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Después del Bronx

Hay que darle tiempo a la Alcaldía, sí, pero también se debe entender que en este problema, que no es nuevo, el sufrimiento humano que hay detrás debe ser el principal enfoque.

El Espectador
19 de agosto de 2016 - 02:19 a. m.
Cientos de habitantes de la calle empezaron a vivir en la NQS con calle 6, presuntamente llevados allí por la Policía, y en la madrugada del jueves una corriente por el caño arrastró a varios y causó pánico por el peligro. ¿Tiene sentido esta tragedia? / El Espectador/Óscar Pérez
Cientos de habitantes de la calle empezaron a vivir en la NQS con calle 6, presuntamente llevados allí por la Policía, y en la madrugada del jueves una corriente por el caño arrastró a varios y causó pánico por el peligro. ¿Tiene sentido esta tragedia? / El Espectador/Óscar Pérez
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En su momento celebramos desde este espacio la necesaria intervención de las autoridades de la capital en el Bronx, que se había convertido en la peor olla del país y, como se ha publicado desde su desalojo, era el espacio para un sinnúmero de crímenes y abusos de los derechos humanos. No obstante, en aquel entonces también nos preguntamos si había un plan claro que evitara que la dispersión de sus habitantes por la ciudad causara más problemas, como pasó en el pasado con la recuperación de su antecesor, el Cartucho. Lo sucedido en estas últimas semanas es señal de que, en efecto, las medidas para después del desalojo no han ofrecido soluciones firmes.

Imágenes publicadas por Noticias Caracol pusieron en evidencia la frustración de los comerciantes del centro de la ciudad, los cuales, ante el aumento del número de indigentes que se dedican a robar y sabotear los espacios comerciales, tomaron las vías de hecho como retaliación. Por supuesto, esta no es ni será la manera de responder a la crisis social, pero lo importante es entenderlo como un síntoma de la impotencia de las autoridades ante un fenómeno que no saben controlar.

A lo anterior se sumaron otras fotografías preocupantes. Cientos de habitantes de la calle empezaron a vivir en la NQS con calle 6, presuntamente llevados allí por la Policía, y en la madrugada del jueves 18 de agosto una corriente por el caño arrastró a varios y causó pánico por el peligro. Aunque la Alcaldía de Bogotá dice que no hubo víctimas, los habitantes de la calle denuncian que hay varios desaparecidos. ¿Tiene sentido esta tragedia?

Como lo dijo el defensor del Pueblo en funciones, Alfonso Cajiao, sobre “lo que debemos llamar la atención es que el plan necesitaba responder qué iba a suceder después. Debe haber unos proyectos que respeten la atención de los derechos de estas personas con los derechos de los comerciantes”. El fracaso es, al menos por lo pronto, evidente.

Por supuesto, no hay solución sencilla. Ante la propuesta del Distrito de darles tratamiento terapéutico a los habitantes de calle, surge el problema, también advertido por Cajiao, de que cada persona tiene la libertad de someterse o no a esa rehabilitación, por lo que es muy difícil saber qué hacer con quienes no quieran hacerlo.

Según datos del Distrito, cada día se adelantan en promedio 140 traslados de habitantes de la calle a los hogares de paso, y aquellos que se encontraban en el lugar de lo ocurrido están siendo llevados al Centro de Atención Oasis. También insisten en que la implementación de su plan de seguridad les brindará la protección necesaria a los comerciantes de las zonas afectadas por el influjo de habitantes de la calle.

Hay que darle tiempo a la Alcaldía, sí, pero también se debe entender que este problema, que no es nuevo y se ha venido presentando históricamente, se agranda cuando se piensa sólo en números. El sufrimiento humano que hay detrás debe ser el principal enfoque, y el reto de las autoridades, además de aumentar el pie de fuerza, es convencer a los habitantes de la calle de que las ayudas propuestas son suficientes para reencaminar sus planes de vida. No queremos estar celebrando en unos años la intervención del nuevo Bronx que haya sucedido a este y preguntándonos sobre qué hacer después del desalojo.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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