental para enfrentar con éxito la deserción, debe mejorar. Sin igualdad de condiciones, es apenas lógico que los que recibieron una mejor educación sean los que a la postre resulten menos afectados por el nivel de exigencia de algunas universidades. Una meta que requiere de tiempo y voluntad política, pero que está en la base del problema.
Por lo demás, sin una juventud preparada, Colombia difícilmente estará a la altura de los tiempos que corren. Y la brecha entre preparados y no preparados, que fácilmente se traduce en la diferencia entre ricos y pobres, se acentuará.